En el año 1526 el Regidor Jerónimo de Pineda, en unión de los testigos Arriete de Betancort, Cristóbal Rodríguez de Lucana, Gonzalo de Aguilar, Antón López y Pedro de Argüello, otorgó un poder a “Francisco Xáimez, vecino de la dicha villa de Agáldar e hijo de Alonso Xáimez conquistador que fue en esta dicha isla de Grand Canaria e alférez della…”, para que presentara sus quejas en Madrid ante la decisión del Gobernador y Justicia Mayor, Martín Fernández Cerón, que “nos fizo e a fecho en haber, como ha, proveído de alcalde e vara de justicia en el barrio desta villa de Gáldar, que dicen Santa María de Guía”.
Con estos datos Millares Carló sustrajo la autoría de las crónicas primigenias de la conquista a Alonso Jaimez de Sotomayor otorgándosela a alguno de sus parientes, amigos o al escribano Pedro de Argüello, que aparece como titular de una “Crónica de las islas de Canaria en que se refiere cómo se ganaron de los naturales de ellas, enmendada por el bachiller Hernando de Ortiz en 1526” que existía en el Catálogo de la biblioteca del marqués de Montealegre y conde de Villaumbrosa publicado en 1677. Esta biblioteca pasó a la del marqués de la Romana aunque la obra citada no figura en su catálogo impreso porque la mayor parte de los fondos fueron a parar al Archivo del Cronista Luis de Salazar, para ser trasladados luego a la Real Academia de la Historia y actualmente en paradero desconocido.
La pugna por el control del agua
El litigio jurisdiccional suscitado entre los descendientes de conquistadores que vieron minoradas sus influencias territoriales y la irrigación de sus tierras galdarenses y los colonos del siglo XVI, favorecidos por la hidrología de El Palmital de Guía con la que regar sus cultivos en la vega de Gáldar, explica el advenimiento de relatos que ensalzaron a los ascendientes pioneros con la finalidad de legitimar sus prerrogativas frente al poder emergente de los repobladores.
La sociedad colonial que no luchó como soldado para obtener repartimientos se vio implicada en las intrigas socioeconómicas insulares a medida que prosperaban sus haciendas, optando por capitalizar el control municipal y judicial de los recursos hídricos de Santa María de Guía, los bienes comunales y de propios, iniciándose un prolongado estado de fricciones y litigios. Por su parte, los descendientes de la colectividad primigenia trataron de mantener sus privilegios como grupo emparentado con unos conquistadores que no podían desde sus tumbas influenciar un nuevo reparto de bienes raíces.
Sotomayorismo y rejonismo
La interconexión entre la reiterada mención de las hazañas de Alonso Jaimez de Sotomayor, la motivación del litigio nominalmente encabezado por su hijo y el “rejonismo”, quedaría explicada por la actitud de quienes magnificaron a Juan Rejón y Sotomayor desempolvando prestigios para legitimar sus propias pretensiones en el primer cuarto del siglo XVI haciendo valer “derechos de conquista” cuando el binomio colonización/repoblación creó disputas irreconciliables.
Rejón fue empleado como una excusa épica local tardía, un recurso para fines tangibles más allá de sus gloriosas hazañas postreras, que no debe seguir interpretándose desde una opción literaria. Porque la explicación reside en los imponderables que afectaron a colectivos heterogéneos en la explotación de recursos agropecuarios, cuyo control era estratégico para las élites canarias del primer tercio del siglo XVI.
Si para los repobladores la conquista y sus próceres no eran más que un recuerdo pasado, los viejos colonos guardaban y recreaban escritos legitimadores de antiguos repartos más allá del tiempo en que hubo que luchar para obtenerlos. Y sus descendientes no deseaban compartir las ventajas de su estirpe pionera con las pretensiones de colonizadores advenedizos. No extraña que los redactores y refundidores de los manuscritos pusieran de manifiesto el origen ilustre de los segmentos familiares distinguidos entroncándolos repetidamente con sus propios antepasados.
Epílogo
Si Juan Rejón no dejó más parentela directa en la isla hay que mirar –entre otros– a los descendientes de su cuñado Alonso Jáimez de Sotomayor para perfilar a quiénes servían los manuscritos. Por tanto, propongo más el “sotomayorismo” de la Crónica Primitiva y sus refundiciones afines que el “rejonismo” estilístico que acabó por no dejarnos ver el bosque. Esto explica también el escaso y contradictorio tratamiento que recibe el mundo indígena, según se desprende de las copias que se han conservado.
Dr. José Juan Jiménez González.
Conservador del Museo Arqueológico de Tenerife.