Con la pandemia del COVID-19 afectando a muchas instituciones a lo largo de todo el mundo, los profesionales de los museos se han preguntado cómo mantenerse conectados con el público y con la población en general. Para muchos la respuesta está, evidentemente, en las redes sociales, medios imprescindibles para preservar un vínculo con la sociedad, pero los recursos que se pueden explorar para educar y contar historias, son casi infinitos. De hecho, algunos museos, como por ejemplo el MUNA (Museo de Naturaleza y Arqueología de Tenerife), se han mostrado muy activos, ayudando a sus comunidades a hacer frente a la situación especial en la que se encuentran en estos momentos, a la vez que conectan ciencia y sociedad y comparten conocimientos. La cultura digital está modernizando el vocabulario de los museos y compartir es definitivamente una de las palabras clave del presente y del futuro.
Llevamos reflexionando sobre estas cuestiones desde mucho antes de esta situación de crisis. Hace unos meses, en el marco de valoración del avance en el desarrollo del primer año de tesis, tuve la oportunidad de impartir una charla en el salón de actos del MUNA. En ella explicaba los motivos que me habían hecho emprender la investigación en el ámbito los museos de ciencias para posteriormente ofrecer una explicación detallada, diapositiva por diapositiva, de la conferencia: “Is transmedia de key to biodiversity conservation? Unravelling the role of natural sciences exhibitions and collections in the future”, comunicación que pude presentar en el Congreso Internacional ICOM Kyoto 2019 en Japón. (28:38).
En esta charla, el hilo conductor es la figura del museo de ciencias naturales transmedia como paradigma para concienciar sobre la crisis climática y la consecuente pérdida de biodiversidad, el museo como obra colectiva más allá del espacio físico. Creemos que merece la pena recuperar algunos fragmentos de dicha intervención como referencia para reflexionar cómo el museo de ciencias naturales (o de ciencias en general) puede desenvolverse en tiempos de desasosiego, como en la actual crisis del COVID-19, y nunca perder su esencia divulgativa y científica, así como su compromiso con la sociedad y la ciencia.
Antes de comenzar es conveniente aclarar el término transmedia (30:57). Pensemos que Transmedia o Narrativas Transmedia no es más que un concepto que aplicamos para describir un ideal de museo de ciencias. Un museo que usa todos los recursos narrativos al alcance, tanto físicos como virtuales, incluso emocionales y artísticos, para concienciar y divulgar el conocimiento científico, involucrando a la sociedad en este proceso. Un museo que cumple una serie de características que le permiten reinventarse continuamente con el paso del tiempo, adaptándose a los cambios en el paradigma narrativo museístico. Estas características podrían ser, entre otras, las propuestas, pero como la ciencia misma, la concepción del museo no es inmutable.
La web es un medio fundamental alrededor del cual se puede construir la marca del museo, dotándolo de una identidad única y reconocible. Cobra importancia ahora, más que nunca, cumpliendo la función de establecer un primer vínculo a distancia, entre el museo y el potencial visitante. Además, puede adaptarse a los temas o experiencias que se demanden en un momento determinado, actualizarse continuamente y expandirse en un esfuerzo continuo entre los profesionales y el público, que también ha de ser partícipe de la creación y desarrollo de contenidos. Por tanto, la web es una oportunidad de construir entre todos, una narrativa conjunta que se vea reflejada también en la propia exposición.
Un museo puede captar la atención del público aprovechando diferentes narrativas alternativas y usarlas como enlace para que el público desee visitarlo. En las circunstancias actuales existe una necesidad de ocio y cultura por parte de la población, que puede satisfacer un museo de manera virtual si es capaz de facilitar experiencias enriquecedoras para sobrellevar la desescalada o un futuro nuevo confinamiento. Además, una vez de vuelta a la normalidad, es posible que la gente quiera ir al museo más que antes, siendo una oportunidad excepcional para dirigir los esfuerzos hacia iniciativas que atraigan la curiosidad de los potenciales visitantes.
