Ávido de desafíos y coherente, su poética siempre escucha los latidos de la naturaleza, valora el paisaje y confía en la eficacia del dibujo como medio expresivo. Pero también explora y reactiva viejas técnicas y procedimientos artísticos, o, como en esta obra, investiga las posibilidades plásticas de materiales insólitos: la humilde hoja del pino, puntiaguda, estrecha y con forma de aguja.
Dibujando con pinocha… En los paseos por las ciudades o el campo suelen llegar ideas que el artista en el estudio usa, deja en barbecho o descarta.
Gabriel Roca suele pasar por el bosque de La Esperanza, camino de su trabajo en El Teide y observa los «amontonamientos» que hacen los pinocheros. Un día decide traerse pinocha y comienzan los dibujos. Un gran cartón blanco en el suelo sobre el que el artista comienza a dibujar con pinocha, con las manos y pies, con un ritmo bailón que entra en las imágenes.
Cuando Gabriel Roca decide que el dibujo está terminado lo fotografía y destruye el «original». Su naturaleza es frágil y efímera.
Carlos Diaz Bertrana
Director of Sala de Arte Contemporáneo del Gobierno de Canarias
El pino canario (Pinus canariensis) es una especie de origen muy antiguo. Durante el Terciario debió extenderse ampliamente por la región mediterránea, como indican los fósiles localizados en diferentes yacimientos paleontológicos, desde España hasta Turquía. Hace unos cinco millones de años desapareció del continente europeo, probablemente a causa de los drásticos cambios climáticos que se produjeron en ese periodo geológico. En Canarias, sin embargo, no se extinguió y continuó evolucionando con notable éxito. Hoy en día, es el árbol más abundante del archipiélago, donde forma grandes bosques en Tenerife, La Palma, Gran Canaria y El Hierro. Los pinares actuales, incluyendo los de repoblación, cubren unas 78 000 hectáreas, casi el 60% de la superficie forestal de Canarias.
Las hojas adultas o acículas del pino canario son de color verde claro, largas (20-30 cm) y muy finas (1-1,5 mm), de textura suave y bastante flexibles. Surgen en grupos de tres a partir de una vaina basal membranosa, una disposición que no presenta ninguno de los pinos europeos, pero que es común en los pinos americanos. Son más persistentes en los ejemplares que crecen en condiciones semiáridas que en los de zonas húmedas. Cuando se secan, permanecen cierto tiempo en las ramas, en ocasiones varios meses, hasta que finalmente se desprenden y caen, cubriendo el suelo con un denso tapiz de color marrón, muy resbaladizo, que en Canarias llamamos «pinocha».
La pinocha es un recurso natural que se ha aprovechado desde tiempos anteriores a la conquista. En el interior de varias momias guanches, por ejemplo, se han encontrado numerosos fragmentos de acículas, formando parte del material utilizado en la momificación, posiblemente por sus propiedades desecantes y antisépticas. Los aborígenes canarios también debieron amontonar pinocha bajo las zaleas o pieles curtidas sobre las que dormían, como se siguió haciendo hasta hace poco para rellenar colchones. La pinocha es un eficaz repelente para chinches, pulgas y otros molestos insectos. Aunque cada vez menos, aún se sigue usando como cama para el ganado, de la que se obtiene un excelente estiércol. En fin, la pinocha seca también sirvió antaño para proteger las manillas de plátanos y otras frutas en los embalajes destinados a la exportación.
En la actualidad, el aprovechamiento de este recurso natural es testimonial, ya que su recolección no resulta rentable, al ser un trabajo duro y que requiere mucha mano de obra. Es más barato importar estiércol que obtenerlo de la pinocha. Año tras año, la pinocha se acumula en los pinares, empobreciendo el sotobosque y convirtiéndose en un riesgo para la propagación de incendios forestales.
Para esta exposición, Gabriel Roca solo ha necesitado unos pocos jaces de pinocha, que ha transformado en delicadas y efímeras obras de arte, perpetuadas en bellas imágenes fotográficas.
Lázaro Sánchez Pinto
Botánico y exdirector del Museo de Ciencias Naturales