De acuerdo con Rahbek et al. (2019a), las montañas contribuyen a la diversidad del planeta de manera muy notoria, especialmente en los trópicos. Recordemos que ocupan el 25% de las áreas terrestres (excluyendo la Antártida), albergando un 85% de las especies (a nivel mundial) de anfibios, aves y mamíferos, algunas de ellas, incluso, estrictamente restringidas a estas zonas, es decir, con elevado número de endemismos, (Rahbek et al., 2019a). Según estos investigadores, en las regiones montañosas se incluyen no solo picos/cumbres y laderas, también valles y estribaciones adyacentes, por lo que su diversidad y los procesos que en ellas ocurren, afectan a enclaves colindantes. Los altos niveles de riqueza y endemismos de especies en la mayoría de estas formaciones reflejan una especiación mejorada, convivencia y persistencia de linajes con distintas trayectorias evolutivas (Antonelli, 2015; Zizka & Antonelli, 2018; Pringle, 2019; Rahbek et al., 2019b).
Según Körner (2004), debido a que una sola montaña puede albergar una serie de zonas climáticamente diferentes en distancias cortas de elevación, se consideran puntos calientes de biodiversidad y regiones prioritarias para la conservación. Tanto el uso/abuso del suelo como el calentamiento climático, afectan a la biodiversidad de las montañas, donde las plantas (en especial extensas formaciones boscosas) con sus variados sistemas de raíces anclan los suelos en las pendientes y evitan la erosión. Para dicho autor (Körner et al., 2004), así como otros (Elsena et al., 2018), dada su función fundamental (obtención de recursos hídricos, por ejemplo), las tierras bajas deberían mostrar preocupación por los procesos que tienen lugar en las tierras altas, más allá de su valor puramente recreativo/estético. De hecho, los macizos montañosos son habitados por medio billón de personas y unos tres billones viven en zonas de influencia de estos enclaves, aprovechando todos sus recursos (agua en especial) (Körner & Spehn, 2019).
Además, según Peters et al. (2019), la agricultura y la explotación de los recursos naturales han transformado los ecosistemas de montañas tropicales en todo el mundo, y las consecuencias de estas transformaciones para la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas en dichas áreas y sus entornos adyacentes son, en gran medida, de consecuencias desconocidas. Sus estudios (Peters et al., 2016 y 2019) indican que es de vital importancia comprender –por tanto- cómo la interacción del clima y el uso de la tierra limita la biodiversidad y sus funciones, para determinar las repercusiones del cambio global en estos ecosistemas (caso del Monte Kilimanjaro –Tanzania- donde dichos autores situaron su estudio). Sus datos sugieren que la respuesta de las funciones del ecosistema a la intensidad del uso de la tierra depende del clima; produciéndose cambios más graves en las tierras bajas áridas y en las zonas montañosas más frías.
Recordemos que Rahbek et al. (2019a) exponen en su trabajo: Building mountain biodiversity: geological and Evolutionary processes que, según Stebbins(1974), muchos se cuestionaban si la alta diversidad presente en ciertos enclaves del planeta, en concreto en las zonas tropicales, se debía a que estas áreas actuaban como cunas (zonas de génesis muy rápidas de especies) o museos (zonas de persistencia de especies durante largo tiempo). A estos conceptos se añaden otros: tumbas para describir lugares con altas tasas de extinción, barreras, refugios, corredores o elevadores… (ver Rahbek et al., 2019b).
En el caso de las montañas tropicales de gran diversidad biológica, se ha llegado a la conclusión de que la respuesta pudiera ser ambos, es decir, cunas y museos. Un ejemplo sería los Andes (Sylvester et al., 2017), donde no solo aparecen especies recientemente diversificadas, sino antiguos linajes, como centros de producción de endemismos. Pero, los actuales patrones de diversidad de especies a gran escala no explican la extraordinariamente alta biodiversidad de las regiones montañosas, particularmente en los trópicos, asunto difícil de comprender, un fenómeno que algunos expertos denominan el “enigma Humboldt”, y que tiene origen complejo. Cierto es que la alta concentración de especies en regiones montañosas tropicales resulta problemática de analizar, en especial porque los estudios –básicamente- se han centrado en zonas no-tropicales (Rahbek et al. (2019a) basan su estudio en 21.000 especies de anfibios, aves y mamíferos de 134 regiones montañosas a nivel mundial). Y si bien es sabido que la Amazonía contiene elevados niveles de biodiversidad (algunos autores hablan de que se han cuantificado hasta 942 especies vegetales/una hectárea), extremos cambios espaciales de especies en los Andes hace mucho más diversa esta zona a escala regional que –curiosamente- la propia selva amazónica (McFadden et al., 2019), estando considerados factor clave para la biodiversidad de toda América del Sur (Luebert & Weigend, 2014).