Un museo orgulloso de sus colecciones puede ir más allá de la base de datos convencional. Las colecciones tienen un gran potencial divulgativo si se construye un pretexto para explotar su belleza y su interés. En un mundo que aspira a entender, por ejemplo, qué es lo que nos ha llevado a una situación de crisis así, transmitir al público de manera exitosa, el potencial científico de las colecciones para estudiar enfermedades infecciosas, aumentará exponencialmente el valor de estas dentro de la perspectiva social.
Si nos fijamos en la exposición “Outbreak” de la Smithsonian Institution, pudiera parecer hecha a medida para los tiempos que vivimos. Explica la crisis del Ébola y los factores asociados a la expansión de esta enfermedad con la intención de enriquecer los conocimientos de la gente que la visita, sobre los riesgos de las epidemias y cómo podemos actuar frente a ellos para minimizarlos.
En definitiva, por valiosas que sean las colecciones de un museo de ciencia naturales, su mayor valor reside en las relaciones que se establecen a su alrededor y que tienen la capacidad de conectar ciencia y sociedad.
En un mundo en continua búsqueda de las experiencias lo más inmersivas posible, la realidad virtual tiene sin duda un lugar relevante en nuestra sociedad. En un videojuego o en un libro, las personas viajan a otros lugares u otros tiempos, como respuesta a la búsqueda de una vía de escape de una realidad que a veces sobrepasa (sobre todo en los tiempos que corren). Un museo también puede satisfacer esa demanda a la vez que educa y divulga ciencia. Incluso puede utilizarse como ventana educativa a escenarios cercanos o lejanos, con el fin de concienciar sobre ciertos temas como la crisis climática, o el peligro de las enfermedades infecciosas en un mundo conectado donde el factor humano marca el ritmo del Planeta.
Es indudable la importancia de las redes sociales y plataformas online para expandir la narrativa del museo (y de la ciencia misma) más allá del espacio físico del museo en un espacio virtual sin fronteras. El acceso masivo de los teléfonos móviles e Internet promueve el uso de las redes sociales, donde el tráfico de información e interacciones es constante y se van moldeando según lo que la sociedad demanda. Esto hace que sean unas herramientas con un potencial inmenso para servir como puente entre ciencia y sociedad, especialmente en momentos en los que estamos aislados y el museo físico es inaccesible. “Ciencia encriptada” es una de las iniciativas, en este sentido, llevadas a cabo por el MUNA para sobrellevar estos días en los que pasamos tanto tiempo en casa. A grandes rasgos, a partir de relatos cortos se han propuesto acertijos para el usuario, y una serie de pistas que permitan, al curioso/a por la ciencia, encontrar la solución. Al cabo de unos días, en la web se resuelve el enigma.
Y es que, a pesar de vivir tiempos difíciles, tenemos una oportunidad única para avanzar juntos y unidos, sin perder la esencia del museo, un museo social y cultural. Ahora más que nunca el museo de ciencias naturales (y evidentemente todos los museos del mundo), tiene que buscar formas de conectar con el público y mantener esa conexión a pesar de las adversidades. Esto solo es posible con un trabajo constante y la disposición a reinventarse continuamente, aprovechando todos los recursos al alcance. Porque como la ciencia y la sociedad misma, la concepción del museo no es inmutable. (40:24)
Eduardo Rodríguez Batista
Doctorando de la Universidad de La Laguna ULL vinculado al Museo de Ciencias Naturales de Tenerife,
MUNA, Museo de Naturalea y Arqueología
Foto 1 (Cabecera).- Detalle de espacio narrativo con la participación de los visitantes en Biodôme. Espace Pour la Vie, Montreal, Canadá. (Imagen propia).
Foto 2.- Montaje expositivo de un hogar del futuro en la exposición “Después del Fin del Mundo”. Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona CCCB, Barcelona, España. (Imagen propia).