Antropología biológica

ANTROPOLOGÍA BIOLÓGICA

Al acceder a esta sala veremos una recreación de un gabinete de antropología del s. XIX, cuando se empezaron a formar importantes colecciones privadas de restos humanos en las islas. En el último tercio de esta centuria fue descubierto en el sur de Francia el Hombre de Cro-Magnon. Ello determinó que, desde entonces y hasta bien avanzado el s. XX, una parte importante de la investigación antropológica se dedicara a estudiar los restos óseos de la población aborigen, cráneos en particular, con el fin de establecer una clasificación basada en las características de sus rasgos físicos. Según estos parámetros, a Canarias habrían llegado dos grupos humanos diferenciados, cromañoides y mediterranoides, con diferentes patrones culturales de asentamiento.

Afortunadamente, los estudios raciológicos están hoy superados pero como consecuencia de aquél interés tuvo lugar la búsqueda indiscriminada de cráneos por un gran número de cuevas funerarias de todo el archipiélago, que fue alentada por los mismos antropólogos de la época, provocando la separación del cráneo respecto a su esqueleto postcraneal en muchos casos, y dando lugar a la descontextualización de los depósitos funerarios y a la pérdida irreversible de información sobre las primeras poblaciones asentadas en las islas.

El objetivo actual de la bioantropología o antropología biológica gira en torno al conocimiento de las poblaciones humanas, su variabilidad, evolución y adaptación al medio en el que viven, a partir del estudio de los restos humanos.

LA POBLACIÓN GUANCHE

Los guanches no padecieron graves enfermedades o desequilibrios nutricionales y se encontraban, en general, bien adaptados a la geografía de la isla y a los recursos que esta le ofrecía. Su dieta se basaba, fundamentalmente, en productos cárnicos y lácteos que complementaban con alimentos de origen vegetal y marino. Como promedio, los hombres alcanzaban los 171 cm. y las mujeres los 160 cm. de altura. Su esperanza de vida al nacimiento era de casi 32 años, cifra alta en comparación con las poblaciones europeas y norteafricanas coetáneas, y su tasa de mortalidad bruta de 32 por mil (32 de cada 1000 habitantes morían por año).

Los estudios genéticos confirman que las primeras poblaciones asentadas en el archipiélago canario procedían del noroeste de África.

LA TERAPÉUTICA

La existencia de una buena curación y consolidación de algunas fracturas encontradas indica que los guanches desarrollaron ciertas técnicas traumatológicas que debieron comprender la reducción de la fractura, la inmovilización del miembro afectado y el reposo.

Los guanches también realizaron algunas prácticas “quirúrgicas” craneales. La trepanación consiste en comunicar el interior de la cavidad craneal con el exterior a través de una apertura sin dañar el cerebro. Es de destacar la alta tasa de supervivencia de los individuos que recibieron este tratamiento. Otra práctica, la cauterización, que fue el procedimiento más común en Tenerife, consiste en quemar un área del cuerpo con útiles de piedra candentes o grasa animal hirviendo. La escarificación, por último, consiste en sangrar una parte del cuerpo mediante cortes generalmente localizados en la zona de la dolencia.

Entre los remedios medicinales de origen animal los textos citan la aplicación frecuente de manteca pero sabemos también que las propiedades terapéuticas de las plantas también serían ampliamente aprovechadas por los aborígenes. Distintos autores nos hablan, entre otros, del látex de la tabaiba o el cardón en afecciones de la piel, la sangre de drago para la cicatrización de las heridas, así como el consumo del chacerquen, especie de miel obtenida del fruto del mocán, empleado para tratar los males de cámara (dolores de estómago) y los dolores de costado (neumonía).

PALEOPATOLOGÍA

Los estudios paleopatológicos, cuyo objetivo es conocer las enfermedades, lesiones y malformaciones congénitas padecidas por poblaciones antiguas, nos indican que las patologías que con mayor frecuencia han dejado su huella en los restos óseos guanches, como podemos observar en este ámbito, fueron la artrosis, la atrición o desgaste dental, la enfermedad periodontal y las malformaciones congénitas.

