Un aséptico pasillo se abre paso junto al frondoso patio. Los rayos de sol se cuelan tímidamente por ramas y hojas otorgando una luz caleidoscópica al espacio.
La sala acorazada se presenta a sí misma. Un inmenso panel comienza un viaje hacia el origen de los tiempos. Cronología matemática de la evolución humana, pasado y presente estirados en su largura en una línea imaginaria. Millones de años en décimas de segundos. Fortunatae Insulae siempre presente. No muy lejos…, desde el interior de la sala se escucha el rugir de la tierra indómita, presagio de vida emergente.
Un archipiélago se dibuja en medio de las aguas del serpenteante Atlántico. Junto a él, reposan en silencio unos parientes cercanos. Algunas veces, con muy poca frecuencia, se escucha el quejido de sus ínsulas y, otras, muy pocas, se las siente moverse. Pero, todas ellas, sin duda “islas afortunadas”, conviven y celebran su suerte.
El rugido resuena cada vez más cerca, desde el mismo centro de las entrañas de la corteza terrestre. Su presencia te envuelve y su energía te atrapa. Despierta está ya la bestia que antaño dormitaba.
Descubre el telón la imponente presencia la del enhiesto volcán. Escupe el demonio enfurecido toda su rabia contenida en forma de incandescentes cuerpos polimorfos. Esculpidos por la madre naturaleza reposan en vitrinas cristalinas.
Empuja con fuerza animal la bestia hervorosa hasta arrojar toda su furia abrasadora. Entonces… todo se cubre con un manto espeso de fuego eterno que arrasa, devasta, destruye… y crea…, crea tierra.
Un punto caliente es la antesala de la vida. Sacude el mar su pesada estructura y surge dese el fondo del océano una fuerza creadora que otorga a cada isla su lugar.
Entonces comienza la colonización de especies que viajan a tierras desconocidas sin pretensiones, sin equipaje, únicamente a merced de fuerzas de la naturaleza que las conducen hacia un futuro incierto. Algunas llegan, se adaptan y se quedan. A otras les puede la morriña y regresan con los suyos. Muchas de las que permanecen metamorfean y se reinventan. Otras, simplemente crecen y crecen sin motivo aparente. Aciago futuro les espera a aquellas que se desvanecen en el camino.
El paisaje volcánico pintado de grises ceniza, negros cobalto, ocres y rojos se cubre de verdes, azules y amarillos. Una explosión de color y vida que ocupa aire, mar y tierra.
Y en la estancia contigua…, un escenario escalonado de vegetación y organismos que se adaptan a un clima cambiante en un ascenso vertiginoso hasta la cima.
Cierran el ciclo imponentes imágenes que resaltan la belleza de paisajes naturales que eclosionan con formas y tonalidades propias. Surge la vida a partir de una arrolladora energía creadora que ilumina y conforma un paraíso isleño en medio de un inmenso y dilatado océano.
Despierta a la vida la tierra dormida,
pico diamante, purgatorio de Dante,
brújula de navegantes,
hasta Ulises creyó divisarte.
Carmen Nuria Prieto Arteaga
Unidad de Difusión y Comunicación de Museos de Tenerife