Citemos el trabajo de Merckx et al. (2015) sobre la formación de endemismos en montañas, en concreto en el monte Kinabalu (Borneo). Según estos investigadores, que se basaron en el análisis y estudio de 1.800 especímenes (sus secuencias de ADN), la mayoría de las especies endémicas, que se han formado en ese lugar, son recientes y derivan de ancestros tanto locales como de especies llegadas desde lugares remotos, aunque bien pre-adaptadas a los entonos fríos. Observaciones que tienen (dicen los autores) implicaciones en el conocimiento de la biodiversidad en montañas y que puede ayudar a la hora de elaborar futuros planes de protección para organismos y hábitats conjuntamente.
Precisamente, respecto al origen de estos procesos se ha discutido/discute mucho. De hecho, la importancia de la geología montañosa, incluyendo la composición mineralógica del sustrato ha cobrado protagonismo recientemente. Sabemos que dicha composición mineral, así como los niveles de nutrientes afectan a la fisiología de las plantas, composición de la vegetación, productividad primaria y, por tanto, a la diversidad de especies. Afirman los expertos que, formaciones montañosas con altos niveles de heterogeneidad geológica, es probable que admitan niveles de rotación espacial de especies y formas endémicas locales, sobre todo en el grupo de las plantas. No obstante, observamos (Rahbek et al., 2019a) que la ciencia carece de estudios integrales/globales/generales (o al menos se sabe poco de esto) que expliquen por ejemplo cómo la diversidad edáfica (entre otros muchos y variados factores) afecta a la biodiversidad (Antonelli et al., 2018). En un reciente análisis (Antonelli et al., 2018) confirman la correlación entre diversidad de especies, topografía del relieve y clima. Estos autores encuentran vínculos entre mamíferos, aves y anfibios con procesos de erosión a corto y largo plazo, así como diversidad del suelo (aunque con respuesta variable, eso sí, en todos los continentes). Antonelli et al. (2018), insisten en que se necesita una mejor comprensión de las interacciones biosfera-litosfera para entender los patrones y la evolución de biodiversidad en montañas (a escala temporal y espacial), sobre todo en regiones alpinas tropicales que han interesado a naturalistas y estudiosos por la diversa e inusual variedad de formas de vida en ellas encontradas (Antonelli, 2015).
Todo ello, nos hace volver a mirar -una vez más- la obra de Alexander von Humboldt desde la perspectiva de reivindicar el valor ecológico de estos interesantes enclaves dentro de una concepción holística de los procesos ambientales. Durante su viaje (cinco años) a las regiones equinocciales de América (donde recorrió unos 8.000 kilómetros) y en sus notas sobre distribución de pisos de vegetación estableció/comentó/esbozó/dilucidó el papel fundamental de los macizos montañosos en la diversidad de la Tierra, señalando la influencia del clima, la altura y latitud en la distribución de la biodiversidad e iniciando los estudios geobotánicos (como nueva especialidad en Biología).
Por ello, estudiosos de la materia trabajan en la línea de establecer vínculos entre procesos geológicos, biológicos y climatológicos para un mejor entendimiento de los patrones de biodiversidad en regiones montañosas, al igual que le ocurrió a Alexander Humboldt cuando, sorprendido, subyugado y con instrumentación básica, aunque utilizada en el siglo XIX, dibujó su famosa, ilustrativa e icónica, Tableau Physique.
