Cuentan Martínez-Conde & Macknik (2017) en su trabajo: Finding the plot in science storytelling in hopes of enhancing science communication que, al igual que la proverbial caída de un árbol no puede ser conocida si no hay nadie alrededor, los descubrimientos en ciencia no tienen impacto en la sociedad a menos que se difundan. Por tanto, el acto de comunicar es intrínseco a la propia investigación. Y en una época de uso de nuevas tecnologías, crowdfunding y noticia inmediata, los investigadores anhelan (desean) comunicar sus resultados, no solo entre colegas con un lenguaje específico especializado en foros muy concretos (congresos, conferencias, presentaciones, papers…), también a un público más general y variopinto.
Y especialmente creemos que deben ser aquellos temas que preocupan a la sociedad, los que sean explicados de una manera más cercana. Como ya indiqué (Hernández, 2015) en un artículo titulado: Reflexiones sobre museos de ciencias naturales…” que publicaron diversos medios en relación a la divulgación en museos “…los científicos queremos (debemos) enamorar al público, hacer que el visitante vuelva porque ha leído un panel original, ha consultado un juego interactivo que le ha subyugado, ha visto una imagen impactante, ha visualizado una pieza de interés y hemos despertado su curiosidad, su sensibilidad en definitiva por saber más. El modus operandi debe facilitar el transmitir ese conocimiento, que se pueda comprender mejor y -por ende- respetar toda la amalgama de información que supone nuestro trabajo cotidiano, demasiadas cuestiones para quizá –en ocasiones- incomprensibles respuestas. Y aunque traducir disciplinas (ciencia) a un lenguaje sencillo, a distintos niveles, es una obligación de los que ocupamos puestos relacionados con el mundo de la ciencia/cultura, es una tarea no exenta de dificultad…”
De hecho, tal y como señalan Smith et al. (2013) “…la comunicación científica fue una vez básicamente un transporte unidireccional de información, basada en la suposición de que los científicos podrían transmitir su conocimiento al público a través, simplemente, de datos. Sabemos que así no funciona. La comunicación efectiva es un proceso integrado para comprender la audiencia y conectarse con esa audiencia en sus mismos términos. Requiere hablar y escuchar…”
Precisamente, los autores antes citados, Martínez-Conde & Macknik (op cit.) indican la necesidad de contar la ciencia, relatarla de una forma que la convierta en historias que entusiasmen al público. Según ellos, la narrativa, en sí, puede ayudar a comunicar dicho conocimiento a los escépticos sobre cada materia a tratar, mejorando las probabilidades de dicha comunicación científica (Dahlstrom, 2014; Groffman et al., 2010; Kahan, 2015). Por tanto, hay que trabajar en transformar hallazgos de ciencia en historias apasionantes, en la medida de lo posible, algo que no es fácil en numerosas ocasiones, pero sí creemos necesariamente obligatorio.
Mark Twain, famoso escritor americano, periodista, conferenciante, viajero curioso y apasionado de los ríos, del agua en definitiva, pero también, como científico vocacional, inventor de artilugios de aplicación para la vida cotidiana, caso del álbum autoadhesivo para fotografías o las correas ajustables y desmontables para prendas de vestir (que tanto se usan), mientras trabajaba pilotando una embarcación en el Mississippi, allá en su región natal, hablaba de la pasión que sentía por los océanos, en los siguientes términos “… el océano es un libro maravilloso que no cerramos cuando acabamos de leer, porque nos relata cada día interesantes historias…”. Esta necesidad de conocer más, esta invitación a contar relatos sobre cualquier temática, podemos aplicarla a la ciencia en la actualidad. Y decimos esto a raíz de lecturas (varias) sobre la importancia de hacer cada día más estrecho el vínculo entre sociedad y ciencia (científicos y sus descubrimientos/proyectos). De hecho, según la profesora Vallet-Regí…”es importante hacer comprender -a todos- que trabajar en ciencia, de quien la sociedad estuvo separada otrora, es muy importante y que los nuevos proyectos/investigaciones traen beneficios a la sociedad, beneficios para todos…”. Otras opiniones coinciden en la misma línea, y como bien expresan varios autores…” hay que desmitificar la ciencia cada día más y acercarla a la gente…”, reflexionando sobre lo imprescindible de hacer llegar información veraz, seria y rigurosa y con un lenguaje asequible respecto a los avances en proyectos de interés (Dahlstrom, 2014, Groffman et al. 2010).
