La cocina constituye uno de los espacios más genuinos y mejor conservados de la Casa de Carta. Destacan el pavimento de loza chasnera, la cubierta de teja sobre un entramado de vigas de madera y tres zonas claramente diferenciadas: la del pan, notablemente visible por el horno de grandes dimensiones y por la artesa empotrada para la realización de la masa; la del agua, formada por los fregaderos con lebrillos y la tinaja embutida en el poyo; y la del fuego, constituida por braseros excavados en el muro de mampostería. Desde esta estancia se accede a la huerta de plantas aromáticas, en las que se puede apreciar una importante variedad de especies que se utilizan tradicionalmente con fines culinarios o curativos.