A partir de los cambios y transformaciones que se producen en estos dos siglos, se configurará una economía moderna. En esta época la agricultura centra sus esfuerzos en el tomate, el plátano y la papa. El cultivo y comercio de la cochinilla, usada como colorante, conocerá durante un margen de treinta años, un auge muy importante.
La actividad industrial apenas tendrá interés para el capital foráneo. Serán el comercio y el turismo las iniciativas que se convertirán en el principal motor económico, sobre todo a partir de 1852 con la concesión a Canarias del título de puerto franco. Con posterioridad, el desarrollo del transporte aéreo supondrá el impulso definitivo para la consolidación de las Islas como destino turístico.
En diferentes etapas de estos dos siglos, el elevado índice demográfico, la escasez de puestos de trabajo, las sequías, la excesiva división de la propiedad y la caída de la cochinilla, empujarán a miles de canarios a emigrar hacia América, tanto de forma legal como clandestina, destino favorecido por la situación estratégica del Archipiélago y por las constantes relaciones que entre ambos territorios se establecieron a partir de la conquista de Canarias. Desde el punto de vista político, a comienzos del siglo XX y tras años de pleito insular, en 1912 se aprueba la Ley de Cabildos, por la que se reconoce a la referida institución como órgano de gobierno de las Islas. En 1927 se culmina la división del Archipiélago en dos provincias: Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.