Durante dos semanas, he tenido la oportunidad de conocer las islas de São Miguel y Santa Maria del archipiélago de las Azores. En el primer caso, durante la asistencia a la reunión científica del Regional Committee on Neogene Atlantic Stratigraphy, celebrado en Ponta Delgada del 10 al 13 de julio, hemos presentado tres comunicaciones para dar a conocer los resultados de la línea de investigación sobre las asociaciones de moluscos fósiles del Neógeno de las islas Canarias que se desarrolla en el Área de Paleontología y Geología del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. Esta reunión constituye un foro fundamental de discusión e intercambio de ideas de los investigadores que trabajamos en los depósitos marinos del Mioceno y Pleistoceno del litoral atlántico
Durante la siguiente semana hemos participado en el workshop internacional «Paleontology in Atlantic islands», celebrado en Santa Maria entre el 14 y 21 de julio, junto a colegas de diferentes instituciones científicas. Este trabajo intensivo de campo y presentaciones ha permitido conocer el extenso patrimonio paleontológico de la isla más antigua del archipiélago lusitano, al mismo tiempo que plantear nuevos trabajos de investigación.
Los yacimientos paleontológicos del Mioceno y Plioceno de Santa Maria contienen un importante registro de icnofósiles, es decir, de fósiles producidos por la actividad de los animales que vivían sobre el fondo marino, y que nos permiten conocer datos como la profundidad o el tipo de sustrato en el que se desarrollaban. Es el caso de los afloramientos que se encuentran entre Malbusca y Ponta Castelo, en el sur de la isla, o de Punta del Norte, en el noreste. Asimismo, algunos de los yacimientos visitados constituyen espectaculares acumulaciones de conchas de moluscos bivalvos, tal es el caso de Pedra-que-Pica, también en la costa sureña, entre los que destaca las enormes conchas de Gigantopecten latissimus, incluidas en una matriz de algas calcáreas (rodolitos).
En lo que se refiere a los depósitos fósiles más recientes, los pertenecientes al último estadio interglaciar (hace unos 130 000 años), son de escasa extensión, si los comparamos con los existentes en Fuerteventura o Lanzarote. Pero al igual que estos, constituyen un importante testigo de la distribución de las especies tropicales hasta estas latitudes septentrionales cuando las condiciones ambientales eran mucho más cálidas que las actuales.
Esther Martín González
Conservadora de Paleontología y Geología del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife