Hola: Mi nombre es Museo de la Naturaleza y Arqueología, más conocida como MUNA. Vivo en el centro de Santa Cruz de Tenerife y tengo una muy bonita historia a mis espaldas. Mi vida empieza, así como la de muchos Museos, con la intención de conservar, estudiar y difundir el patrimonio. ¿Sabes lo que es? Es el legado cultural y natural heredado de nuestros antepasados que debemos transmitir a las siguientes generaciones porque se trata de un bien preciado. Así que te podría hablar sobre muchas de las cosas que tengo dentro, aunque lo mejor es que algún día vengas a verme. Antes de convertirme en el MUNA fui el primer hospital de la ciudad de Santa Cruz, fundado en el s. XVIII. Como ves soy un edificio con HISTORIA, en mayúsculas, al igual que la Iglesia Nuestra Señora de la Concepción, construida mucho antes que yo, y de la que tan solo me separa el famoso Puente de El Cabo. No sé si sabes que este puente unía a los vecinos de la ciudad con el puerto. Y por ello nos merecemos la consideración de Bien de Interés Cultural, dentro del también destacado Conjunto Histórico del Antiguo Santa Cruz. Pero en mi entorno, siguiendo el curso del Barranco de Santos, llamado así, según dicen, por Diego de Santos, colono del S.XVI que tenía aquí su casa, hay otras cosas importantes que considero también patrimonio y que me gustaría enseñarte hoy: 1. Muy cerca de mí comenzamos a ver los primeros ejemplos de la vegetación que crece gracias al aporte de agua tras las primeras lluvias de la primavera. Son plantas herbáceas anuales que generan sus frutos en muy pocas semanas, antes de que la sequía del verano les impida terminar su ciclo vital. 2. Aún podemos observar lejanas huellas de los primeros habitantes de este barranco. Cuevas aborígenes, algunas utilizadas por los guanches como vivienda y otras como lugar de enterramiento. La más conocida es la necrópolis de El Becerril, donde se depositaron los cadáveres de unas 50 personas que murieron hace 1200 años. Hoy en día, la mayoría de estas cuevas han sido reutilizadas, sobre todo como corrales y gallineros. 3. Los guanches disfrutaron de una flora muy particular, pues muchas de estas plantas no se podían encontrar en ninguna otra región del planeta; son endemismos: especies únicas y exclusivas de Canarias. En el barranco, una vez abandonamos el litoral, abundan principalmente dos: la tabaiba amarga, y el cardón. Ambas poseen una savia lechosa de la que se extraía un látex particularmente tóxico e irritante, pero en algunos casos útil en la medicina tradicional. 4. Las margaritas son un buen ejemplo de evolución vegetal en nuestras islas. De las numerosas especies endémicas, en los entornos urbanos como éste crecen de manera habitual ejemplares de magarza canaria, en plena floración en esta época del año. 5. También nos encontramos endemismos de mayor tamaño: la palmera canaria crece en valles y barrancos de medianías y es, por ley, símbolo natural de todo nuestro archipiélago. Se trata de una especie muy longeva, incluso centenaria, que se adapta perfectamente a zonas escarpadas como ésta, fijándose al suelo con sus poderosas raíces. De su savia se extrae el guarapo, y con él se elabora la famosa miel de palma. El balo es otro endemismo canario propio de estos lugares. Se trata de un arbusto denso y de olor penetrante. Sus ramas son finas y estrechas, con numerosas ramificaciones intrincadas que le dan ese aspecto de sauce. Como podemos apreciar en la imagen, su nombre científico (Plocama pendula) hace referencia al movimiento en forma de péndulo cuando son balanceadas por el viento. 6. El agua es un elemento de atracción fundamental para el asentamiento humano en cualquier momento histórico. Pozos, presas, depósitos, acueductos o canalizaciones son distintas infraestructuras que a lo largo del tiempo han permitido almacenar y distribuir el agua que discurre por el mismo cauce del barranco. 6. En estas zonas de encharcamiento nos encontramos una flora y fauna habitual no tan exclusiva de Canarias. Dos especies de ranas habitan en las áreas con cauces más o menos permanentes de agua que les permite completar su ciclo vital. En estas franjas húmedas aparecen también poblaciones de marañuelas, enredadera originaria de América y asilvestrada en nuestros barrancos, de utilidad gastronómica; o ya de mayor tamaño y de carácter invasor, el cañaveral o caña común, de aspecto similar al bambú. 6. El sonido de los cencerros nos anuncia la presencia de las cabras que se mueven con soltura por este paisaje con abundancia de plantas forrajeras. 6. Por encima del cauce, el agua del barranco permite el crecimiento de especies agrícolas como papas o calabaza, en pequeños huertos domésticos. Las tuneras se asoman aquí y allí, repartidas por las laderas del barranco. Planta originaria de América, fue introducida en Canarias hace siglos con la intención de utilizarla para la producción de higos picos (su fruto) y el cultivo de la cochinilla, insecto que se alimenta de su savia, de aspecto externo algodonoso, y del que se extrae un tinte natural de color carmín. 6. También nos encontramos aquí con uno de los problemas ambientales más acuciantes en cuanto a introducción de flora se refiere: concentraciones muy extensas de rabo de gato a lo largo y ancho del barranco. Esta gramínea, originaria de África y Sudeste asiático tiene una enorme capacidad de reproducción y resistencia. Aunque existen numerosos planes de erradicación, ya forma parte, lamentablemente, de nuestro paisaje insular, desplazando a otras especies nativas. 6. Otros recursos importantes del barranco que se han explotado en otras épocas han sido el almagre, para la alfarería, o la arena de barranco empleada en la construcción de viviendas. 6. La Era de Tabares, hoy integrada en un parque del Barrio de La Candelaria, permanece como testigo de piedra de un momento en que los ciclos agrícolas condicionaban toda la vida social. Extensos campos de trigo se asomaban al barranco desde aquí...