La zona fótica (luminosa) de los océanos alcanza los doscientos metros de profundidad, límite de penetración teórica de los rayos solares (porque la claridad se aprecia solo unos pocos metros, como todos sabemos) y concentra casi la totalidad de la biomasa marina. En esa franja están relegados los vegetales y, por tanto, el establecimiento de cadenas tróficas más completas. Además, desde el punto de vista de la investigación, es la región más estudiada, más conocida (en parte por la facilidad de acceder a sus recursos).
El resto de masa de agua se extiende desde los doscientos hasta los once mil metros aproximadamente (es el caso del llamado abismo Challenger, en la Fosa de las Marianas, frente a las costas de Filipinas, China y Japón, uno de los lugares más profundos del océano). En esa zona no hay luz (se denomina zona afótica), no penetran los rayos solares, por tanto, no se desarrolla ningún tipo de vida vegetal. En contraposición a la antes mentada investigación de la franja fótica, aquí la dificultad de exploración reside en las altísimas presiones y las bajas temperaturas, lo que hace inviable la presencia humana en dichas cotas. Así, en el abismo Challenger, la presión es de unas mil atmósferas (más de mil veces la presión al nivel del mar, algo insoportable para un ser humano). La fauna, por ejemplo, los peces que viven en esas profundidades, incluso aquellos que lo hacen un poco más superficialmente (en torno a mil-mil quinientos metros) son capaces de soportar condiciones ambientales muy adversas, dependiendo su existencia, bien de la escasa predación directa sobre otros organismos o de diminutos restos de animales muertos, que –lentamente- se hunden y van cayendo (flotando) desde aguas arriba en un fenómeno que se denomina: nieve marina (por la semejanza con una lenta y tranquila nevada invernal). La fauna de estos lugares crípticos, extraños y enigmáticos, presenta muchas adaptaciones para la vida en enclaves tan hostiles, es decir, acusado gigantismo, bocas desproporcionadas, anchas y grandes en comparación con el resto del cuerpo, así como formas poco hidrodinámicas (monstruosas para los profanos), dado que realizan desplazamientos generalmente lentos y algo caóticos, con objeto de evitar el mínimo gasto energético en esos entornos tan desapacibles. Asimismo, presentan bioluminiscencia, es decir, producen luz biológica (ocurre casi en el 90% de los seres), mecanismo que les sirve no solo para predar sobre presas, sino también para defenderse de enemigos, comunicarse o cortejar, si bien los procesos enzimáticos que generan dicha luz han resultado muy complejos de descifrar para los científicos. Aunque algunos tienen grandes ojos, sensibles a determinados destellos, otros sin embargo son ciegos y se valen de apéndices u otras estructuras, muy especializadas, para vivir en esos lugares donde reina la más absoluta oscuridad.
Salvo excepciones, la mayor parte de estos seres de fondos abisales de morfología aberrante, nunca sube a superficie (foto 1). Se trata de peces que, provistos de estructuras cefálicas muy especializadas (pedúnculos a modo de cebo o caña de pescar), atraen y capturan su alimento, atrapándolo con sus mandíbulas de tamaño desproporcionado. Otros, sin embargo, caso del género Argyropelecus (animales conocidos como peces hacha) habitan aguas no tan profundas (la llamada zona mesopelágica) de los océanos, entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad, y sí suben de noche hasta unos cien metros de superficie en busca de alimento (larvas o crustáceos de pequeño tamaño) realizando importantes migraciones. Estos peces (g. Argylopelecus, foto 2) de pocos centímetros de longitud, cuyo cuerpo tiene forma de hacha –de ahí el nombre común–utilizan su capacidad de generar luz para deslumbrar y confundir a sus depredadores y la noche para no ser vistos. Pero ¿quiénes son esos predadores? pues, básicamente, las aves marinas y otros peces pelágicos de mayor talla, relacionados con la capa superficial de los océanos, que encuentran en esta multitud de peces (junto con diminutos cefalópodos y crustáceos variados) un sabroso y apetitoso manjar. Huelga decir que, en las noches de luna llena, los organismos mesopelágicos se cuidan mucho de realizar estos desplazamientos de ascenso, para evitar ser detectados por dichos predadores siempre al acecho, aunque fácilmente reconocibles, eso sí, por las ecosondas de los barcos, dado el ingente número de componentes de estas densas concentraciones de organismos, que han recibido el nombre de Deep Scattering Layer, Capa de Reflexión Profunda, descubierta en la segunda mitad del siglo XX durante conflictos bélicos.
Recordemos que las grandes profundidades fueron investigadas a partir de la Expedición Challenger (siglo XIX, entre 1872 y 1876), que marcó hitos en la investigación oceanográfica ya que, a partir de su puesta en marcha, se fueron desarrollando diversos e interesantes estudios oceánicos, hasta entonces parcela ignota del conocimiento marino, investigación que avanzaba al tiempo que se diseñaban instrumentos complejos (sondas, sumergibles, batiscafos…) que iban permitiendo alcanzar zonas inaccesibles (por lo general aparatos no tripulados dado lo peligroso de los descensos…).
Ante esto, nuestro curioso e inquieto visitante del Museo se preguntó … ¿cómo es posible que, en el lienzo conocido como La tentación de San Antonio (1647) del pintor David Teniers El Joven, autor flamenco del siglo XVII, el artista haya incorporado, entre los numerosos seres fantásticos (con marcado carácter simbólico en aquella época) (foto 3), observen el cuadro, en la actualidad en el Museo del Prado), algunos muy parecidos (casi idénticos) a representantes (peces) de fauna mesopelágica e incluso abisal que, por entonces, aún no se conocía (foto 4, detalle).
Cierto es que podríamos comentar este asunto de forma larga y tendida, pero les dejo reflexionar a solas, ya lo debatiremos en alguna de las interesantes jornadas, cursos o seminarios que organiza habitualmente Museos de Tenerife …aunque yo tengo mi propia teoría ¿qué opinan ustedes?
Eso sí, les animo a consultar manuales, publicaciones, catálogos o tratados sobre fauna oceánica profunda.
Cualquier parecido con la realidad… ¿es pura coincidencia?
Foto 1 (portada).- Pez de profundidad (observen la estructura cefálica que usa como cebo)
Foto 2.- Argylopelecus sp. (una de las especies de pez hacha) característico de la Deep Scattering Layer.
Foto 3.-Cuadro La tentación de San Antonio, obra de David Teniers El Joven (Museo del Prado)
Foto 4.- Detalle de algunos animales fantásticos presentes en el cuadro