La colección de grabados del Museo de Historia y Antropología de Tenerife está constituida mayoritariamente por panorámicas de la costa de la isla y escenas costumbristas representativas de la misma, todas ellas en torno al siglo XIX. No obstante, hay algunas excepciones en lo que a temática se refiere y una de ellas no es otra que este grabado sobre la vera efigie de la Virgen de Candelaria. El conocido episodio relacionado con ella ha sido asociado tradicionalmente al relato del abate Espinosa, cuya primera edición es de 1594, el cual continuaron los poetas Cairasco y Viana, e, igualmente, a las informaciones aportadas por el padre Juan González de Mendoza desde 1585, relato que fue reproducido por Diego Pérez de Mesa en Grandeza y cosas notables de España. Pero las narraciones escritas sobre aquellos dos guanches del menceyato de Güímar que al pasar cerca del barranco de Chimisay vieron como el rebaño no prosiguió su camino y al adelantarse uno de los pastores para conocer lo que pasaba y al mirar hacia la parte del mar observó la santa imagen sobre una peña imagen, nunca pudieron competir con la asimilación de un culto que ha perdurado hasta nuestros días y que ha tenido en la iconografía a uno de sus máximos exponentes.
Si llamativo es el grabado de Juan Pérez, quien en 1703 llevó a la plancha el lienzo de Nuestra Señora de Candelaria que en aquellos momentos se encontraba en la Catedral de Sevilla - incorporado luego a la reedición inglesa de 1907 de Milagros de Nuestra Señora de Candelaria de Espinosa, realizada por la Hakluyt Society a partir de aquella primera edición en castellano de 1594 conservada en el Museo Británico, uno de cuyos ejemplares se encuentra en el fondo antiguo del Centro de Documentación Canarias y América (CEDOCAM) -, no menos atractiva es la estampa firmada por Jacques de Chereau el joven, que se conserva en el Museo de Historia y Antropología de Tenerife (MHA). Basándose en parte en un grabado del célebre Remondini, uno de cuyos ejemplares posee un coleccionista de Tenerife, la lámina en cuestión fue encargada por el primer marqués de San Andrés, Gaspar del Hoyo y Alzola, quien, al parecer, encomendó durante su larga estancia en París cierto número de estampas dedicadas a la Virgen de Candelaria. La Virgen aparece representada de medio cuerpo con los elementos iconográficos que la identifican con la imagen venerada en Tenerife. Su proceso de impresión en el taller de Chereau, instalado en la Rue de Saint Jacques, tuvo que acontecer, en todo caso, antes de 1719, fecha en la que Gaspar del Hoyo retornó a Tenerife.
El grabado de Cherau, el cual ha sido incorporado a las colecciones del museo con el objetivo de ilustrar uno de los ámbitos de su exposición permanente (La evangelización y el marco religioso), se erige en paradigma de cómo fueron en otro tiempo los instrumentos de divulgación de un culto, y ya forma parte del selecto grupo de obras pertenecientes a las colecciones del MHA que han sido incluidas en el campo de la bibliografía especializada. Así, su origen e incorporación al gran comercio europeo de estampas religiosas, ha sido puesto en valor por Ángel Muñiz Muñoz en “La Virgen de Candelaria en la estampa”, estudio publicado en Vestida de sol. Iconografía y memoria de Nuestra Señora de Candelaria.