Robert Gropp en sus recientes artículos (2017, 2018, 2019), caso de Applying Science, publicado en la prestigiosa revista Bioscience (2017), indicaba que no hace mucho tiempo, recordemos, allá por el siglo XIX, las conferencias que se impartían en instituciones europeas y americanas, sobre impactantes inventos o brillantes resultados de expediciones de varios años de duración en zonas remotas e inhóspitas que provocaban toda suerte de interés e intriga, un público variopinto y entusiasta aceptaba los grandes descubrimientos científicos (los resultados) con complacencia, admirados, sin hacer demasiadas preguntas, sin cuestionar nada. Hoy en día las cosas han cambiado, y en una sociedad que maneja -con mucha frecuencia- temáticas como cambio climático, alimentos modificados genéticamente, nanotecnología, vacunas, manipulación de embriones, genoma, inteligencia artificial, especies invasoras o calentamiento…por citar solo algunos de los numerosos términos, de aparición casi diaria en los medios, al menos para el ámbito de la Biología; la gente quiere acceder, conocer de primera mano, la información actualizada acerca del desarrollo y/o novedades de aquellas cuestiones que tienen -o al menos se percibe tienen- potenciales efectos sobre nuestro desarrollo y bienestar personal (salud, seguridad, sanidad, alimentación, medio ambiente, clima…) y –además- demanda obtener respuestas de forma rápida/inmediata a las dudas que se le plantean sobre dichas cuestiones. No siempre es fácil, créanme, la ciencia requiere sus tiempos, su tempo, pensemos en años de investigación, análisis y conclusiones y, si no, recordemos algunos episodios de nuestra vida cotidiana, de sofocantes estíos –no muy lejanos- plagados de imprevistas y enigmáticas, para el ciudadano, aunque en absoluto ignotas para los investigadores…cianobacterias.
BIBLIOGRAFÍA
Dahlstrom, M.F. (2014). Using narratives and storytelling to communicate science with nonexpert audiences. Proceedings of the National Academy of Sciences, 111, suppl. 4: 13614–13620.
Groffman, P.M., C. Stylinski, M.C. Nisbet, C. M. Duarte, R. Jordan, A. Burgin, M.A. Previtali & J. Coloso (2010). Restarting the conversation: challenges at the interface between ecology and society. Frontiers Ecology Environmental 8: 284-291.
Gropp, R. (2017). Applying Science. BioScience, 67 (9): 779.
Gropp, R. (2018). Specimens, Collections, and Tools for Future Biodiversity-Related Research. BioScience, 68 (1):3.
Gropp, R. (2019). Interdisciplinarity for Impact: Science Communication. Bioscience, 69 (2):99.
Hernández, F. (2015). Algunas reflexiones sobre museos en la actualidad. La transformación de unos espacios…de creciente interés. Conferencia presentada en el I Encuentro de museos canarios. Estrategia de futuro. Museo de la Naturaleza y El Hombre, 12, 13 y 14 de noviembre de 2015.
Kahan, D. M. (2015). What is the “science of science communication”? Journal of Science Communication, 14 (03) Y 04: 1-12.
Martínez-Conde, S. & S. L. Macknik (2017). Finding the plot in science storytelling in hopes of enhancing science communication. Proceedings of the National Academy of Sciences, 114 (31): 8127–8129.
Smith, B., N. Baron, C. English, H. Galindo, E. Goldman, K. McLeod, et al. (2013) COMPASS: Navigating the Rules of Scientific Engagement. PLoS Biology 11(4): e1001552.
Dra. Fátima Hernández Martín
Directora del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife