Se trata de un tipo de tocado confeccionado con género de algodón fuerte, como la loneta o la muselina, de color blanco crudo, con ligamento de tafetán, de fabricación industrial y costura a máquina y a mano. Está datado en la década de los 70 del siglo XX.
Aunque conocemos algunas variantes con pequeñas diferencias respecto al ejemplar que tratamos, lo podríamos definir como un tocado compuesto por casco y visera.
El casco está formado por tres piezas: una central que parte de la trasera del comienzo del cuello y cubre la cabeza, con tres pequeñas alforzas que le dan la forma de curva en la parte superior y dos piezas laterales con dos pinzas para lograr la forma mencionada.
La visera, también denominada luneta, tiene las puntas redondeadas, con la cara interior de color rosado y pespuntes perimetrales que enmarcan otros en forma de rombos y que se observan en ambos lados de la misma. Para que esta parte de la gorra se mantuviera rígida era usual entretelarla con un género fuerte. Otra opción era almidonarla.
Tanto el casco como la visera están confeccionadas con doble tela. En la parte baja y trasera del casco porta una pieza rectangular que se cose formando una tabla hueca central y dos laterales que le confieren amplitud suficiente para cubrir el cuello. Vendría a ser algo parecido a lo que se denominaba “bavolet”, a mediados del siglo XIX. Por último, en la parte baja frontal del casco lleva dos piezas en forma de cintas confeccionadas con la misma tela, que hacen de ataderas.
Este interesante tocado ha permanecido en uso hasta casi nuestros días como un testigo fosilizado de lo que fue moda generalizada en occidente en el siglo XIX. Se caracteriza por su sencilla confección que permitía su manufactura en el seno del núcleo familiar y por sus indudables cualidades de cara a la protección frente al sol y el viento, evitando el color moreno en el rostro de las portadoras que las identificaba como trabajadoras del campo. El ejemplar que tratamos procede de la isla de Lanzarote y, quien lo donó al museo en el año 1995, lo tuvo expuesto es su casa junto a otros sombreros de las islas. Con ligeras variantes, se sigue usando de forma minoritaria en las tareas de las zonas rurales de las islas de Lanzarote y Fuerteventura y, hasta hace unos pocos años, también en el sur de Gran Canaria.
Tiene como modelo a los fabricados en torno a los años 30 y 40 del siglo XIX, época en la que se produce un cambio muy llamativo en el sombrero que se ataba firmemente bajo la barbilla, convirtiéndose en una cofia. No hubo periodo en que las mujeres fuesen más cubiertas, pues las “capotas” impedían incluso que se les pudieran ver las caras, a excepción de la frente.
Para saber más:
de la Cruz Rodríguez, Juan. Las Indumentarias tradicionales de Canarias. Editado por Cajacanarias y Centro de la Cultura Popular Canaria. La Laguna, 2002 [pag. 180 y 181]