La noche se presentaba plácida en las aguas tranquilas del enclave costero de la isla del poniente. Como un día de programación habitual, los científicos llevábamos a cabo las labores contempladas en los protocolos que -previamente- habíamos planificado/establecido en el Museo, para esa campaña en concreto. Las luces de la orilla cercana anunciaban y prometían que, después de la ardua tarea, nos esperaba un reparador descanso, tras la degustación de una exquisita cena a base de pescado fresco, de aquellos que, ajenos a nuestra actividad, se movían al amparo de algas sobre fondos agrestes. Otra vez, como en numerosas ocasiones, los miembros de la expedición nos proponíamos averiguar algo más de las comunidades pelágicas, aquellas que tanto interesaban al equipo, pues desde hacía años indagábamos sobre enigmáticos organismos transparentes y de pequeño tamaño que flotan en los océanos, lejos del fondo, del sustrato marino, algo que nos ha permitido detectar hallazgos que, no solo publicamos en revistas de ciencia (especializadas, caso de Vieraea o la Revista de la Academia Canaria de Ciencias, por citar solo algunas), sino en otras de amplio matiz divulgador como es menester en todo Museo (por ejemplo, Makaronesia o en la web de Museos de Tenerife).
Aún lo recuerdo, ay sí… como si fuera ayer…A la señal indicada, se lanzó (con la ayuda de varios investigadores debido a su envergadura) la red especial de plancton, con colectores anexos, una red triple WP-2 de 200 micras de luz de malla, muy costosa y tan pesada, compleja y peligrosa, que toda precaución era poca cuando investigábamos fauna de profundidad. En aquella ocasión, nuestro objetivo eran los mil metros, hasta allí queríamos llegar, exactamente igual, con el mismo protocolo que habíamos usado previamente a la misma hora, durante el día, y con idéntica metodología. Eso nos permitiría, luego, en el laboratorio del Museo, una vez analizados los datos, identificados los organismos, medidos y contados (miles), hacer comparaciones sobre su comportamiento, hábitos diurnos y nocturnos, desplazamientos entre capas de agua (migraciones), preferencia por determinada ingesta, relaciones, distribución y lo más importante… su papel en la ecología oceánica, donde nadie sobra y todos tienen una función fundamental. A la hora señalada y a sabiendas de que el proceso duraría mucho tiempo, más de media hora se tardaba en bajar el mecanismo y otros treinta minutos en subirlo, atentos y vigilantes y sin perder de vista la evolución del aparataje, nos permitimos comentar cautivados -solo unos minutos – las luces intermitentes, los destellos que desprendían los organismos bioluminiscentes, inmersos en la oscura superficie oceánica al socaire de la ladera de la Isla. Y así, vislumbramos, como fuegos artificiales, fogonazos inesperados emitidos por delicados crustáceos, pequeños cefalópodos, diminutos peces… pero también, cuando giramos nuestras cabezas hacia el infinito, contemplamos estrellas del cielo, bóveda celeste en un firmamento limpio y perfectamente visible dada la transparencia del aire. Así estábamos todos, cuando de repente, sin darnos cuenta cómo había empezado, un extraño murmullo rompió la quietud vespertina que disfrutábamos… escuchamos un inesperado bullicio aterrador, mientras observábamos la aparición de unos peculiares organismos -jamás visionados- que pululantes, rápidos y a gran velocidad rodeaban el barco -por todos los flancos- ante la perplejidad de los científicos del Museo. Pero ¿qué era aquello? exclamamos al unísono, ¿qué inoportuna masa de seres se movían a ritmo vertiginoso, asediando la embarcación? Fue cuestión de segundos, por la borda, inclinados, asomándonos con cautela, pudimos comprobar que no se trataba de gusanos, ni medusas, en absoluto potas, tampoco salpas, ni pirosómidos, de ninguna manera eran peces, lejos estaban de ser crustáceos…Entonces ¿quiénes eran ellos? rápidamente, cogimos un salabre (una red manual) amplio y tras capturar varias decenas de individuos (para colección), de los miles que había moviéndose en superficie, observamos en la lupa de nuestro modesto laboratorio los intrigantes animales que habían cercado, diríase sitiado, el buque…
No podíamos creerlo…al cabo de unos minutos, cuando finalmente pudimos aumentarlos con ayuda de microscopía y catalogarlos, gracias al uso de documentación especializada, averiguamos la identidad de nuestros minúsculos sitiadores, lanzando el mismo grito de exclamación y sorpresa… ¡qué maravilla!¡quién lo iba a decir!.
Epílogo.- Existen moluscos, pertenecientes al grupo de los nudibranquios (Ortea et al., 2001), de vida planctónica que, carentes de concha, pasan todo su ciclo vital flotando en las aguas, sin contactar con el fondo, es decir, sin relacionarse con el sustrato marino. Estos organismos son raros en las muestras de plancton, por lo que su presencia en las redes de captura supone, para los investigadores, un hallazgo de gran interés. Actualmente existen dos géneros, Phylliroe y Cephalopygue, donde se incluyen las especies: Phyllirroe bucephala y Cephalopyge trematoides, sometidas a nuestro estudio a partir de muestras atlánticas. Los filiroideos (nombre de la familia a la que pertenecen) se alimentan básicamente de pequeños cnidarios planctónicos, que detectan y capturan con sus rinóforos (estructuras a modo de pedúnculos que pueden retraer y se observan en las imágenes que acompañan este artículo). De gran belleza plástica, son muy transparentes, lo que permite observar/identificar sus órganos internos sin gran dificultad. Para Phylliroe bucephala se ha descrito un caso de parasitismo sobre la medusa Zanclea costata y se ha constatado -en laboratorio- que Cephalopyge trematoides se alimenta monoespecíficamente de colonias de sifonóforos de Nanomia bijuga, desechando especies de otros géneros e incluso diferentes medusas disponibles en el medio (Lalli & Gilmer, 1989).
En el Atlántico Noreste (nuestra área principal de estudio), exceptuando algunos registros antiguos de ejemplares de la familia Phylliroidae, localizados en estaciones muy alejadas de Canarias (Odhner, 1931), y de los hallados en las campañas Galathea y Atlantide, cercanas a la costa africana (Van der Spoel, 1970), solo hay que destacar como primera cita de nudibranquios para el plancton de las islas Canarias, la de Phylliroe bucephala (Hernández & Jiménez, 1996), correspondientes a organismos obtenidos en una muestra nocturna (la que les he relatado) en la que se capturaron, estrictamente para las colecciones del Museo, treinta ejemplares de los miles que había, unos curiosos habitantes de las aguas de la occidental isla de El Hierro, material que se encuentra depositado, catalogado y estudiado en el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife (TFMC).
Posteriormente, y debido a un intenso trabajo de revisión de colecciones históricas, se encontraron ejemplares de la especie Phylliroe bucephala en muestras del proyecto Mesopelagic, correspondientes a pescas llevadas a cabo en estaciones costeras de varias islas de Canarias.
Asimismo, hay registros de nudibranquios planctónicos en el Atlántico Noreste que hacen referencia a otra especie, Cephalopyge trematoides, recolectada por nuestro equipo durante la campaña TFMCBMCV/98 en el archipiélago de Cabo Verde (Hernández et. al., 2001). Además de esta revisión, las últimas investigaciones del Museo de Ciencias Naturales, sobre estos animales, datan del año 2017, cuando se publicaron informaciones sobre la identificación (presencia) del otro género, Cephalophyge, en aguas de Canarias (Hernández et al., 2017), junto con otros ejemplares de compleja identificación, aún en fase de estudio, que bien pudieran ser especie ignota.
A buen seguro, en el futuro, otros grupos zoológicos nos depararán novedades de interés, si seguimos indagando (estudiando) los miles de especímenes que, formando parte de colecciones históricas (procedentes de antiguas campañas marinas), se hallan en los almacenes del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, en lista de espera de determinación. Puede que suceda algo parecido a lo ocurrido con estos seres, de gran belleza plástica, que se sintieron atraídos por la intensa luz de una embarcación llena de científicos, e ingenuos creyeron asustarles, sin ser conscientes de haber caído en sus redes, es decir, en nuestras redes, para acabar siendo estudiados y, sobre todo, admirados y valorados científicamente en un lugar emblemático, sito en Tenerife, llamado…MUNA.
Dra. Fátima Hernández Martín, directora del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife
MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología
Bibliografía
HERNÁNDEZ, F. y S. JIMÉNEZ (1996). Nota sobre la presencia de Phylliroe bucephala (Mollusca, Opistobranchia, Nudibranchia, Phylliroidae) en aguas de la isla de El Hierro (Canarias). Revista de la Academia Canaria de Ciencias, 8 (2-3-4):173-181.
HERNÁNDEZ, F. y A. DE VERA (2010). Nudibranquios holoplanctónicos en el Atlántico Noreste (Gastropoda: Nudibranchia: Phylliroidea). Vieraea, 38:133-139.
HERNÁNDEZ, F., S. JIMÉNEZ, M. A. FERNÁNDEZ-ÁLAMO, E. TEJERA y E. LÓPEZ (2000). Sobre la presencia de moluscos nudibranquios planctónicos en el Archipiélago de Cabo Verde. Revista de la Academia Canaria de Ciencias, XII (3-4): 49-54.
HERNÁNDEZ, F., A. DE VERA, F. LOZANO, F. GARCÍA-TALAVERA, N. COLLAZO & E. FRAILE-NUEZ (2017). Scientific note on the presence of Cephalopyge trematoides (Chun, 1889) (Gastropoda, Nudibranchia, Phylliroidea) from the plankton of Canary Islands waters. Spixiana, 40 (1): 6.
LALLI, C.M. & R.W. GILMER (1989). Pelagic snails. The biology of holoplanktonic gastropod mollusks. Stanford University Press, California. 258 pp.
ODHNER, N.H. (1931). Beiträge zur Malakozoologie der Kanarischen Inseln. Lamellibranchien, Cephalopoden, Gastropoden. Arkiv För Zoologi. Band 23A.14
ORTEA, J.A., L. MORO, J.J. BACALLADO y R. HERRERA (2001). Catálogo actualizado de los moluscos Opistobranquios de las islas Canarias. Revista de la Academia Canaria de Ciencias, XII (3-4):105-134.
VAND DER SPOEL, S. (1970). The pelagic Mollusca from the “Atlantide” and “Galathea” expeditions collected in the east Atlantic. Atlantide Report, II:99-139.