Estamos ante una Relación difundida tempranamente de la cual Bonnet infirió que había sido escrita para refutar la Crónica Anónima de La Laguna o “lagunense”, cuya propensión hacia personajes como Juan Rejón y Alonso Jaimes de Sotomayor habría sido contrarrestada por un soldado llamado Antonio Cedeño, a quien fray José de Sosa denominó “cronista amanuense” al no mentar su nombre la versión que había utilizado. Esta autoría aparente intentó resolverla Millares Carló cuando propuso que un testigo participante en la campaña bélica apellidado Cedeño podría haber escrito el relato y luego morir en la conquista de Tenerife. Por tanto, la obra y el texto refutado deberían de ser anteriores a 1494 mientras sus adiciones llegaban al siglo XVII. Millares –editor de la denominada Crónica Primitiva o “matritense”– despejó la duda sobre cuál habría sido el texto refutado por Cedeño demostrando que el “lagunense” era posterior a lo que se había dicho.
Las versiones del cronista amanuense
Millares y Serra fueron los primeros en sistematizar los manuscritos de Antonio Cedeño. Uno propuso dos versiones, al otro una tercera le pareció más fiable. Para Serra la existencia del soldado Cedeño era admisible aunque le resultaba oscura su vinculación con la Historia que lleva su nombre, aventurando su cronología y la del “lagunense” –con una ligera posterioridad al “matritense”– entre 1542 y 1545 siguiendo la datación de la lista de los obispos mencionados.
A) “Brebe resumen y historia muy verdadera de la conquista de Canaria, scripta por Antonio Cedeño, natural de Toledo, vno de los conquistadores que vinieron con el general Juan Rexón”, consta de XVII capítulos y fue publicada primeramente con el apellido Sedeño (de ahí su denominación más divulgada) en el tomo X de la revista El Museo Canario en 1901.
B) “Conquista de la isla de la Gran Canaria” que posee una referencia en su página 62 que reza “Aquí se acabó lo que en este caso se pudo escribir, diciendo verdad, lo que toca a la conquista y algunas costumbres de los canarios. Escribió Antonio Sedeño, natural de Toledo, uno de los conquistadores que vinieron con Juan Rejón, que llamaban los Pardillos. Murió en la conquista de Tenerife, donde fue con Alonso de Lugo, adelantado de Canaria”.
C) “Historia de la Conquista de la Ysla de Canaria, escripta por Antonio Cerdeño, natural de Toledo, vno de los Conquistadores que vinieron con Juan Rejón, el cual murió en la Conquista de Tenerife donde fue con Alonso de Lugo adelantado de Canaria, con la introdusión y algunas anotaciones al fin por el Canónigo Pedro Zervantes, natural de dicha Ysla, hechas en el año de 1620, la qual se sacó de un libro de dicho Sr. Prebendado para poner en la librería de este Convento y Estudio general del Sr. Sn. Pedro Martyr de Canaria, año de 1732”.
Según M.R. Alonso las tres versiones parecen variantes de un original extraviado, que defiende a Pedro de Vera y a los indígenas canarios, estimando que si Cedeño murió el año 1494 en la batalla de La Matanza (Tenerife) no pudo ser el autor de la obra, si bien no concedió crédito a la ausencia de su nombre en la lista de conquistadores citados por Antonio de Viana.
Murmullos y legajos
Más suerte tuvo Alonso al extraer de la versión B) la utilización de “los papeles” del licenciado Juan Bautista Espino, Racionero de la Catedral de Santa Ana desde 1595 hasta su fallecimiento en 1668. López de Toro añade que fray Juan de Abreu Galindo, que escribió su Historia entre 1592 y 1602, fue coetáneo de Espino y lo visitó en el templo catedralicio. Ello supondría que la B) hubo de ser anterior entre 18 y 28 años a la C) realizada por Cervantes en 1620. Por tanto, algunas alusiones inducen a pensar en la existencia de uno o más amplificadores.
Cioranescu no concedió valor ni a la cronología ni a la atribución de un presunto soldado de la conquista, pues el galdarense oculto tras el seudónimo de Cedeño habría sido Diego de Carvajal Quintana y Guanarteme, capitán y vecino de Gáldar, escribano público de Agüimes entre 1637 y 1651, conocido autor de una “Relación de la conquista de las islas Canarias” del que se tiene noticia –según Millares Carló– por el genealogista fray Juan Suárez de Quintana.
Morales Padrón concedió prioridad a la versión A), más sencilla que las restantes aunque enriquecida con diversas interpolaciones, cuyo cuerpo primigenio abarcaría los capítulos I al XIII, mostrándose dubitativo sobre si pudo ser redactado por un conquistador que murió en Tenerife porque su interés etnológico por los nativos le pareció a Morales más propio de un fraile que de un soldado. A causa de este indigenismo Martín de Guzmán sugirió que podría haber sido escrito por un isleño vinculado con la nobleza galdarense o que tras ‘Cedeño’ pudiera ocultarse un judío converso como Alonso de San Clemente, escribano de Gáldar a comienzos del XVI, del mismo nombre que el otro citado por P.A. del Castillo en una probanza e información solicitada por Luisa de Guadarteme el 31 de agosto de 1528. A quien Cedeño menciona también de esta otra manera: “Afirma la hija de el Rey Guanartheme que Luisa de Vetancurt se huió casi a media noche, i se leuantó de dormir de su lado i no la sintió salir, i a el abrir la puerta de la casa de su tío que era mui grande y hacía mucho ruido salió sin sentirlo ni aun los perros que tenía fuera en el patio, que eran muchos i feroces, lo qual se tubo por mucho misterio”.
Epílogo
Considerando la dedicación religiosa del autor y la ascendencia autóctona subyacente en la obra propondríamos a fray Juan de Agáldar, contemporáneo de la época testigo de una transacción protagonizada en esa localidad por Batista de Riberol y Fernando de Montemayor el 28 de abril de 1492. Su manejo de fuentes orales directas, el conocimiento de la etnia canaria y los imponderables de su tiempo, avalarían unos testimonios que –por así decirlo– discretamente murmuraba al pergamino.
“Yo oí afirmar a muchos Canarios viejos que fueron entonces, i todos concordaban en esta verdad, que Guanarteme hizo reseña quando llegaron los spañoles de nuebe mil canarios de pelea, otros dicen que fueron dies mil i más”.
Dr. José Juan Jiménez González, Conservador del Museo Arqueológico de Tenerife