La cooperación, que no es privativa del ser humano, es una estrategia grupal que permite alcanzar un fin propuesto que supera las posibilidades de un único individuo. Además de ser una herramienta muy efectiva para llevar a cabo tareas complejas, la cooperación deriva en conciencia y cohesión de grupo, reforzando los lazos de identidad social. La puesta en marcha de acciones cooperativas puede incluso inclinar la balanza hacia la supervivencia de una comunidad en momentos complicados. De esta forma, objetivos que de otra manera hubieran sido imposibles de realizar, pueden ser alcanzables, proporcionando a los que vienen detrás tácticas o habilidades que se transmiten de generación en generación, y que terminan por formar parte de su acervo cultural.
Entre nuestros primeros esfuerzos comunitarios están las técnicas de caza grupal, a través de las cuales pudimos competir exitosamente con grandes y feroces animales desde la prehistoria. El traslado de enormes piedras y la erección de admirables monumentos megalíticos constituye otro de los grandes hitos colectivos.
La solidaridad también es un mecanismo ancestral que nos permite identificarnos con otros a través de la empatía. Los cuidados familiares o intergeneracionales son una evidente muestra de ello. Pero también la ayuda desinteresada que pueden brindar aquellos con más experiencia, formación, salud o recursos económicos hacia personas y grupos vulnerables que pasan momentos duros durante una emergencia o situación extraordinaria.
Esta emergencia puede presentar muchas caras, como bien sabemos. Entre ellas, las guerras o los conflictos violentos son la amenaza más destructiva para la humanidad por el número de muertos, heridos y enfermos producidos en muy poco tiempo, sin hablar de las secuelas en el terreno económico, social y psicológico. En ese contexto entenderemos muchas de las expresiones que estos días describen la pandemia del coronavirus con un lenguaje bélico y en el que nuestro enemigo a derrotar, esta es la mayor diferencia, es invisible.
Frente al colectivismo que representa la cooperación y la solidaridad más innatos y añejos, el individualismo que ejemplifican hoy algunos países miembros de nuestra Unión Europea cuestiona la credibilidad en una institución comprometida desde su fundación a fomentar la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros peroque no es capaz de pelear por un objetivo común y se parapeta tras sus propias fronteras nacionales, sin entender que vivimos una amenaza transnacional que exige una respuesta conjunta. De otra forma, superada la crisis sanitaria, sus consecuencias aumentarán la desigualdad social y harán aún mayor la brecha entre países ricos y pobres.
No olvidemos las lecciones que nos da la historia. La estrategia del “sálvese quien pueda” no es beneficiosa para nuestra especie. Volvamos a invocar en las instituciones internacionales y sus líderes la cooperación y la solidaridad que sí está mostrando la ciudadanía de a pie. Ese es el camino.
Carmen Benito Mateo
Arqueóloga del MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología