La seda, esa envidiada materia prima que el hombre aún no ha logrado sintetizar pese a las altas tecnologías desarrolladas, posee unas propiedades que ninguna otra sustancia conocida ha podido igualar. Se trata de un compuesto proteínico expulsado en forma de fluido a través de unos orificios –las hileras– situados en el extremo del cuerpo de la araña.
Todas las arañas son capaces de producir seda, aunque no todas construyan telarañas. Este hecho, unido a la ubicación en el abdomen de las glándulas responsables, permite establecer una primera diferencia entre ellas: a simple vista, las arañas tejedoras poseen un abdomen mucho más voluminoso que las cazadoras, que buscan activamente a sus presas y nunca fabrican telas para atraparlas.
Por otra parte, las arañas han desarrollado la capacidad de elaborar distintos tipos de seda según la función que vaya a tener, hasta el punto de que las especies más evolucionadas pueden llegar a poseer siete glándulas que elaboran otros tantos tipos distintos de seda. Con ella pueden atrapar, inmovilizar y amordazar a las presas; transferir los espermatozoides a la hembra durante el apareamiento, hilar telas y capullos protectores de la puesta de huevos; construir refugios temporales ante inclemencias del tiempo o para pasar la noche, fabricar una especie de puerta o tapa en las madrigueras excavadas en el suelo; también puede servir como sensor de movimiento al caer una presa en la tela, o simplemente como parapente o cuerda de seguridad al saltar, caminar o desplazarse en posición invertida, e incluso, ante la escasez de alimento, la seda puede ser usada por la araña para consumo propio.
Estos invertebrados de ocho patas, parientes próximos de los insectos, también necesitan mudar para poder crecer, pues su tegumento fuerte y rígido les impide aumentar de tamaño. Algunas especies, entre ellas las tarántulas, mundialmente conocidas y adquiridas como mascotas, cuando llega el momento de la muda tejen en el suelo una tela de seda grande y tupida sobre la cual se tumban boca arriba hasta que la cutícula –el esqueleto externo– se va resquebrajando como una camisa vieja y es sustituida por otra nueva, más cómoda para el animal tras el crecimiento.
Las arañas de otro grupo (Eresidae), conocidas como “arañas de terciopelo” por la densa pilosidad que les cubre todo el cuerpo, también muestran gran originalidad a la hora de utilizar la seda. Se trata de una pequeña familia que cuenta con un centenar de especies mundiales distribuidas mayoritariamente en áreas áridas de África y Eurasia. En Canarias existe una única especie (Eresus crassitibialis), endémica de La Gomera y conocida como araña elefante.
Estas arañas suelen construir bajo el suelo un túnel cuyas paredes forran con gran cantidad de seda; la parte superior del nido se prolonga al exterior en forma de techo, también espesamente tapizado y camuflado con la vegetación. Sin embargo, a diferencia de ellas, la especie gomera no excava, sino que teje el tubo de seda directamente en el suelo y lo disimula con pequeñas piedras colocadas por encima de la tela. Boca arriba, la araña se desplaza por el techo hacia la entrada del nido cuando recibe las vibraciones producidas por alguna presa, atrapándola y conduciéndola al interior.
En los almacenes del Museo de la Naturaleza y el Hombre se conserva una colección de arañas con centenares de especímenes procedentes de las diversas islas canarias.
Bajo el título “¿Sabías que…?”, presentamos esta sección que incluye curiosidades, anécdotas, particularidades de algunos objetos, piezas o especímenes; referencias a antiguas expediciones; resultado de los trabajos de investigación y demás temas vinculados con Museos de Tenerife.