Iniciamos a partir de este punto un breve recorrido por la protohistoria de las islas del archipiélago canario, a excepción de Tenerife, isla que tratamos de forma específica en la primera planta. Pero antes de emprender un rápido viaje a la etapa prehispánica de Canarias, en esta pequeña sala realizaremos una introducción a cada territorio insular y su más antigua historia, invitándole a consultar de forma interactiva los principales indicadores geográficos, demográficos, económicos y culturales actualizados de las islas.
Los primeros habitantes de El Hierro, la isla menor y más alejada del continente africano, fueron los bimbaches o bimbapes. Su actividad económica giraba en torno a la ganadería de cabras, ovejas y cerdos. La pesca o el marisqueo, como atestiguan los numerosos concheros repartidos por la isla, y la recolección terrestre, proporcionaron un complemento alimenticio importante. También está constatado el cultivo de cebada. En época aborigen la isla estaba poco poblada. Los bimbaches vivían en pequeñas comunidades, en cuevas naturales o juaclos y en cabañas de planta circular. Realizaron distintos utensilios trabajando el barro, la piedra, el hueso, las conchas, la piel y la madera.
La isla cuenta con las primeras manifestaciones rupestres conocidas del archipiélago. La impresionante colada lávica que recorre de cumbre a mar El Julan contiene largas series de motivos geométricos, figurativos y alfabéticos, de los que ofrecemos varios ejemplos, que nos hablan del significado socioeconómico que tuvo este paisaje entre la población bimbache. Próximo a esa colada, junto a cuevas funerarias, concheros y restos de diversas construcciones, se encuentra el denominado Tagoror que reproducimos en la maqueta, lugar de celebración de actos colectivos de carácter ritual presididos por el único rey de la isla.
El Hierro registra el mayor número de inscripciones líbico-bereberes del archipiélago. Uno de los mejores exponentes de esta escritura es el llamado Tablón de Guarazoca, fechado en torno al siglo X d. C., procedente de la necrópolis Hoyo de los Muertos. Realizado con el duramen del pino, la tea, el tablón posiblemente corresponde a un chajasco o parihuela donde se transportaba y posteriormente se depositaba el cuerpo del fallecido hasta encontrar su último reposo en la cueva funeraria. De forma excepcional, como podemos observar, el tablón contiene en una de sus caras una inscripción formada por trece caracteres líbico-bereberes cuyo significado aún desconocemos.
La Gomera, pequeña isla de accidentada orografía, posee rasgos culturales comunes a otras islas en lo que respecta a un modelo económico basado fundamentalmente en la ganadería, aunque conocieron también la agricultura, y una tradición cerámica que hunden sus raíces en el ámbito bereber. Pero La Gomera también presenta elementos propios como son los enterramientos en posición fetal y las fosas excavadas en las laderas, aunque los depósitos en cuevas funerarias siguen siendo el modelo más conocido.
Los ajuares suelen incluir frecuentemente algún objeto de madera, como el recipiente que podemos contemplar en la vitrina central, y que presenta una gran asa en la que destacan unos signos incisos. En torno al Garajonay, la mayor elevación insular sobre la que los antiguos gomeros levantaron ciertas estructuras destinadas al culto religioso hacia los siglos V-VI d. C., existen importantes bosques de laurisilva que debieron constituir un recurso de primer orden.
A la llegada de los europeos, el territorio gomero se dividía en cuatro bandos. Los asentamientos humanos, en cuevas y pequeñas cabañas, se concentran especialmente en el sur. En esta zona se localizan también numerosas aras de sacrificio o pireos, construcciones bien caracterizadas localizadas en lugares elevados y donde se quemaban distintas ofrendas alimenticias, especialmente cabras y ovejas. Los abundantes concheros, en cambio, se localizan preferentemente en la costa norte, sin relación evidente con aquellos espacios habitados de la mitad meridional.
Tanto la maqueta como la fotografía que vemos tras ella corresponden a la denominada Fortaleza de Chipude, en Vallehermoso. Se trata de una altiplanicie difícilmente accesible, lugar de gran simbolismo interpretado como otro importante espacio de carácter sagrado en el que se encuentra un conjunto de hogares, grandes piedras hincadas y otras construcciones relacionadas con aras de sacrificio o pireos que participarían en la celebración de diversos rituales colectivos en honor a Orahan, dios de los primeros gomeros.
