Los espejos son objetos singulares, devuelven la imagen de nuestro mundo de forma paralela. A veces a través de una falsa ventana enmarcada, como es mi caso particular. Lo reflejado se manifiesta como un espacio intangible, pero sincronizado con el nuestro y todo lo que en él ocurre sucede del revés. La demostración es bien sencilla: si levanto la mano izquierda, mi alter ego levanta su ¿izquierda?... ¿Qué es lo que ocurre aquí? Mi otro Yo ha clavado su mirada un par de palmos por encima de mi hombro derecho. Concretamente, se ha centrado en una pared que está a mis espaldas y donde tengo colgados numerosos cuadros y fotos, así como otras pertenencias singulares. Parece ser que entre todos ellos el que ha captado su atención es un pequeño mapa. Una antigualla que representa una de las primeras cartografías de Tenerife, con su característica forma triangular y la península de Anaga un poco menos desarrollada, lo que confiere a la isla un aspecto más rechoncho.
Por mi parte, he hecho lo propio y he centrado la vista en la estancia que acoge a mi Yo “invertido”. Para mi sorpresa, allí donde el mapa debía de mostrarme una toponimia igualmente del revés, los nombres de los núcleos poblacionales y accidentes geográficos estaban bien escritos, mas no me eran familiares: Laguna Grande, Puerto del Amor, Caleta de la Dulzura, Atalaya de los Sueños, Bosque Perenne, Playa Limpia, Risco de los Atardeceres, Barranco de los Antepasados y así un largo etcétera. Nombres que, en cierto modo, evocaban momentos de mi vida, desvelos y anhelos personales. Sin embargo, un sector insular (dominado por un promontorio puntiagudo) mantenía inalterado su curioso nombre: “edieT”. Pues hay cosas tan profundas y arraigadas en el imaginario colectivo que ni el tiempo, ni los sueños, ni un ajado espejo adquirido en una gran superficie pueden alterar.
Cuando caí en la cuenta, mi Yo reflejado ya se había sincronizado conmigo en sus movimientos. Además, detrás de él, mis abuelos me saludaban con cariño. Me di la vuelta rápidamente para responderles a su familiar gesto, pero caí en la cuenta que hacía más de medio siglo que no estaban a este lado del espejo.
Ahora, hagamos un ejercicio mental, extrayendo el elemento “absurdo” de esta instantánea e intentando dar respuesta a las siguientes preguntas (busca ayuda si lo estimas necesario):