Registro de salida: «Cubiertos de postre»

Registro de salida

Este término, muy habitual en el argot del mundo de los museos para indicar que las piezas se mueven (del almacén o las salas expositivas hacia otro lado), lo usamos ahora desde el Museo de Historia y Antropología de Tenerife para hacerte llegar digitalmente algunos de sus fondos.
Cubiertos de postre
 
 

Cubiertos de postre [23. 1996. 019]


Las piezas que protagonizan este nuevo REGISTRO DE SALIDA forman parte de un lote de 15 pares de cubiertos que pasaron a formar parte de las colecciones en 1992 y actualmente se pueden contemplar en el último ámbito de la exposición permanente del Museo de Historia y Antropología de Tenerife (MHAT), en su sede de la Casa Lercaro. El resto de piezas del lote se conservan en zona de almacén.

Se trata de una pareja de cubiertos de postre cuyas medidas son de 19 cm de largo x 1,5 cm de ancho para el cuchillo y de 17,5 cm de largo x 1,5 cm de ancho para el tenedor. Datados en torno a 1906 y de probable procedencia inglesa fueron fabricados de modo industrial en metal o aleación de metales sin hierro en su composición, tal vez peltre (combinación de plomo y estaño) y acabados con un baño de oro.

El tenedor tiene la cabeza muy estilizada, con tres púas o dientes que nacen de una base triangular que al llegar al nexo de unión con el mango se torna abalaustrada con varias anillas torneadas. El mango tiene forma de masa de sección ovalada con sus dos caras repujadas con relieves de motivos vegetales (flores, frutas y hojas) y está rematado con un anillo granulado y pequeña perilla lisa. Presenta contraste hexagonal con las siglas B MF junto a un pequeño animal no identificado, que se asemeja a un oso, y un 66 en el reverso de la parte baja. El cuchillo es de similares materiales, con hoja y punta de filo plano; presenta contraste igual al del tenedor situado en la hoja, cerca del nexo. El mango es exactamente igual al descrito para el tenedor.

El conjunto, 30 piezas entre tenedores y cuchillos, destaca por su sofisticación que queda de manifiesto, entre otras características, por su variedad de usos: los hay de carne, de pescado, de untar y de postre. Se utilizaron durante un almuerzo ofrecido al rey Alfonso XII en Tenerife en 1906. Era la primera vez que un monarca español pisaba Canarias, tras más de 400 años de la incorporación de las islas a la Corona. Como dato curioso apuntaremos que en su visita a nuestra isla hizo algunos de los recorridos subido a un carruaje que hoy está también expuesto en el patio trasero del Museo.

Esta elegante pareja de cubiertos constituye un claro ejemplo de la pluralidad de significados que poseen a veces los objetos en los museos, pues, paradójicamente, no hablan al visitante que los contempla en su vitrina del universo de los alimentos, ni tampoco de protocolos o usos sociales en ese contexto. Resulta que son interpelados para hablar del fenómeno turístico en el pasado isleño. Y esto es así porque pertenecieron al menaje de uno de los hoteles más emblemáticos de Tenerife: el Hotel Taoro. Inaugurado en 1890, tuvo un destacado protagonismo en el inicio de la industria turística en Canarias cuyo principal marco geográfico fue por aquel entonces el valle de La Orotava. El enclave guardaba una estrecha relación con las enfermedades y la convalecencia dado que su clima benigno, la pureza del aire y la posibilidad de baños marinos lo hacían un lugar ideal para combatir enfermedades como la tuberculosis. En las décadas finales del siglo XIX esta manera de viajar era propia de las clases altas, pero luego evolucionó y se popularizó a toda la sociedad adquiriendo nuevos usos como el simple descanso o el disfrute del tiempo libre bajo el binomio de sol y playa. Dicha evolución fue también geográfica, extendiéndose hacia zonas del sur de la isla y, sin duda, económica, afianzándose como motor de la economía hasta el día de hoy. En la evolución del fenómeno turístico también hacen su aparición nuevos enfoques y, tanto las instituciones públicas como el sector privado, apoyan la idea de poner en valor otros elementos como el paisaje, la oferta cultural o, incluso, la idiosincrasia de la población local.

Sin duda el Taoro, que nació como el primer hotel de gran lujo de toda España, fue algo más que una instalación hotelera. Su ubicación sobre un promontorio y su gran volumetría lo convirtieron en un punto de referencia en el paisaje del valle de La Orotava y formó parte de la vida social y cultural de su época con sus majestuosos salones, sus jardines, sus fiestas y el estilo de vida de los turistas alojados. Todos los ingredientes estaban servidos para convertirse, además de en un hito, en un mito del pasado insular.

Dejó de acoger clientes en 1975 y pasó cerca de 40 años cerrado, siendo explotado como casino entre 1979 y 2006, año en el que volvió a cerrar. El Cabildo de Tenerife, actual propietario del inmueble, puso en marcha un concurso para reformar y arrendar el establecimiento que ganó Tropical Turística Canaria con un proyecto integrado por un equipo 100% local que persigue modernizarlo para devolverlo al segmento de lujo, pero manteniendo al mismo tiempo la esencia de la historia y el prestigio de este emblemático edificio. Dicho proyecto se encuentra ya en su recta final y pronto tendremos al pasado asomado al presente y, muy probablemente, con larga proyección al futuro.

Tanto la cubertería como otros objetos intrínsecamente ligados a la trayectoria vital de este emblemático hotel (uniformes, mobiliario, menaje de cocina, …) se conservan hoy en el Museo de Historia y Antropología de Tenerife (MHAT) junto a un curioso fondo documental sobre la construcción del establecimiento hotelero y la constitución de aquellas primeras sociedades que actuaron como promotoras de la empresa turística en la isla.