La articulación territorial de los guanches de Tenerife estuvo supeditada al aprovechamiento de los recursos organizando la isla en demarcaciones que coincidían con las comarcas naturales, cuya disponibilidad propició rivalidades internas lideradas por sus respectivos jefes-guerreros como estrategias adaptativas para la supervivencia.
Las fuentes etnohistóricas reiteran la existencia de secciones tribales, típicas de los sistemas segmentarios bereberes. Todas ellas poseían un territorio adscrito a los linajes y clanes que acabaron constituyendo los menceyatos de Anaga, Güimar, Abona, Adeje, Daute, Icoden, Taoro, Tacoronte y Tegueste.
El depositario carismático del antecesor mítico de los guanches fue el mencey de Adeje, como refleja el reparto de datas (tierras y aguas) tras la conquista castellana, coincidiendo su menceyato con el que detentó el más emblemático de los clanes arribados a Tenerife por la zona de calmas del sur/suroeste de la isla, desde donde se promovió la paulatina colonización y el poblamiento insular, según la oralidad algo desdibujada recogida por fray Alonso de Espinosa a fines del siglo XVI: «…y se juntaron e hicieron su habitación junto a Icod, que es un lugar de esta isla, y el lugar de su morada llaman en su lengua Alzanxiquian abcanahac xerac, que quiere decir: ‘Lugar del ayuntamiento del hijo del grande’».
Dr. José Juan Jiménez González, conservador del Museo Arqueológico de Tenerife