El artista, según sus biógrafos, la retrató en el curso de una visita (la primera) que hizo a Inglaterra. La dama aparece pintada con dos animales muy curiosos que han llamado mi atención: un estornino (ave del género Sturnus; Sturnus unicolor si se trata, como parece, del estornino negro, ya que algunos opinan que es un estornino de pecho moteado, Sturnusvulgaris, en alusión a East Harling Norfolk) posado en su hombro, así como una ardilla (Sciurus vulgaris), animal muy abundante en los bosques europeos, entre sus brazos, aunque sujeta con una cadena para evitar que escapara. Algunos autores han argumentado que la muchacha bien pudiera tratarse de Anne Lovell, a la sazón esposa de un rico hacendado de Norfolk, llamado Francis Lovell que -cuentan- tanto gustaba de este roedor, que su escudo de armas estaba pletórico de ellos.
Ante este bellísimo cuadro, muy simbólico según los expertos, aprovechando este interesante lienzo, cabe hacerse las siguientes preguntas ¿qué ardilla aparece en el cuadro de Holbein el Joven? ¿se trata de una ardilla roja o común, Sciurus vulgaris? ¿hay ardillas en Canarias?.
El extraño caso de la ardilla moruna
Como todos sabemos, las ardillas no son características de la fauna insular. En el caso de la ardilla moruna, Atlantoxerus getulus (familia Sciuridae, Orden Rodentia), se trata de una especie cuyo rango de distribución comprende el extremo noroeste de África, es decir, Marruecos, el Atlas, desde el sur de Agadir hasta el norte del Sahara y noroeste de Argelia.
Una de estas ardillas, en concreto una pareja, fue importada (traída) como mascota desde Sidi Ifni a la isla de Fuerteventura, allá por el año 1965, donde ha acabado constituyendo una auténtica plaga. Con el transcurrir de los años, entre 1996 y 1998, se capturó una quincena de individuos en varias localidades de la isla de Gran Canaria, fruto de liberaciones accidentales e introducciones voluntarias y en el año 2006 se obtuvieron algunos ejemplares de una pequeña población aparecida en la isla de Lanzarote.
No obstante, lo más dañino, como hemos señalado, ocurre en la isla de Fuerteventura, donde la densidad de estos animales se sitúa entre 2 y 296 individuos/ha. Y es que, si tenemos en cuenta que el tamaño poblacional estimado en la década de los años ochenta del siglo XX, era de 200.000 a 300.000 ardillas, hoy en día, la estimación aproximada, se halla en torno a 900.000-1.000.000 individuos, lo que ha implicado un aumento importante de dicha población, cuyo control lo realizan básicamente (y difícilmente) sus predadores, ya que los competidores potenciales son prácticamente inexistentes.
Según los especialistas, su rápida reproducción y excelente adaptación a la geografía isleña, la ha convertido en una peligrosa especie, que compite con otras del ecosistema canario, provocando múltiples problemas en la fauna y flora insular.
Estudios más precisos sobre alimentación han puesto de manifiesto, mediante observación directa y análisis de contenidos estomacales, que se trata de animales omnívoros con tendencia fitófaga y con un porcentaje elevado de consumo de frutos. El 75% de su dieta es vegetal y el resto animal. Entre los vegetales consumidos figuran los géneros Nicotiana,Salsola, Emex, Scilla, Asphodelus, Launaea o Euphorbia entre otros…Además, provoca alteraciones en la dispersión de semillas, reduciendo la efectividad de propagación de especies nativas y promoviendo la dispersión de otras introducidas, como la tunera (género Opuntia), modificando la estructura de la vegetación (de Urioste, 2003; López-Darias, 2008).
También predan sobre moluscos terrestres y huevos de pequeñas aves, con el consabido peligro ecológico que ello conlleva.
Con amplio rango de distribución, en Fuerteventura se ha adaptado a todos los hábitats, estando presente desde nivel del mar hasta las zonas más altas (en torno a 800 m), siendo más abundante en zonas con presencia de estructuras que les sirvan de refugios (muros y acúmulos de piedra…). No obstante, las zonas cercanas a cultivos, los barrancos y las áreas de malpaís suelen ser más favorables para la especie.
Pero no olvidemos que, como suele ser habitual en las especies exóticas/invasoras/introducidas, hay que añadir que supone un peligro como especie portadora de patógenos. Así, según datos consultados, en Fuerteventura se ha comprobado que transporta amebas altamente peligrosas, además de bacterias contagiosas tanto para otros animales silvestres como el propio humano. De hecho, en su área de procedencia puede llegar a provocar la muerte como consecuencia de mordeduras, además de ser portadora de ciertos virus, tifus o leishmaniosis, por citar algunos ejemplos.
El gusto por mantener erróneamente a estos animales silvestres como mascotas, no es asunto reciente, ya que era algo muy frecuente especialmente en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII, y no lo apreciamos solamente en este cuadro de Holbein, sino en otras pinturas interesantes, caso de los estudios de Alberto Durero o Hans Hoffmann… Recordemos, asimismo, la existencia de un curioso dibujo -coloreado a mano- que está fechado en 1727 (se halla actualmente en la Biblioteca Nacional de Francia) y que representa una ardilla voladora (Glaucomys volans) que come una nuez sobre una rama. Cuentan que fue un sacerdote capuchino el que la llevó hasta París, desde Nueva Orleans y, después de tres días, se la entregó como dádiva a la reina. Según la nota escrita en lápiz en la parte superior de la hoja (ilustración), el pequeño animal despertó mucha curiosidad en la corte francesa donde resultó toda una atracción. Allí se decía por entonces… “su actividad favorita era saltar a los cuellos de las damas y esconderse…” La nota explica: …” podía volar de un extremo al otro de la habitación, pero no más lejos que eso… Su cola era verdaderamente extraña…”
Estas ardillas voladoras (pertenecientes a la misma familia, Sciuridae, que la ardilla moruna) comprenden unas 45 especies, siendo una de las más grandes, la ardilla voladora lanuda (Eupetaurus cinereus). También incluye especies del género Glaucomys, caso deGlaucomys sabrinus, Glaucomys volans o Glaucomys oregonensis, presentes en América del Norte, o la ardilla voladora siberiana (Pteromys volans) distribuida por el norte de Europa. Probablemente, un ejemplar de una especie del género Glaucomys fue la que trasladó el capuchino mentado, desde América hasta Europa, en el siglo XVIII (aunque a buen seguro algunas ya fueron traídas antes) y allí (en Francia) hacía estragos, saltando de cabeza en cabeza de los presentes que, divertidos, creían que estaba volando, cuando en realidad estaba planeando, saltando. Recordemos que es capaz de hacerlo, gracias a unas membranas que unen sus extremidades, lo que le permite desplazarse decenas de metros entre la arboleda de las zonas que habita, como es habitual de este tipo de animales en su medio natural que no es, precisamente, Canarias.
Dra. Fátima Hernández Martín, directora del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife
MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología
Foto 1.- Cuadro de Holbein, titulado: Retrato de una dama con una ardilla y un estornino (h. 1526-1528, óleo sobre tabla, 56 x 38 cm). National Gallery.
Foto 2.- Ardilla roja, pintada por Hans Hoffmann (pintor alemán del siglo XVI). Red Squirrel (1578, acuarela sobre pergamino, 32.5 x 25.6 cm). National Gallery.
Foto 3.- Dibujo (hoja suelta, BNF) de ardilla traída a Francia desde Nueva Orleans el año 1727.
Foto 4.- Ejemplares de ardilla moruna expuestas en las salas del MUNA (Museo de Naturaleza y Arqueología, Tenerife).