Los benahoaritas o auaritas, como tradicionalmente se conoce a las poblaciones prehispánicas de La Palma, tenían su isla dividida en doce cantones en el s. XV, a la llegada de los europeos. Aquellos primeros grupos humanos nos han dejado muestras de una indudable personalidad cultural. Elementos desconocidos en otros ámbitos, como los denominados boomerangs, son buena prueba de ello. Dos de estas últimas piezas, cuyas reproducciones exponemos en la parte inferior de la vitrina, proceden de una cueva funeraria localizada en Breña Alta. Forman parte de un conjunto original compuesto por cuatro objetos de madera de tea muy bien tallada y pulimentada que quizá acompañaron a algún personaje destacado dentro de una sociedad estratificada cuya base económica principal era la ganadería.
Pero quizá lo que más identifica a La Palma prehispánica son sus manifestaciones rupestres y su cerámica, con una gran profusión decorativa como podemos apreciar en estos recipientes. Sus diseños recuerdan en muchos casos a los motivos de los grabados insulares, con un predominio absoluto de la línea curva, como se observa en el importante complejo rupestre de La Zarza-La Zarcita, enclavado en la zona noroccidental de la isla, área especialmente rica en recursos hídricos.
El yacimiento de Belmaco, en Mazo, constituye uno de los asentamientos más emblemáticos de la isla. Esta enorme cueva o caboco, que podemos ver reproducida en la maqueta, se abre en el tramo medio del cauce de un barranco y ofrece excelentes condiciones de habitabilidad, estando ocupada desde los siglos VII-VIII d. C. hasta fechas recientes. De sus más de 3 m. de sedimentos arqueológicos se ha recuperado una enorme cantidad de cerámica y objetos de piedra y hueso junto a varios hogares y abundantes restos de alimentación: cabra, cerdo, moluscos, cebada y diferentes frutos recolectados. Del yacimiento también proceden grandes bloques de piedra con interesantes grabados.
La arqueología de Gran Canaria caracteriza a una sociedad muy jerarquizada y con una estructura protourbana en donde la agricultura constituyó la actividad económica de mayor peso. Las cronologías obtenidas hasta el momento sugieren que su poblamiento estable acontece a partir de los siglos II-III d. C., siendo las zonas de interior y medianías las que se ocuparon en primer lugar. Cuando llegaron los españoles, la isla estaba dividida en dos guanartematos: Telde y Gáldar. Al frente de cada uno de ellos estaba el guanarteme, su máxima representación. Los primeros canarios realizaron sus viviendas en cuevas, tanto naturales como excavadas, pero también construyeron sólidas casas de piedra de tendencia circular u oval al exterior que presentan una planta cruciforme en su interior.
En la maqueta reproducimos el Túmulo de La Guancha, en Gáldar. Esta fue una zona muy fértil y especialmente propicia para la práctica agrícola, estando densamente poblada en época prehispánica. La necrópolis está asociada a varios núcleos de población costeros. Es una gran construcción circular de piedra con una ordenación espacial bien planificada y dispuesta en anillos concéntricos divididos radialmente en su interior. En el centro de esta estructura, y a mayor altura, se localiza el enterramiento principal, que corresponde, muy probablemente, a un personaje de gran relevancia social. En un nivel inferior y en torno al anterior, se disponían hasta un total de 42 inhumaciones en fosas y cistas que están fechadas entre los siglos XII-XV d. C. Esta distribución es claro reflejo de la gran complejidad observada en la sociedad prehispánica grancanaria.
La cerámica de los antiguos canarios es una manufactura de excelente calidad como podemos observar en este ejemplo que reproduce una vasija pintada con motivos astrales, empleada probablemente en algún tipo de ceremonia o ritual religioso. También mostramos otras manifestaciones únicas de esta isla, como las denominadas pintaderas, objetos de difícil interpretación, relacionados generalmente con la identificación de la propiedad o el adorno corporal, y los ídolos, de una variada tipología, entre los que destacan las figuras femeninas de atributos sexuales destacados que posiblemente estén relacionadas con la fecundidad.
