La comodidad en la vivienda ha sido uno de los objetivos perseguidos por la humanidad a lo largo de su historia. Para ello ha buscado servirse de aquellos objetos que, a la par que funcionales, le permitiesen hacer más fácil y confortable la vida doméstica. Dentro del ajuar doméstico un aspecto esencial ha sido el mueble que, con tipos y formas definidos, ha ido reflejando la historia sociocultural de cada pueblo.
En Canarias, el mueble campesino se adapta a las caracterÃsticas de la vivienda, casi siempre una habitación dividida donde se cocinaba, comÃa, recibÃa y dormÃa. Este minimalismo era producto de la pobreza.
Hasta hace muy poco tiempo, la casa era poco más que un refugio para dormir, donde la vida familiar y la intimidad apenas de desarrollaba. Hablar de confort o de incomodidad en esas circunstancias es absurdo; se trataba meramente de subsistir.
La casa campesina tenÃa pocos muebles y los que habÃa eran de gran simplicidad. Los taburetes cuando no el suelo servÃan para sentarse; el arca para guardar el grano o la ropa y a modo de asiento; también aparece una mesa y alguna silla, o el molino de piedra para el gofio. El catre de viento o el suelo cubierto de paja servÃan de cama y los pocos enseres de cocina se colocaban en las alacenas empotradas.
Poco a poco este panorama irá cambiando al aumentar el nivel de vida del campesinado y con ello el tamaño de las casas. Surgen los espacios diferenciados: la cocina, el dormitorio, la sala, y con ellos otro mobiliario estable más rico o especÃfico, que ya no necesita ser retirado por las noches ni estar pegado a la pared, pudiendo ocupar el centro de la habitación: loceros, alacenas, destiladeras, mesas, sillas, mesas de arrimo, consolas, camas, cómodas, mesillas de noche, armarios…
Por último, llega el mueble industrial y el estereotipo burgués se adueña de la casa campesina: la sala cerrada con el tresillo, el mueble de cocina de formica, el armario de conglomerado… Todo ello configura la situación actual donde el mueble popular es retirado, entre otras causas, porque ha perdido su funcionalidad original. Muestra una etapa de la vida que no quiere ser recordada, y sucumbe a las modas y a la presión de la sociedad de consumo.
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