La Asociación de Amigos del Museo de Naturaleza y Arqueología y Summa+kultura organizan la ruta patrimonial «La peste en Santa Cruz de Tenerife». Se trata de un recorrido por el barrio de Cabo-Llanos, realizando paradas en varios lugares emblemáticos relacionados con la temática, como las ermitas de Nuestra Señora de Regla y San Telmo, Batería de Regla y Hospicio San Carlos, Iglesia de la Concepción y el MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología (antiguo Hospital Civil Nuestra Señora de los Desamparados).
La peste en Santa Cruz de Tenerife
Ya en los textos bíblicos y en los clásicos de la medicina, al como no podían identificar con precisión el origen de una enfermedad, se aludía a las enfermedades infecciosas como «peste, plaga o mortandad».
Estas plagas han azotado duramente al archipiélago desde el momento de la Conquista. Con el descubrimiento de América, Canarias se convierte en una de las principales escalas para viajar al Nuevo Mundo. El importante movimiento en nuestros puertos supuso que muchos barcos llegaran con diversas enfermedades contagiosas: peste, fiebre amarilla, cólera, tifus, viruela, etc.
Estas epidemias acababan habitualmente con más de un centenar de personas en muy poco tiempo. Las causas de los contagios se asocian a diferentes factores:
1. La falta de higiene en las ciudades de la época. No poseían desagües para las aguas negras y las calles estaban sucias porque no se limpiaban.
2. En algunas viviendas urbanas los habitantes criaban animales de granja tales como cerdos, gallinas, cabras, etc.
3. Las deficientes medidas sanitarias en caso de epidemia en las otras islas del archipiélago, al menos hasta el siglo XVII.
4. Además, la malnutrición de gran parte de la población favorecía que estas enfermedades infecciosas se extendieran con más rapidez.
Los cabildos intentaron evitar estos problemas, obligando a aislar a los enfermos y exigiendo que hubiera un censo de la población afectada. Sin embargo, escaseaban los médicos en las islas Canarias. A finales del siglo XVIII, había dos en La Palma; otros dos, en Gran Canaria, y solo uno, en Tenerife.
El contrabando y la propagación de epidemias. A pesar de que se decretaba la cuarentena y los barcos sospechosos de contagio portaran la bandera amarilla fondeando fuera del puerto, se tenían contactos clandestinos con ellos, llegando, de esta manera, la infección a la isla.
Los médicos que trataban las pestilencias no sabían cómo se contraían estas enfermedades. Por ello, usaban estos trajes negros con pico de ave, que pensaban que eran útiles. Se equivocaban.