En Casa de Carta[i], hace unos años, se inauguraba una nueva sala de exposición dedicada a las personas, lugares y costumbres comunes de la comarca. Se hizo visible a través de las fotografías, donadas por D. Vicente Pérez Melián, persona común, aunque extraordinaria que supo plasmar esa vida cotidiana sin dejar de recoger lo excepcional de ella.
Para la confección de este proyecto de exposición, el equipo técnico solicitó la colaboración de los ciudadanos y ciudadanas de Valle de Guerra (localidad donde se emplaza el museo), para reunir junto con las fotografías, los testimonios de las personas que aparecían en ellas, familiares que reconocían a su familia, anécdotas de lugares… trabajo que se denomina etiquetado social, como me chiva un compañero.
Recuerdo como si de hoy se tratara, a esos vecinos y vecinas que iban llegando al museo, algunas acompañadas con su descendencia, otras con amigos y amigas de su infancia o juventud, en fin, ese desfile de las memorias constante en los días de reunión, eran días de regocijo y alegrías, de intercambio de nostalgias y penurias que flotaban en los gruesos muros de Casa de Carta para luego quedarse impresos para siempre en ellos.
Llegan vívidamente a mis oídos, las risas espontáneas cuando se reconocían en una fotografía, cuando algún lugar retratado las hacía compartir sus recuerdos con naturalidad y orgullo, esos duros detalles de sus vidas que se habían convertidos en luchas ganadas, las miradas cómplices que se buscaban en la sala de reunión en el momento que una imagen proyectada los hacía unirse en reminiscencias, las ganas de compartir sus secretos, de hacerlos visibles, tangibles…
Sin querer queriendo, yo misma me sentí envuelta en esa sensación de estar participando en la vida cotidiana, pasada y presente, de todas esas personas, porque ellas me habían invitado a descubrir sus recuerdos, a saborearlos. Paraban en la recepción para contar, para compartir que ese museo y esas fotografías, fueron su casa, su mundo, su vida… esa misma que ahora, tenían la oportunidad de hacerla MEMORIA; de ésa, la que se va tejiendo con otras y resulta ser un colorido tapiz de tiempos; reales, de costumbres pasadas, de ella misma que se revela con formas presentes e inevitablemente nos susurra nuestro futuro.
Cada vez que veo la sala de D. Vicente y los visitantes con su curiosidad, me dan la oportunidad, les cuento las historias de esas personas y de cómo ellas me permitieron unirme a esa MEMORIA.
Porque lo celestial se manifiesta con las personas comunes, en lugares corrientes, en los recuerdos cotidianos y en esa Casa de Carta que forma parte de sus vidas.
Las memorias tienen alcances insospechados y, muy menudo, quedan muy cerca.
Con mi más sincero agradecimiento.
Úrsula Fabiola Herrera Trujillo.
Recepcionista del Museo de Historia y Antropología.
Gracias a las aportaciones e informaciones tan valiosas de mis «compis» y de una querida amiga.
[i] Comúnmente conocido por las vecinas, vecinos de Valle de Guerra y el propio personal del museo. Oficialmente denominado como Museo de Historia y Antropología. Casa de Carta.