«¿Aita, ama, podrá el Olentzero traerme la cámara que he pedido?» (25 de diciembre de 2004). Me encontraba abriendo los regalos de Navidad, cuando dentro de uno de ellos estaba aquel objeto tan deseado, ese objeto que iba a hacer que hoy en día mi pasión por la naturaleza sea tan fuerte, una modesta cámara de fotos de apenas unos pocos aumentos. Con aquella cámara fotografiaba cada animal, cada seta, cada momento que me regalaba la naturaleza y mi pasión cada vez era mayor. A través de las páginas de internet, seguía los pasos de muchos fotógrafos a los que intentaba imitar a pesar de mis limitados recursos. Fui pasando por diferentes etapas, una de foto-identificación, para dar paso a una más documental y para terminar en mi etapa actual, donde trato de dar a cada imagen algo diferente, algo que haga que esa imagen tenga mi sello personal, buscando un estilo artístico y tratando ser lo más original posible, a pesar de que en muchas ocasiones me deje influenciar por los fotógrafos a los que admiro.
Durante un tiempo estuve centrado únicamente en la fotografía de aves, algo que me limitaba mucho y que reducía considerablemente la variedad de mi archivo fotográfico. Fue un gran error, ya que no sé cuántos regalos de la naturaleza me estaba perdiendo por no abrir mi mente y dejar volar la imaginación, ya sea con la mirada de un alcatraz o con un pequeño charco donde la capa bacteriana de la especie Leptotrix discophora ha creado una bonita paleta de colores. Gracias a este cambio de mentalidad creo que ahora soy capaz de disfrutar mucho más cada paseo que doy por un bosque, o por la montaña, ya que llevo mis sentidos al cien por cien tratando de buscar cualquier detalle, grande o pequeño, que llame mi atención. Si nos cortamos las alas jamás podremos volar lo suficientemente alto como para no perdernos ningún detalle de la naturaleza. Esta es mi forma de ver la naturaleza. ¿Y la tuya?
Desde que se estrenara con siete años en el mundo de la fotografía de naturaleza, Egoitz Ikaza (22 años) ha acumulado, al otro lado del visor, cientos de especies, paisajes e historias centradas, principalmente, en la fotografía de aves, sin bien nunca deja pasar la oportunidad de retratar cualquier especie animal que se cruce delante de sus ojos y su cámara.
Su inicio en este mundo de la fotografía de naturaleza hay que buscarlo, primero, en la afición que su padre ha cultivado toda la vida por el arte de la fotografía, hecho que ha marcado que en casa siempre se respirase esa pasión. A medida que ha ido creciendo, Egoitz ha ido perfeccionando su técnica, hasta el punto de dejar de lado la fotografía más documental para perseguir el objetivo de darle a cada imagen un hecho distintivo, ese «algo» que pueda marcar la diferencia entre lo que supone una imagen atractiva y otra realmente impactante.