Para la reconstrucción de la medicina del Tenerife indígena, las fuentes de información son los hallazgos arqueológicos, la paleopatología (estudio de la enfermedad en poblaciones del pasado), los documentos escritos (crónicas de la conquista e historias generales posteriores) y las escasas pervivencias que existen en la medicina popular.
Existen algunas plantas cuyos restos se han en descubierto en yacimientos arqueológicos de la isla o han sido citadas en las crónicas e historias generales que pueden ser utilizadas con fines terapéuticos. Entre ellas destacan el almácigo (Pistacia atlantica), útil en las infecciones bucales; el cardón (Euphorbia canariensis), que se secaba y el polvo obtenido era utilizado para quemar pelos y verrugas; el drago (Dracena draco), cuya resina o “sangre de drago” se empleaba para la cicatrización de heridas y quemaduras; el junco que era utilizado en la contención de fracturas y también se introducía en las heridas junto con manteca de cabra hirviendo, posiblemente con fines de cauterio; el mocán (Visnea mocanera), uno de los más conocidos, de la que se obtenía miel (chacerquen) que era utilizada para curar el llamado mal de cámara (gastroenteritis) y dolor o punta de costado (posiblemente neumonía) que eran dos de las patologías más frecuentes entre los guanches; la tabaiba dulce (Euphorbia balsamifera), masticada como chicle en las enfermedades orales; la tabaiba amarga que es tóxica y se utilizaba como cataplasma para cauterizar empeines, tratar la artritis crónica y la inflamación producida por las luxaciones y fracturas antiguas mal consolidadas; y el ligno aloe, que según Torriani (1980 [1594]) era un buen remedio contra la ponzoña (sustancia nociva para la salud) mediante ahumados:
“…Hay un árbol muy oloroso, cuyo humo, además de ser de suave olor, es medicinal y contra ponzoña, que llaman ligno aloe…”
Los recursos animales empleados eran la manteca de ganado, la leche de cabra y el tuétano o médula ósea.
La manteca de ganado (crema obtenida del batido, amasado y posterior maduración de la leche de cabras y ovejas) se utilizaba en el tratamiento de un gran número de dolencias, según han dejado constancia las fuentes escritas.
Según Abreu y Galindo (1977 [1602]):
“… y sajábanse con pedernales muy agudos cuando les dolía, y se quemaban con fuego; y allí se untaban con manteca de ganado… la cual sirve para medicina”
Para Verneau (1891) había dos maneras de utilización de la manteca: añeja, empleada generalmente como pomada en dolencias externas por medio de fricciones y fresca que se podía usar de forma tópica, tras hacerla hervir, aplicándola sobre la parte lesionada.
Otro recurso muy común era la leche de cabra. Chil y Naranjo (1876) y Verneau (1891) mencionan su uso como laxante y para ello había que tomarla en ayunas, con nata o mezclada con la miel del mocán, la palma u otras hierbas.
Bosch Millares (1961) afirma que la leche ácida y “desnatada” (sic) la empleaban como coadyuvante en el tratamiento de la disentería (diarrea con sangre) y en toda clase de hemorragias.
Finalmente estaría el tuétano (médula ósea) que se encuentra en el interior de los huesos largos animales (Foto 1). Su posible uso terapéutico no queda claro en las crónicas:
Según Abreu y Galindo (1977 [1602]):
“estando enfermos, se curaban con tútanos de las cabras…”
Lo que si está claro es su uso como alimento debido a su alto valor nutricional que varía según la especie de que se trate.
La terapéutica quirúrgica de los guanches engloba las prácticas cefálicas y la traumatología. Existen tres tipos de prácticas cefálicas: la trepanación, la escarificación y la cauterización.
La trepanación es una de las prácticas quirúrgicas más antiguas, se conocen casos desde el Mesolítico hasta el Neolítico y prácticamente se ha encontrado en todos los continentes, aunque siempre en grupos poblacionales concretos (Aufderheide y Rodríguez Martín, 1998). También es la práctica cefálica más conocida del archipiélago canario, aunque no la más frecuente. Fue utilizada por los aborígenes ya sea con significado mágico-religioso o como práctica terapéutica.
La trepanación consiste en comunicar el interior de la cavidad craneal con el exterior a través de una apertura (Foto 2) realizada con instrumentos líticos (piedra) y podía tener distintos fines. El éxito de esta técnica depende de evitar producir daño a las meninges, al cerebro y a los vasos sanguíneos para evitar infecciones, daños encefálicos y hemorragias.
Un hecho que ha llamado la atención de los distintos investigadores – desde los primeros análisis de Luschan en 1896, primero en describir la técnica entre los aborígenes de Tenerife – es la alta tasa de supervivencia de los individuos trepanados y la baja frecuencia de complicaciones de tipo infeccioso (Rodríguez Martín, 1991). Pérez (1980-81) describe un cráneo del Barranco de Guayadeque (Gran Canaria) donde apenas hubo supervivencia, siendo el único caso en que se dio esta circunstancia. Igualmente, halló evidencias de que existió una pequeña infección durante el proceso de reparación de la trepanación solamente en dos ocasiones, en un cráneo masculino y otro femenino, respectivamente.
En Canarias la trepanación se distribuye por Tenerife, La Gomera, La Palma y Gran Canaria. Los cráneos presentan el orificio a nivel del frontal y del parietal izquierdo y, en algún caso (los menos), sobre la sutura sagital que divide los dos parietales. La frecuencia de esta práctica es muy baja, por ejemplo, en Tenerife de 1066 cráneos guanches estudiados solo aparece en menos de una decena y predomina en los hombres.
Para realizar la trepanación se utilizaban tabonas y lascas de basalto de punta muy irregular. El orificio externo siempre es mayor que el interno y su morfología generalmente es elipsoide, excepto en dos casos de contorno irregular, empleándose la técnica de barrenado, generalmente con el eje de ataque oblicuo, si bien en los cráneos en que el orificio está hecho con una punta muy irregular el movimiento es de oscilación.
Consiste en quemar de modo superficial alguna parte del cuerpo con finalidad terapéutica. Fue la práctica quirúrgica más común entre los guanches y se llevaba a cabo por medio de la aplicación de grasa animal hirviendo o material lítico calentado al rojo. Es el método más efectivo para detener una hemorragia. La morfología podía ser oval, circular e irregular pero la forma de surco es la más común dejando unas señales muy llamativas en los cráneos. (Foto 3). En el Tenerife prehispánico era más frecuente en el sur (12,7%) que en el norte (5,1%) y mucho más frecuente en hombres que en mujeres. Al contrario que en la trepanación, se han observado numerosos casos asociados a fracturas craneales (11,6%) e infecciones severas craneofaciales, especialmente sinusitis (Rodríguez Martín & Martín Oval, 2009).
Esta técnica consiste en hacer sangrar una parte del cuerpo mediante pequeñas incisiones en la piel, por cortes en las venas o usando sanguijuelas. Es una práctica muy común en todo el mundo y los guanches la practicaban usando tabonas de obsidiana.
En los cráneos guanches las escarificaciones se localizan en los huesos frontal y parietal. Las incisiones craneales solían ser bilaterales (Foto 4), aunque se han localizado casos en donde se practicaron únicamente en el lado izquierdo. En todas las ocasiones se trataba de cráneos de hombres adultos. Se ha observado asociada a fracturas de cráneo y en ningún caso se han observado complicaciones de tipo infeccioso.
En la población guanche, debido a la frecuencia de traumatismos secundarios a su actividad cotidiana, existe un alto porcentaje de fracturas y luxaciones de los miembros que generalmente están bien curadas (Foto 5). Este hecho es indicativo de tratamiento a base de reducción y cierto grado de inmovilización y reposo, aunque sus limitados conocimientos anatómicos dificultarían esta práctica.
En Tenerife se desconoce cómo se realizaba la contención e inmovilización de fracturas, pero en el Barranco de Guayadeque (Gran Canaria) se encontró un aparato utilizado para la contención de las fracturas que consistía en una envoltura de piel en la parte externa, con vendajes circulares de tela de junco y tiras de cuero barnizados con resina, cubriendo un entablillado de tabaiba que sostenía un antebrazo fracturado (Chil y Naranjo, 1900).
Mercedes Martín. Técnico Superior del Instituto Canario de Bioantropología (MUNA, OAMC-Cabildo de Tenerife)
Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín. Director del Instituto Canario de Bioantropología y del Museo Arqueológico de Tenerife (MUNA, OAMC-Cabildo de Tenerife)