Comenzamos nuestro recorrido en este ámbito introductorio en donde convergen los itinerarios del Museo Arqueológico y del Museo de Ciencias Naturales para abordar, desde una doble perspectiva, el poblamiento humano (textos sobre fondo azul) junto a la biodiversidad y la evolución de las especies (textos sobre fondo verde) que encontramos en nuestro archipiélago.
En lo que se refiere a la colonización humana, la llegada de los primeros grupos a Canarias estuvo marcada por factores geográficos, culturales, tecnológicos y económicos. La obtención de determinados recursos pudo justificar el traslado de gentes norteafricanas hasta este archipiélago atlántico. Nuestras aguas conforman un área de gran riqueza pesquera. Ánforas romanas halladas en nuestros mares sugieren que la pesca pudo ser una importante motivación para el poblamiento de Canarias. En la Antigüedad, la industria de salazones o salsas de pescado como el garum constituyó una lucrativa actividad. El tinte púrpura obtenido del molusco marino que recibe el mismo nombre y que podemos observar, junto a otras materias tintóreas de origen vegetal como la orchilla, también fue un importante recurso económico y una manifestación de exclusividad y poder en la Antigüedad. Su elevado precio pudo rentabilizar el coste del largo viaje hasta las islas como parece desprenderse de la existencia de un taller romano altoimperial de producción de púrpura en el islote de Lobos, situado entre Fuerteventura y Lanzarote.
Posteriormente, el declive de Roma y la pérdida de interés hacia las islas desde el s. IV d. C., determinó el aislamiento y la adaptación de cada grupo humano a su entorno insular dando lugar al origen de las denominadas culturas canarias hasta la colonización europea del archipiélago, proceso que culminó a finales del s. XV d. C.
En Tenerife, la cultura guanche prehispánica presenta unos rasgos propios bien definidos como tendremos ocasión de ver.