Ella, aprovechando un descuido, corrió a lo largo del muro que limitaba el huerto de la casa con el estrecho callejón. Rápida, diestra, con el bulto lloriqueando entre sus brazos, cogiendo al pequeño que se aferraba a su vientre con gran ternura, enseñando desafiante su afilada dentadura, se encaramó en la copa del extraño y enigmático árbol, venerado por los nativos, espécimen que se comentaba había llegado -como dádiva- desde un lugar muy cercano, al otro lado del mar. Desde lo alto, allá arriba, ella los miraba a todos sigilosa y, en ocasiones, esbozaba una amplia sonrisa burlona que permitía destacar toda su dentadura afilada y negruzca, al tiempo que hacía gestos con la cabeza a la multitud que gritaba a sus pies, con movimientos repetitivos negativos, en señal de que no quería moverse de aquel enclave. Poco a poco, la gente comenzó a arremolinarse en la base del ancho tronco intentando, desesperada y sin éxito, que hiciera caso a sus llamadas para bajar y retornar al lugar donde solía habitar, presa de una extensa, oxidada y gruesa cadena. Dicen que, en un instante inesperado, la vieron arrancar uno de los alargados y exóticos frutos del árbol con sus manos, con cuya pulpa suave y blanca, alimentó dulcemente a la criatura, que más tarde saboreaba gustosa y entretenida tan exquisito manjar, aquel que nadie se había atrevido hasta entonces a ingerir, mientras el cuadrumano seguía observando toda la situación, ajeno al tumulto que había provocado, allá, abajo.
Cuentan que fueron varias las horas angustiosas que se pasaron en aquel lugar angosto de la vieja ciudad atlántica, la mañana del suceso. La brisa mecía indiferente las hojas de manera pausada, algo que la protagonista aprovechaba para columpiarse en sus ramas, sin importarle el barullo que había ocasionado su perversa (o tal vez ingenua e inocente) travesura. Al final cuando ya habían dado cuenta a la autoridad de que aquello tenía que acabar, ella con el mismo ritmo que había iniciado su ocurrencia bajó al suelo, momento en que aprovecharon para capturarla …y condenarla a su desidiosa vida de cautiverio, junto a la galería acristalada de la casa solariega, donde solía observar constantemente su árbol.
Epílogo – En la ciudad de Santa Cruz de Tenerife (Canarias), en la angosta callejuela (llamada antiguamente Callejón del Judío) situada, por entonces, entre las céntricas calles del Pilar y del Norte, cerca de la Plaza del Príncipe, una vía que por la noche estaba alumbrada sólo por la macilenta luz de un vetusto farol (ver Rodríguez, 2001), existía un hermoso y altivo árbol (Adansonia digitata, conocido popularmente como baobab) propiedad de la familia Mendizábal (que luego fue de los Pallés). Enigmático, relatan que alguien lo había traído -hacía años, no se sabía cuántos- desde el vecino continente africano, donde era venerado por sus cualidades y, orgulloso, proyectaba en ocasiones desde sus gruesas ramas, voluminosos y alargados frutos o exhibía delicadas flores. Con el tiempo y el desarrollo urbanístico que llevó a la ampliación del mencionado callejón, a finales del siglo XIX, en concreto en la década de los ochenta, fueron muchas las voces discrepantes que clamaron angustiadas para evitar que se talara tan hermoso ejemplar. De hecho, eruditos botánicos como Ramón Masferrer o Eduardo Rodríguez Núñez, este último del que el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife (MUNA) –curiosamente- posee un valioso herbario de época que está siendo objeto de una intensa labor de actualización/recuperación de pronta publicación; entre otros autorizados pensadores, escribieron varios artículos en prensa local sobre el baobab tinerfeño, para evitar desesperadamente su desaparición, proponiendo incluso, como fue el caso de Rodríguez Núñez, que se ubicara en otro lugar, enverjado, para evitar las típicas amenazas de la muchedumbre. La lectura de los artículos de estos eruditos, nos suministran datos interesantes que nos permiten evaluar, hoy en día, cómo era el árbol, símbolo de una calle tan deliciosa y popular.
