Durante el verano hemos sido testigos de varias noticias relacionadas con vestigios paleontológicos hallados en las islas o en su entorno próximo, que ponen de manifiesto la interesante biodiversidad que habitaba Canarias en el pasado. El hallazgo de nuevos huevos fósiles de aves no voladoras, semejantes a los avestruces actuales, en el yacimiento de Órzola (Lanzarote), o de dientes fosilizados del mayor depredador de los océanos, el tiburón megalodón (Otodus (Megaselachus) megalodon), en las laderas batiales del banco submarino de Concepción, ha acercado al público al apasionante mundo de la paleontología. Algunos piensan que en Canarias no se puede trabajar en paleontología por el hecho de ser islas volcánicas relativamente jóvenes. Sin embargo, los numerosos estudios que se han realizado y continúan realizando en el archipiélago, han contribuido a ir cambiando la tradicional imagen de unas islas con un presente biológico, pero sin pasado.
La formación de las islas Canarias está relacionada con el movimiento de las placas continentales provocado por la apertura de la dorsal atlántica, que se inició hace unos 200 millones de años. Se estima que en la zona de Canarias, desde hace unos 60 millones de años, existe un punto caliente que ha generado un rosario de islas, algunas ya sumergidas. Los cambios geológicos acontecidos durante ese dilatado tiempo han dado origen a una fisonomía insular actual muy diferente a la del pasado, cuando llegaron a existir edificios volcánicos semejantes al Teide en Fuerteventura, que se desmantelaron de forma brusca.
Los estudios de batimetría multihaz de las últimas décadas han aportado significativos datos sobre la geomorfología del fondo oceánico, como puede ser el descubrimiento de varios montes submarinos al noreste de Canarias (Dacia, Concepción, Amanay, etc.) y de Madeira (Ormonde, Gettysburg, Ampere, etc). Este conjunto de edificios sumergidos, junto con las islas emergidas actualmente, más el resto de archipiélagos macaronésicos, ha sido denominado Paleo-Macaronesia por el grupo de Biogeografía y Ecología Insular de la Universidad de La Laguna, liderado por el catedrático J.M. Fernández-Palacios.
La escasa profundidad a la que se encuentran algunos de estos montes submarinos (Amanay, a 25 m y Concepción, a 120 m) indica la posibilidad de que estuviesen emergidos, aunque sea en forma de atolones, hace relativamente pocos millones de años, contribuyendo a la dispersión de fauna y flora desde el continente hacia las islas. A finales del Neógeno (en torno a los 6-4 millones de años), el clima de esta región estaba marcado por una mayor pluviosidad y una temperatura atmosférica más alta, es decir, se trataba de un clima tropical. Las especies de moluscos que aparecen en los yacimientos paleontológicos de esta época en Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote indican la existencia de condiciones más cálidas. Por ejemplo, las conchas del bivalvo Saccostrea cucculata, especie que en la actualidad se distribuye en zonas de manglares del golfo de Senegal, son muy numerosas en esos depósitos. La variedad de especies fósiles y su abundancia indica también que se trataba de aguas bastante productivas, que atraerían a grandes depredadores como podría ser el megalodón, tal y como ha puesto de manifiesto el reciente descubrimiento de Pedro Pascual Alayón, técnico del Instituto Español de Oceanografía, en colaboración con Franco Cigala, profesor de paleontología y especialista en tiburones de la Universidad de Parma (Italia).
Rhopletz y Simonelli, en 1890, estudiaron la fauna fósil del mejor yacimiento paleontológico marino que ha existido en Canarias, la Terraza de Las Palmas, de 6 millones de años. En aquel momento citaron la presencia de dientes del tiburón megalodón, si bien estos restos están muy deteriorados. Aún así, los dientes procedentes de este yacimiento, depositados en la colección de fósiles del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, serán objeto próximamente de una revisión por el mencionado especialista, contribuyendo así a una reconstrucción paleoambiental más pormenorizada de nuestro entorno geográfico hace 5 millones de años.