En esta actividad el relato y la noticia falsa cobran protagonismo; pero su finalidad es meramente lúdica y educativa –y más en los tiempos que corren–, siendo su único propósito el entretenimiento, despertar la imaginación y el espíritu crítico. Aprender a discernir lo que es real frente a lo que no y, sobre todo, separar la paja del centeno (o grano).
Contempla la imagen, lee el texto y sigue las instrucciones; porque, a veces, las cosas no son lo que aparentan y quitando el ornamento podrás darte cuenta que subyace otra realidad.
Brumoso despuntaba el alba cuando los excursionistas se disponían con presteza a conseguir un asiento estable sobre el roquedo. Después de un par de horas de intenso ascenso desde El Refugio, por fin habían logrado coronar la cima del Teide. Algunos de ellos recomponían sus fuerzas y hablaban entusiasmados; mientras otros –los que menos– sucumbían ante la magnificencia del paisaje que se desplegaba bajo sus cansados pies, emulando una experiencia sensitiva que se remontaba a las primeras ascensiones acontecidas siglos atrás.
Con las primeras luces del día, algunas islas empezaron a materializarse entre las vaporosas nubes. Gran Canaria y La Gomera, en primer lugar. Luego, el Hierro, la más meridional. También concurrió a este mágico encuentro La Palma, con su inconfundible perfil sinuoso. Mas allá, casi evanescentes en el horizonte, Fuerteventura y Lanzarote. Sin embargo, ¿qué otro promontorio rocoso aparece por poniente?: –¡No es la sombra del Pico sobre el mar! –exclamaron algunos–. ¡Debe de ser un efecto óptico fruto de la refracción de la luz solar! –sentenció aquél que no le quitaba el ojo a la pantalla de su móvil–. Pero no, era algo distinto…
Conforme el sol ascendía, el grupo se reunió en un rincón de la parte occidental del cráter, en dirección a Pico Viejo, y ante ellos se dibujó claramente la silueta de una isla. –¡San Borondón! –gritaron los más excitados–. ¿San quién? –preguntó el más escéptico–. Sí – afirmó el que parecía ser el guía–, la isla fabulosa que de vez en cuando aparece en el mar, existen fotos de ella y hasta la han cartografiado –sentenció–.
Provista de unos prismáticos, la más veterana de entre todos ellos escrutó la lejanía y en silencio contempló aquel paraje. Allí donde esperaba ver un vergel intacto se desplegaba un paisaje descolorido. Una masa de hormigón, cristal y hollín como nunca se había imaginado. Miles de diminutos contenedores, como si de un juego de construcción se tratase, se apilaban en lo que parecía un activo muelle lleno de rascacielos flotantes. Centenares de diminutos vehículos concurrían a la urbe con sus faros encendidos; mientras que, sobre ellos, decenas de aviones oscuros daban vueltas esperando la orden correspondiente para aterrizar. La isla estaba rematada por un promontorio, un rincón donde la negrura del esmog no había llegado todavía. Una pequeña casa con tejado a dos aguas la coronaba y desde una de sus ventanas un anciano miraba con sus oxidados binoculares en dirección hacia el naciente. Sorprendido, vio varias islas que se acababan de materializar en su horizonte, una de ellas con un gran monte. Y sobre esta extraña elevación descubrió a una persona que lo observaba detenidamente. Ambos se sonrieron y sus sentimientos se encontraron allí donde la razón y el corazón no entienden de leyes físicas.
Ahora, hagamos un ejercicio mental, extrayendo el elemento “absurdo” de esta instantánea e intentando dar respuesta a las siguientes preguntas (busca ayuda si lo estimas necesario):
Acto seguido, introduce de nuevo el elemento “absurdo”, contesta a las mismas preguntas planteadas, dejando volar tu imaginación.
Ya tienes los ingredientes básicos para crear dos historias: una basada en hechos verídicos y contrastados, frente a otra donde la inventiva cobra protagonismo.
Déjanos la propuesta que quieras y comenta las que vayan apareciendo, generando (si se puede) un debate virtual.