El término ‘etnohistoria’ fue acuñado en 1954 por etnólogos estadounidenses de la Universidad de Bloomington (Indiana) para denominar y englobar el estudio de las tribus indias norteamericanas, logrando que su publicación ‘Ethnohistory’ tuviese una buena acogida en antropología, etnología, arqueología, historia general y regional desde mediados del siglo XX.
Diversos autores han evaluado la producción etnohistórica afrontada en colectividades indígenas de América, África y Oceanía, situándola metodológica y temporalmente entre la historia convencional, la antropología y la arqueología, sugiriéndose tres dimensiones que han sido bien aceptadas: su atención al pasado o al presente de las culturas, el uso de documentos orales o escritos como fuente primaria de datos y un énfasis en el cambio diacrónico y sincrónico de las culturas estudiadas.
De esta empatía disciplinar surgió la síntesis y comenzó a ser enunciada apropiadamente como ‘etnohistoria’, contando con el uso crítico de las fuentes orales, escritas y la utilización de todo tipo de materiales gráficos, etnografía convencional, datos arqueológicos, lingüísticos, geográficos, geológicos, biológicos, así como cualquier otra información que pueda contribuir a la reconstrucción, el análisis, la interpretación y la explicación sociocultural.
Entonces, la etnohistoria resulta –en palabras de Ronald Spores– una explicación exacta pero flexible de los procesos culturales y el cambio, problemas compartidos por la etnología, la historia, la arqueología y la antropología. Y sus límites alcanzan desde la primera representación pictográfica hasta la impresión de ordenador, película cinematográfica y cinta de grabación. Lo que la etnohistoria aporta es una metodología para procesar esos materiales y convertirlos en datos etnográficos para los cuales pueden enunciarse inferencias significativas. Si la etnohistoria ha disfrutado de crecimiento a lo largo de los años es porque ha hecho posible secuencias de largo desarrollo, análisis funcionales sincrónicos y diacrónicos detallados en cualquier momento temporal, una metodología científicamente segura con datos completamente recuperables que pueden ser utilizados, revisados, verificados, autentificados y compartidos por gran número de investigadores, así como el aumento y el enriquecimiento sustancial de la etnología, la historia, la arqueología y la antropología. ¡Una para todas, todas para una!
Dr. José Juan Jiménez González, Conservador del Museo Arqueológico de Tenerife