Según Montgomery et al. (2021), la pandemia de CoVid-19 que obligó a un confinamiento mundial (limitación de la movilidad global), a fin de controlar los contagios, nos ha llevado a descubrir novedosas actitudes en el comportamiento de ciertos animales, especialmente destacadas en las urbes.
Recordemos que se han observado curiosas actividades diurnas/nocturnas en ciertas poblaciones de ungulados que mostraban arriesgadas acciones exploratorias, nuevas vocalizaciones en pequeños pajarillos (paseriformes) o extraños modos de vigilancia en carnívoros… puestos de manifiesto en muchos organismos como reacción al estado de pausa, fase de quietud, debido a la importante reducción de acción antropogénica, una calma que –habitualmente- les era ajena. Estudiar la fauna y flora que nos rodea ante este cambio, con especial incidencia en los enclaves urbanos, donde tal vez fue más fácil de detectar, es especialmente interesante, ya que añade una nueva característica: analizar -en ausencia de ambiente estresado- la biodiversidad (las especies) que juega, como sabemos, un papel fundamental regulando la estructura, funciones y bienestar (salud) de todos los ecosistemas.