Con el despertar de las grandes rutas comerciales el mundo se hizo más pequeño, más cercano, y eso también sirvió para empezar a conocer las muchas criaturas que lo habitaban. Los avances científicos han puesto de manifiesto un elenco aún mucho más amplio. Pero, para avanzar, a menudo es necesario que desaparezcan barreras, más allá de las geográficas, que han hecho de este planeta un lugar inseguro y peligroso.
Son conflictos de distinta índole: política, religiosa, cultural o por recursos energéticos, pero todos tienen efectos colaterales sobre la biodiversidad. Se destruyen hábitats naturales a un ritmo vertiginoso arrastrando en su caída a muchas especies, algunas quizás desconocidas en el ámbito científico, y que nunca llegarán a conocerse. Un conflicto que se atenúa es el resquicio para que muchos tesoros naturales salgan a la luz, a menudo peligrosamente cercanos a la extinción.
Aquellos osados viajeros que arribaron a islas remotas tuvieron en sus manos criaturas increíbles, y para muchas el infortunio no pudo ser peor ya que pagaron con sus vidas el privilegio de haber sido descubiertas. El Dodó es un buen ejemplo. Los casos de anfibios como la salamandra gigante China o mamíferos como el lesula demuestran el inmenso patrimonio natural oculto bajo el tupido manto de lo remoto o lo prohibido.
Charla, abierta al público, dentro del curso “Los detectives de naturaleza”.
Por Guillermo Delgado Castro, Biólogo del Museo de Ciencias Naturales.
Día: 26 de abril.
Lugar: Museo de la Naturaleza y el Hombre.
Hora: 19:30h.
Derechos de imagen: http://creativecommons.org/licenses/by/2.5/deed.es