La artrosis fue la enfermedad reumática articular más relevante, afectando a casi la mitad de la población en algunas zonas de la isla en edades relativamente jóvenes debido principalmente a la gran actividad física que realizaban estas poblaciones.

Entre las enfermedades maxilofaciales podemos ver varios ejemplos de atrición o desgaste dentario, que afectó a buena parte de la población guanche. Esta alta incidencia se relaciona con ciertos hábitos alimentarios como la inclusión en la dieta de sustancias abrasivas provenientes de la molturación de cereales en molinos de piedra. También se pueden observar piezas con caries, sarro o cálculos dentales, abscesos y enfermedad periodontal, inflamación y degeneración del aparato de sostén del diente que puede llegar a la caída de la pieza dental. Más de la mitad de la población guanche adulta padecía esta enfermedad.

El factor genético juega un importante papel en la aparición de malformaciones congénitas, revelando el nivel de endogamia de una población, esto es, el grado de parentesco entre sus miembros. Los guanches, debido al aislamiento insular, presentaban una frecuencia alta de malformaciones congénitas no letales como es la espina bífida oculta, la malformación más habitual entre los guanches con frecuencias que llegan a alcanzar en Anaga y Teno a la mitad de la población. Consiste en una falta de cierre de los elementos posteriores de una vértebra o del sacro.

Además, es llamativa la alta incidencia de traumatismos en la población prehispánica de Tenerife, destacando los producidos por actos violentos con un índice de supervivencia muy elevado, como son los traumas craneales, los cuales sugieren unas relaciones intergrupales tensas entre los primeros tinerfeños.

En lo que se refiere al estudio patológico de los tejidos blandos procedentes de algunas momias guanches, se ha detectado la presencia de antracosis, debido a la exposición continua al humo de los hogares, arteriosclerosis y enfermedades infecciosas como la sinusitis. Conocemos, también, que los guanches padecieron lombrices.

EL MUNDO FUNERARIO

Los guanches no practicaron la inhumación en un sentido estricto sino que, de forma generalizada, depositaban a sus muertos en el interior de cuevas naturales que cerraban con muros de piedra seca.

Las narraciones e Historias Generales describen entre los primeros pobladores de Tenerife un tratamiento funerario específico, el mirlado, que se prolongaba durante 15 días e incluía el lavado del cuerpo, su unción con manteca, la aplicación de sustancias vegetales y minerales y su posterior secado. El procedimiento incluía, además, el amortajamiento o la envoltura del cadáver en un número variable de capas de pieles de animal, curtidas y cosidas, que se ajustaban mediante tiras de cuero. Algunos autores indican que también se extraían las vísceras e, incluso, el cerebro. Sin embargo, los trabajos de investigación realizados no han podido detectar la evisceración ni la extracción del cerebro en ninguna momia guanche hasta el momento.

Tras finalizar este proceso, colocaban el cuerpo enfardado boca arriba, y sin una orientación específica, sobre el suelo de la cueva elegida como espacio funerario, generalmente colectivo, lugar de descanso de sus antepasados. Previsiblemente, el cadáver era llevado a la cueva funeraria con ayuda de una parihuela o chajasco. Los objetos hallados son normalmente escasos y corresponden a elementos conocidos en contextos domésticos: recipientes de cerámica, punzones de hueso, restos alimenticios… Son características las cuentas de collar realizadas en barro. También es frecuente hallar fragmentos de madera quemada. Probablemente, parte de estas evidencias corresponden a la celebración de determinados actos rituales.

Como podemos observar, los restos momificados corresponden tanto a adultos como a niños, e incluso fetos, de ambos sexos, y proceden de diferentes cuevas funerarias de Tenerife. Están fechados entre los siglos IV y XIV. Algunas momias guanches tienen una buena preservación pero, de forma general, es poco frecuente la conservación de los órganos internos. Vemos, por otra parte, indicios de momificación en restos humanos semicompletos pertenecientes a la cabeza, al tronco o a los miembros superiores e inferiores. En la conservación de estos restos parciales influye la estabilidad medioambiental que se registra en el interior de las cuevas naturales a lo largo de todo el año.