Precisamente, de Rodríguez Núñez, claro defensor y entusiasta de la naturaleza isleña, aún recordamos sus emotivas palabras en relación a la defensa que hizo de este baobab, muy visitado por los extranjeros que llegaban a la ciudad (era un reclamo junto a las banderas de Nelson que se custodiaban en la parroquia matriz), y que las autoridades de entonces finalmente cortaron.
“…sería de lamentar que el único y notable ejemplar de baobab que existe en nuestra provincia, o por lo menos, el único que ha llegado a tener la magnitud de sus congéneres del continente africano, desapareciera por el ensanche de una calle, creemos que sería muy fácil, si el árbol se quedara en el centro de aquella, formar un enverjado. Todo menos privar a la población de un objeto histórico que miran con interés los extranjeros…No necesitaremos apuntar aquí que el célebre ciprés de Oajaca (Méjico) y otros árboles notables, bajo distintos puntos de vista, han sido conservados, aunque se encontraban en el mismo caso que nuestro baobab…”
Texto de E. Rodríguez Núñez
Un árbol notable
Revista de Canarias nº 55 (año 1881)
En relación a este tema, queremos añadir, por otro lado, una vieja ¿leyenda? que narra el curioso episodio protagonizado por una monita, que dicen vivía atada en uno de los patios de la casa cercana al baobab y que miraba, cada día, las idas y venidas de una niñera, encargada de cuidar al pequeño de la familia en una galería acristalada de la casa. El primate, imitando los gestos que, a diario, observaba en la muchacha, se escapó en un descuido de sus dueños (también se rumoreaba que la liberaron…) y cogiendo tiernamente al pequeño (como si fuera su cría), trepó y lo llevó hasta lo alto del árbol para darle a comer sus frutos (denominados boui por los africanos). Aunque la aventura, después de muchas horas, tuvo un desenlace feliz, el simio acabó, de nuevo, tristemente encadenado y el árbol (soporte de la que había sido su única y desgraciada aventura vital) talado injustamente de un recoleto callejón que, al final, fue ensanchado… Hoy en día, otro baobab se erige majestuoso (muy cerca del lugar de los hechos), siendo pocos los transeúntes que, en sus idas y venidas cotidianas, ajenos a la belleza cercana, vuelven su mirada hacia la copa o sus ramas para admirar los delicados frutos o exuberantes flores que, en ciertas épocas del año, luce humildemente, como sentido homenaje hacia aquel otro (de entonces) que acompañó tantos años el devenir chicharrero y provocó mucha polémica.
Adansonia digitata L.
Nombre común: baobab, árbol del pan de mono
Nombre en Canarias (Tenerife): árbol del pan de machango
Origen del término baobab: aunque sin gran certeza, muchos científicos creen que el nombre deriva del árabe buhibab, que significa fruto con muchas semillas.
Clase: Magnoliopsida
Orden: Malvales
Familia: Malvaceae
Genus: Adansonia
Especie: Adansonia digitata Linneo
Primera descripción: Systema Naturae, ed. 10.2: 1144, 1382 (1759) (Linneo, 1759)
Aunque las iniciales referencias del árbol (siglo XVI) se deben a Alvise Da Mosto (véase Diario de abordo conservado en la Biblioteca Marciana de Venecia) (Dall & Bevilacqua, 1991), donde puede leerse…la altura no tenía proporción con la anchura…el nombre científico de esta especie de la familia de las malváceas, se debe al botánico francés que la observó y detalló, por primera vez, en un viaje por la costa oeste de África (Senegal y otros países), Michel Adanson (1737-1806) (ver Adanson, 1756). El vegetal ya había despertado su atención, tras leer la obra de Alpino (1592), estudioso y viajero que había descrito algunas características de estos árboles durante sus estancias en África.
Precisamente, del apellido Adanson, se deriva el género, Adansonia, en tanto que la palabra digitata (especie) se inspira en la forma de “mano con dedos” de las hojas de este vegetal africano. Michel Adanson, científico y explorador, por cierto, recaló en Tenerife antes de su periplo africano, permaneciendo ocho días en la Isla, el año 1749, tiempo que aprovechó para admirar sus bellezas naturales.
