Cuenta Wootton (2017), en su espléndido libro La invención de la ciencia, que en 1571 el famoso ensayista Montaigne se retiró de su actividad profesional, ejercía por entonces de juez. Contaba a la sazón 37 años, un hombre joven para nuestro concepto actual de longevidad. Intentó entonces pasar el tiempo entre libros (una colección enorme de más de un millar de volúmenes), biblioteca en cuyos travesaños gustaba escribir citas de clásicos, en especial aquellas que destacaban la vanidad de la vida y las aspiraciones al conocimiento. De hecho, cuenta Wootton (op cit.) que hizo acuñar una moneda con las palabras ¿qué sé? insertas sobre el dibujo de un par de balanzas que no representaban –precisamente- la justicia, sino la incertidumbre, porque Montaigne, como sabemos, señores, dudaba de todo…No encontró la felicidad en esa, su nueva vida, y escribía de forma compulsiva como forma de terapia, una manera, parece ser, de hacerse compañía. Tenía razón al creer que los hombres y las mujeres de su época eran falibles cuando se trataba de comprender el mundo…. Hago esta exposición en relación al ciclo de conferencias titulado Transitus…cómo hemos cambiado que se desarrollará del 9 al 12 de mayo en el Museo de la Naturaleza y El Hombre, evento al que desde estas líneas les invito con gran afecto, prometiendo sorpresas a todos aquellos que nos acompañen en las disertaciones, debate, concierto y una cena teatralizada que, a buen seguro, hará las delicias de los que decidan optar por esta actividad para su tiempo de ocio. En dicho ciclo hablaremos sobre el mundo en que nos movemos, un mundo que se ha transformado, consecuencia del paso inexorable del tiempo, así como del pensamiento y la mano del hombre que han modelado aspectos variados de nuestra vida, cambiándolos en la mayoría de los casos positivamente, en otros no, y convirtiéndonos en receptores, utilizadores y adaptadores de todo aquello que trajo consigo la transición desde los antiguos a los nuevos tiempos.
Además nos preguntaremos, en relación al planteamiento de esta edición de Detectives de la Naturaleza, la influencia del desarrollo, cambio o evolución en la síntesis natura-cultura del hombre actual, Homo sapiens, al menos en aquellos entornos que se ajustan a nuestro concepto estandarizado de civilización del siglo XXI, es decir, afectos por nuevas tecnologías, la globalización, la accesibilidad para todos, contiendas –desgraciadamente- no solo sin solución de continuidad sino cada día in crescendo, así como preocupación por problemas sociales y medioambientales. Debatiremos ¿todo ha sido negativo? ¿qué hay de positivo en la transformación? ¿qué pudimos cambiar y qué no…? Cuestiones a las que responderemos a través de una amplio elenco de expertos (unos del staff del Museo y otros invitados externos) que abordarán el ayer y el hoy de interesantes asuntos que, a buen seguro, nos harán reflexionar sobre el papel del hombre en el poco tranquilo devenir del Planeta, eso sí…el único que tenemos, que tendremos.
Según Wootton (2017), aunque hemos aprendido a desarrollar un saber fiable, continuamos siendo tan falibles como siempre. Pensemos que el conocimiento actual resultará incompleto y limitado a los ojos de generaciones futuras. Podemos calcular la trayectoria de un cohete, secuenciar el ADN humano, identificar mutaciones que causan enfermedades o construir un acelerador de partículas, pero de acuerdo con Wootton (2017) esto no se podía haber hecho si la información estuviera malinterpretada. Por ello, apoyar/divulgar conocimiento (rigurosa y éticamente) es en cierta manera buscar un mundo mejor, un futuro mejor.
De hecho, la manera científica de pensar se ha convertido en una parte fundamental de nuestro devenir. Desde 1572, fecha en que Tycho Brahe –joven noble danés- descubrió una nueva estrella y la astronomía se convirtió –en cierta manera- en la primera ciencia moderna (por cierto le regalaron la isla de Ven y mucho oro…cómo han cambiado los tiempos…), quedamos atrapados en la Revolución Científica que transformó las capacidades de la humanidad. Sin ella no hubiera habido Revolución Industrial ni tecnologías de las que tanto dependemos y, en algunos aspectos, mejoran nuestra vida, que de lo contrario sería más corta y plena de incesantes y extremos esfuerzos.
Según los expertos, hoy se hace difícil elucubrar de forma retrospectiva en un mundo en que no se hablaba de hechos, hipótesis, teorías, y no se basaba en la evidencia, donde la naturaleza no tenía leyes. Coincidimos en señalar que la revolución científica se hizo invisible por su éxito extraordinario, nosotros –sin embargo- hemos hecho muy visibles errores cometidos, la mayoría de ellos vinculados al desprecio hacia el entorno natural que nos rodea.
Ante todo esto cabe preguntarse… ¿eran más felices los que vivieron en el Renacimiento o los que se hallaban expectantes a los acontecimientos de finales del siglo XIX? ¿Era más apacible la vida de un lánguido juglar que andaba por caminos polvorientos durante el Medievo soñando con una damisela, o un joven del siglo XXI siempre conectado con sus amigos a través de dispositivos móviles?
Pero, ¿y qué decir de la natura? En el caso concreto de Canarias, no olvidemos que según los estudiosos, caso de Viña Brito (2010), no es hasta el siglo XIX cuando el paisaje (medio natural) es visto con otra perspectiva, con ojos de científicos. A partir de entonces, las Islas se convirtieron en destino deseado para toda suerte de expediciones, investigadores y naturalistas que encontraron -en el Archipiélago- el laboratorio donde dar rienda suelta a su pasión por la naturaleza, impactados, diríase subyugados, por una natura canaria que hoy soñamos – fue otrora- incluso más fascinante que en la actualidad. Actualidad o tiempo llamado (por algunos expertos) Antropoceno, que está marcando visiones y actitudes diferenciadas respeto a la naturaleza.
Por todo ello, habría que referirse a lo expresado por Mann (2013)…”Todos formamos parte de un proceso mayor y complejo del progreso de vida en el Planeta…” o tal vez la solución hay que encontrarla en la extraña simbiosis natura-cultura de la que hablaremos en este ciclo de conferencias, Transitus…cómo hemos cambiado, un tránsito que no se ha frenado sino que -muy al contrario- cada día es más acelerado, está sucediendo ahora mismo, mientras usted lee estas líneas, y es que ya estamos en el mañana, en el mañana de la ciencia, de todas las disciplinas del conocimiento…
Les esperamos…
Dra. Fátima Hernández Martín
Directora del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife