Muchos son los objetos que forman parte de la colección de tecnologías modernas del Museo de Historia y Antropología (MHA), entre ellos una serie de calculadoras, tal es el caso de la “Triumphator” con número de serie 5450-1, conservada en sus almacenes. El producto en cuestión vio la luz en el periodo 1952 -1960 por WEB Triumphator-Werk, en la fábrica homónima ubicada en Leipzig. Junto con Brunsviga y Odhner, Triumphator formó parte del selecto grupo de empresas alemanas que produjeron las calculadoras de molinete, las cuales funcionaban tirando de palancas o pomos para configurar el número deseado. Las operaciones (suma, resta, multiplicación y división), se realizaban mediante tambores giratorios. Para la suma y la multiplicación giraban en una dirección y para la resta y la división en la dirección opuesta. Finalmente, dos juegos de diales proporcionaban un medio pare leer las operaciones, haciéndose visible en uno de ellos las cifras seleccionadas para sumar, restar, multiplicar y dividir y, en el otro, los totales resultantes de aquellas operaciones.
La calculadora de molinete fue la culminación de un proceso iniciado allá por 1685, cuando en su obra Machina arithmetica in qua non additio tantum et subtractio sed et multiplicatio nullo, diviso vero paene nullo animi labore pergantur, Leibniz, tomando como punto de partida la máquina de calcular de Pascal, ya daba a conocer un curioso ingenio inventado por él: una máquina aritmética que conectaba dos artilugios separados, uno para realizar sumas y restas y otro para materializar multiplicaciones y divisiones. Pero fue Giovanni Poleni, en 1709, el primero en fabricar una calculadora que usaba el diseño de molinete descrito más arriba, llamando la atención de Jacob Leupold, quien la describió en Theatrum Machinarum Generale, obra publicada en 1727. Ese mismo año, Antonious Braun fabricó una máquina similar, la cual dedicó al emperador Carlos VI. Estos antecedentes no escaparon a la atenta mirada de Wigott Theophil Odhner, quien lo perfeccionó fabricando, en 1874, su célebre aritmómetro, basado fundamentalmente en las ideas de Leibniz, y el cual patentó, convirtiéndose en la primera calculadora de molinete fabricada en serie. Tal fue su éxito, que pocos años después, Grimme, Natalis & Co. adquirió los derechos de las patentes de Odhner, comenzando poco después la producción de las mismas en Brunswick, vendiendo sus máquinas bajo la marca Brunsviga. La calculadora de molinete que incorporaba el mecanismo de Odhner se convirtió en un producto con gran demanda y llamó la atención de la industria alemana, -véase la fábrica fundada por los ingenieros Soll y Holzapfel en 1907-, comenzando una producción de calculadoras en serie bajo el nombre comercial de “Triumphator”, proceso que se consolidó unos años después con la llegada de Boleslaus Benas, procedente de Brunsviga, quien se hizo con los derechos de tan preciada firma. Tras la II Guerra Mundial, Leipzig formó parte del Telón de Acero y el gobierno de Alemania del Este se hizo con el control de la fábrica, quien tuvo como destinatarios a los países del bloque comunista. En 1965, la producción de calculadoras Triumphator cesó definitivamente.
Hecha en hierro fundido, la “Triumphator 5450-1” perteneciente a las colecciones del MHA tiene como elementos más destacados una carcasa esmaltada en negro (color que junto con el gris era el más habitual entre las calculadoras de aquel tiempo), tres controladores de resultado - diales, cuyos números están grabados en el metal pintados de color blanco - y una serie de palancas de baquelita negra para la puesta a cero e inicio de nuevas operaciones. Además, conserva en perfecto estado los cuatro soportes de apoyo que parten de la superficie de la base y que le dan estabilidad.
La “Triumpahtor 5450-1” es uno de los paradigmas del patrimonio industrial, recientemente incorporado a la nueva Ley de Patrimonio Cultural de Canarias, pero ya vaticinado en los años 30 del siglo pasado por autores como Walter Benjamin, quien en La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica fue el primer autor que mostró interés por el valor de las manifestaciones culturales producidas en serie, de factura industrial - especialmente el Cine -, en unos tiempos en los que sólo se le prestaba atención a la estética. Inevitablemente, lo así producido perdía aura y exclusividad, pero, igualmente, formaba parte del ámbito cultural. La citada Ley indica que integran el patrimonio industrial los bienes muebles e inmuebles que por su valor tecnológico, arquitectónico o científico, constituyen manifestaciones tecnológicas o de ingeniería y, asimismo, que los bienes muebles lo constituyen los vehículos, las máquinas, los instrumentos y las piezas tecnológicas o de ingeniería, aun cuando hayan perdido su uso original o permanezcan sin utilizar. En este sentido el MHA ha sido un museo pionero en Canarias al otorgarle dicho valor a objetos en un tiempo en el que ni siquiera estaban contemplados en la legislación pertinente.