Descripción: Ejemplares que suelen crecer solitarios, pudiendo alcanzar los treinta metros de altura y hasta veinte de diámetro en la parte más ancha del tronco. De corteza lisa, variable en color, desde rojo parduzco a grisáceo, el árbol adulto tiene un tronco muy fuerte y agazapado, muchas veces hueco (su interior se ha utilizado incluso como refugio de personas…).
Distribución: Adansonia digitata crece en varias regiones del continente africano. En numerosas regiones cálidas, como Bangladesh, Comoras, India, Madagascar, Mozambique, Sri Lanka o Vietnam ha sido introducida (Bell et al., 2015).
Flores: hermafroditas, actinomorfas, con un diámetro de hasta veinte centímetros. Presentan un cáliz profundamente lobulado y pétalos de consistencia cerosa, de color blanquecino. Los estambres, que son muy numerosos, forman un arco central. La floración ocurre durante la noche, desde mayo hasta agosto, abriéndose a partir del crepúsculo y marchitando en el transcurso del día.
Hojas: se desarrollan en la temporada de las lluvias (de mayo a noviembre). Simples o digitadas, miden entre diez y quince centímetros. Se encuentran al final de las ramas o también a nivel del tronco.
Frutos: variados en forma, desde globosa a ovoide, pueden tener doce centímetros o más de longitud y consisten en un epicarpio leñoso, cubierto con una pelusa de color amarillo verdoso y un endocarpio pulposo, dividido por filamentos fibrosos (5- 10 dientes), en los que están contenidas las semillas. La pulpa, una vez madura, cuando se encuentra deshidratada, tiene aspecto de polvo de color blanquecino, con sabor ligeramente cítrico, pulpa que está compuesta por pequeñas aglomeraciones harinosas que contienen en su interior semillas.
Reproducción: durante la primavera. Las semillas generalmente germinan después de permanecer en el suelo durante meses o, a veces, incluso después de que los frutos han sido digeridos por los animales y expulsados de nuevo al medio. La polinización la llevan a cabo, en países africanos, diferentes especies de murciélagos y ciertos insectos. Entre las especies de quirópteros cuya participación se ha demostrado en África se hallan: Eidolon helvum, Epomophorus gambianus y Rousettus aegyptiacus. Un papel menor parece jugar algunos primates como Galago senegalensis y Otolemur crassicaudatus y ciertas mariposas nocturnas como Heliothis armigera, Diparopsis castanea y Earias biplaga.
Requerimientos de suelo: se cultiva en lugares soleados, aunque también puede soportar temperaturas ligeramente inferiores a cero, sólo durante períodos muy cortos. Necesita un suelo muy bien drenado, no demasiado rico en materia orgánica.
Propiedades medicinales: empleado con distintos fines, tanto nutricionales, cosméticos o médicos, el botánico Michel Adanson ya concluyó en sus escritos “…de todos los árboles, el baobab se puede considerar el más útil en absoluto…” En la cultura africana su fruta se utiliza para tratar trastornos intestinales, como diarrea, gases o dolores abdominales. Con el fruto se obtiene una bebida que es utilizada como febrífugo y contra la disentería. También se conocen sus propiedades como sudorífico y astringente. El baobab contiene calcio y magnesio, necesarios para fortalecer los huesos. Asimismo, su alto contenido en potasio, lo convierten en una rápida fuente de energía.
Otros usos: Con la corteza del tronco se han hecho canoas, utensilios variados, techos o cuerdas muy resistentes. Las hojas representan una fuente nutricional muy importante, sobre todo en aquellos ambientes áridos y pobres en vegetación.
Dra. Fátima Hernández Martín
Directora del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife (MUNA)
Bibliografía
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Glosario
Actinomorfa: dicho de una flor que tiene sus partes, especialmente pétalos, dispuestas regularmente, con simetría radiada en torno al eje del pedúnculo floral.
Boui: nombre que los pueblos de África dan al fruto del baobab.
Cuadrumano: mamíferoque tiene en las extremidades el dedo pulgar oponible a los demás, pudiendo agarrarse a ramas con mucha facilidad.
Enverjado: conjunto de rejas de un edificio o verja.
Febrífugo: dícese de aquello que reduce la fiebre.
Nativo: aquellos nacidos en un lugar determinado.
Pulpa: parte mollar de la fruta.
Quiróptero: orden de mamíferos placentarios, conocidos comúnmente como murciélagos, que pueden volar.