La montaña de Humboldt (los macizos montañosos) puede ser para estudios de distribución y riqueza de especies, así como sus repercusiones/proyecciones en entornos relacionados/circundantes, la montaña de todos. Por ello, en el 250 aniversario del nacimiento del erudito von Humboldt, cobra vigencia lo recientemente expresado por el profesor Carsten Rahbek, científico de la Universidad de Copenhague, cuando afirma: «…nuestros artículos recientes (publicados) en Science son un homenaje al trabajo de Alexander von Humboldt, que revolucionó la manera de pensar en relación a los procesos que determinan la distribución de vida en la Tierra. Nuestro trabajo hoy, en base al suyo hecho hace muchos años (algunas centurias atrás), integra datos e información sobre diversas disciplinas dentro de un conocimiento más holístico. Es nuestra contribución de respeto hacia su legado…«
A esto se debe añadir que –de manera alarmante- los bosques tropicales primarios, es decir, aquellos reductos aún intactos, no afectos por la mano del ser humano, que tanto entusiasmaron al prusiano en su viaje americano y que, desgraciadamente, están centralizando el comercio ilegal de especies (Scheffers et al., 2019) se están perdiendo -cada año- a elevadas tasas (Haddad et al., 2015). Por ejemplo, Edwards et al. (2019) establecen que, entre los años 1980 y 2012, cerca de 150 millones de hectáreas se transformaron/destinaron para uso agrícola con un porcentaje de destrucción de masa forestal en torno a cuatro millones de hectáreas/año. Esta fragmentación tiene consecuencias importantes no solo para la diversidad, también para los derechos y medios de vida de las comunidades indígenas (locales), algo que preocupa y mucho a los estudiosos (Díaz et al., 2018; Kremen & Merenlender, 2018; Cámara-Leret et al., 2019; Seymour & Harris, 2019). Bosques tropicales que, según anuncian algunos investigadores (Edwards et al., 2019), están siendo cada vez más reducidos en extensión, más simples en cuanto a especies, más escarpados (inaccesibles) y más vacíos y lo serán aún más en la medida que avance la acción humana sobre la naturaleza (…tropical forests of the Anthropocene will be smaller, simpler, steeper, and emptier …). Los investigadores, antes señalados, hablan de la necesidad urgente de protección global para evitar la ola de deforestación, degradación y los efectos del cambio climático sobre unos enclaves (bosques primarios) que soportan funciones esenciales para la vida en el planeta y que pueden representar –al tiempo- las soluciones que se plantean para mitigar el cambio climático (por su capacidad de absorber el CO2 de la atmósfera), como expresan Griscoma et al. (2017).
Y es que la visión de Humboldt (un héroe de la naturaleza) y –especialmente- su noción del medio natural siguen más vigentes que nunca. Incluso, hoy en día, sus resultados (observaciones/notas de campo) (Hestmark, 2019) se han visto modificados (están alterados) por los cambios globales que sufre nuestro planeta y que, algunos científicos, han denominado/estudiado como período Antropoceno (Braje & Erlandson, 2013; Binczyk, 2019; Jackson, 2019; Laurance, 2019; Maderspacher, 2019; Turvey & Crees, 2019). Aun en la dificultad inherente al manejo de dichos datos históricos (caso de los cuadernos de viaje de Humboldt o sus icónicas tablas) y su contraste con la metodología/información actual, según opinan algunos especialistas (ver Global warming has made iconic Andean peak unrecognizable, Tim Appenzeller, 2019, Science Magazine), así como otras publicaciones (Pauli et al., 2012; Morueta-Holme et al., 2015; Steinbauer et al., 2018; Moret et al., 2019), donde se exponen resultados que indican cambios en la distribución de especies (los expertos observan desplazamientos hacia las zonas más altas –cumbres- de algunas de ellas), expansión de áreas de cultivo hacia altura, disminución notoria de glaciares (20%), reducción de niveles hídricos, nuevos datos de riqueza de especies en los picos de las montañas, así como de la adaptación de la biodiversidad en contextos de altitud y latitud (templadas versus tropicales -por ejemplo- en relación al calentamiento que amenaza, ver Morueta-Holme et al., 2015); la obra de Humboldt presenta una actualidad arrolladora y una alerta aleccionadora -tal vez- tardíamente escuchada respecto al futuro que nos espera.
“…evidencias científicas en variadas disciplinas (de la climatología a la biología, ciencias sociales o humanidades) nos están demostrando el legado de Humboldt: todo está conectado…Nuestro pensamiento y acciones necesitan reflejarlo…”
(Körner & Spehn, Science, 2019)
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Imágenes
Figura 1.- Montañas, enclaves de gran importancia para la biodiversidad.
Figura 2.- Esquema mostrando cómo una montaña tropical puede contener todas las zonas climáticas de un único hemisferio. Tomado de Rahbek et al. (2019a).
Figura 3.- Formación de endemismos en montañas tropicales aisladas. Esquema tomado del trabajo de Merckx et al. (2015).
Figura 4.- Gráfico que señala los cambios observados en la distribución de biodiversidad y glaciares en el Chimborazo (época de Humboldt y en la actualidad). Tomado de Morueta-Holme et al. (2015).
Figura 5.- Las regiones tropicales, lugares de interés para científicos y artistas. Vista del Cotopaxi (cuadro de F. E. Church, de la Hudson River School).
Figura 6.- Bosques tropicales primarios.