La Luz del Risco tiene un torreón que le sirve de cobijo, que la protege de la lluvia y la ampara del alisio.
Hubo una época remota en que campaba por andenes y cuevas; ora guiando a pastores en la distancia, ora iluminando la noche cuando la Luna se ausentaba. Aunque, la mayor parte del tiempo, la Luz del Risco permanecía solitaria, en perfecta sintonía con el paisaje feraz en el que vivía.
Por lo general, las personas la solían evitar; mas, si le pedían ayuda ella se mostraba muy diligente. Incluso dicen que la luminaria podía dar conversación y compañía en un momento de soledad. Entonces, se revelaba con todo su fulgor y mostraba que estar solo era únicamente un punto de vista, pues la compañía se podía encontrar en todas aquellas cosas –tangibles e intangibles– que la mayoría de las ocasiones se pasaban por alto. Desde una simple piedra rastrera o, quizá, una mata a la vera de una trocha. En un recuerdo placentero o en la brisa que acaricia tu rostro.
Pero llegó el día en que todo el mundo quiso ser acompañado por la Luz del Risco y su esencia se desvirtuó. Con el paso del tiempo, la gente dejó de reunirse entorno a ella y los mayores olvidaron contar historias a los más chicos. Y cuando éstos también crecieron, ya no pudieron transmitirlas a sus descendientes. Desde entonces, la desmemoria moró entre los seres humanos y no saborearon el instante; pues vivieron siempre pendientes del futuro. Un futuro que nunca llegaba y al que costaba alcanzar cada vez más. ¡Cosas de la edad! Así, los despojos de cientos de generaciones desmemoriadas pulularon por doquier y la Luz del Risco mermó hasta el punto de convertirse en una simple pavesa mortecina.
A pesar de todo ello, la historia nos cuenta que hubo alguien que le devolvió su vigor primigenio, susurrándole palabras de esperanza. Y para volver a consumar esta singular alianza, le hizo erigir un torreón donde custodiarla y protegerla, pero lo suficientemente elevado para que fuese contemplada desde la lejanía. Una luz imperecedera para un porvenir no revelado.
Ahora, hagamos un ejercicio mental, extrayendo el elemento “absurdo” de esta instantánea e intentando dar respuesta a las siguientes preguntas (busca ayuda si lo estimas necesario):