Son dos los territorios en los que estaba dividida la isla cuando se produce la llegada de los conquistadores normandos a principios del s. XV. Las relaciones entre ambos reinos, Guise y Ayose, según nos relata la más antigua crónica sobre la isla, Le Canarien, eran de gran hostilidad. En la localidad de La Pared se encuentran aún vestigios del muro de piedra que separaba Jandía del resto de Fuerteventura. Pero los textos citan, además, otra muralla en la zona central, donde se concentra el mayor número de yacimientos.
En esta zona se encuentra el poblado de La Atalayita (Antigua), que podemos apreciar en la maqueta. Su localización, en un área de malpaís, lo pone en relación directa con el mantenimiento del ganado caprino, principal actividad económica de los majos o mahos, antiguos habitantes de la isla. Estas formaciones lávicas, que retienen muy bien la humedad, constituyen una reserva de pastos fundamental en lugares tan áridos como Fuerteventura. El poblado aborigen, reutilizado posteriormente, se compone de más de un centenar de construcciones. Entre las características más notables de muchas de estas estructuras es que han sido realizadas con la misma escoria volcánica del entorno, que tienen el suelo rehundido y que presentan dimensiones muy reducidas, motivo por el que difícilmente se las puede considerar como viviendas. La entrada es muy angosta y baja y los techos, también de piedra volcánica, son de falsa bóveda, cerrados por aproximación de hiladas.
Al norte encontramos otro de los yacimientos arqueológicos más emblemáticos de Fuerteventura, la Cueva de Villaverde (La Oliva), tubo volcánico que fue utilizado como vivienda en el s. III d. C. y posteriormente sirvió para acoger las inhumaciones de un hombre adulto y un niño en una relación de proximidad, como se muestra en el dibujo, de la que podemos deducir una estrecha vinculación afectiva. Otro dato de interés aportado por el estudio de esta cueva resulta del análisis de los carbones de especies vegetales que nos indica que la isla conoció un periodo más húmedo que el actual y que los primeros majoreros practicaron la agricultura. La cerámica representa una de las manufacturas de mayor calidad técnica realizada por los majos. Un buen ejemplo es este tofio, peculiar recipiente con un ancho vertedero para facilitar el trasvase de líquidos.
La isla, profundamente afectada por una degradación creciente de su cubierta vegetal y por erupciones volcánicas recientes, tiene una zona central de gran interés desde el punto de vista arqueológico. Es allí donde se encuentra el poblado amurallado de Zonzamas (Teguise) fechado desde el s. VII d. C. hasta épocas recientes, en una pequeña elevación sobre un extenso y fértil valle agrícola.
Este singular y complejo yacimiento, representado en la maqueta, consta de varios conjuntos. La denominada Peña de Zonzamas se encuentra rodeada por una muralla de enormes bloques de piedra que encierra también varias estructuras. En su interior existe un tubo volcánico, la Cueva del Majo, dividido internamente en distintos espacios. Esta zona es conocida tradicionalmente como Palacio de Zonzamas, residencia del último rey de la isla. En torno a la Peña se encuentran viviendas que responden al tipo de casas hondas con planta circular y construidas por debajo del nivel del suelo, estrategia arquitectónica bien conocida en las islas orientales que pervive tras la colonización europea. Existe también un recinto rectangular semisubterráneo, posible almacén, y otras estructuras polilobuladas de funcionalidad desconocida.
Los últimos trabajos arqueológicos realizados en Zonzamas confirman la importancia de este núcleo de asentamiento en la historia insular, registrando los momentos iniciales protagonizados por los majos, la fase de contacto intercultural entre el mundo aborigen y europeo, y la misma erupción del Timanfaya en el s. XVIII. Otro de los hallazgos importantes lo constituye la presencia de restos humanos infantiles de época prehispánica.
De este lugar proceden también elementos de gran interés por su iconografía. Grandes bloques de piedra tallados, pequeñas placas pulimentadas y objetos singularmente trabajados que forman un conjunto de piezas de tipología desconocida en el resto de las islas. Entre ellas, una figura femenina sedente realizada en arenisca cuya reproducción podemos ver a la derecha, tras la maqueta, que recuerda a la diosa egipcia Tueris, divinidad protectora de las embarazadas y la infancia cuyo culto fue muy popular en el Mediterráneo. Otras manifestaciones cercanas que subrayan la importancia de Zonzamas son la denominada Quesera, formada por anchos canales longitudinales labrados en el suelo, y la Peña del Letrero, estación de grabados rupestres con interesantes inscripciones alfabéticas.