Los primeros habitantes de Tenerife realizaron inscripciones y grabados rupestres en superficies rocosas emplazadas en montañas, roques, morros y pitones, vinculadas con ámbitos rituales, cultuales y funerarios.
Las expresiones rupestres guanches se practicaron con técnicas de ejecución incisa, piqueteada, desbastada, abrasionada, alisada y de percusión, representando motivos geométricos (cuadrangulares, rectangulares, triangulares, reticulares, cruciformes, escaleriformes, romboidales, ovales, circulares, semicirculares…), figurativos (antropomorfos, zoomorfos, podomorfos y naviformes) y –en menor medida– alfabéticos. Como –por ejemplo– los descubiertos en Fustín y Aripe (Guía de Isora), La Pedrera (La Laguna), Malpaso y Risco Bisechi (Arona), Morro Grueso y Fañabé (Adeje), Barranco del Muerto y Tamadite (Santa Cruz de Tenerife), Roque Largo (Buenavista del Norte), La Centinela y El Cabuquero (San Miguel), entre otros.
También conocemos lugares de culto tipificados por la presencia de figuras, canalillos, cazoletas y pocetas excavadas. En estos yacimientos hay elementos rupestres relacionados con el culto astral y natural que referencian las fuentes etnohistóricas, como en Pico de Yeje (Buenavista del Norte), Montaña de Dos Hermanos (La Laguna), Llanos de Ifara (Granadilla), La Hondura y El Almenar (Vilaflor) o el Roque de La Abejera (Arona).
En consonancia con los motivos rupestres destaca su analogía con la decoración lineal, impresa y puntillada presente en cerámicas guanches descubiertas en Las Cañadas del Teide (La Orotava) que hemos dado a conocer y publicado en otras ocasiones.
Dr. José Juan Jiménez González, conservador del Museo Arqueológico de Tenerife