Como sabemos, a lo largo de la historia, la ropa interior femenina ha ido evolucionando en formas, dimensiones y usos, a la par que la sociedad que la genera. Las modas se reducen a un tapar y enseñar, comprimir y liberar o aumentar y reducir. La ropa interior ha ido variando al compás de las mismas.
La ropa interior femenina anterior al siglo XIX apenas consistía en una camisilla, algún tipo de bragas o calzones, medias y varias prendas tipo corsé, que modificaban la silueta del cuerpo. Con posterioridad, durante las etapas históricas de El Directorio, El Consulado y El Imperio francés, la moda se inspira en la antigüedad griega y romana, propugnando vestidos largos, sencillos y semitransparentes, lo que propició que se usase muy poca ropa interior que era sencilla y de color carne.
A mediados del siglo XIX se incrementa el peso y volumen de vestidos y faldas, a la vez que se difunde la creencia de que llevar muchas prendas era bueno para la salud, por lo que se favoreció el uso de abundante ropa interior. Durante esta época, las mujeres vestían un sinfín de prendas: camisilla de manga larga, corsé, cubre corsé, camisa, calzones y muchas enaguas hechas con lino fino, batistas de algodón y franela, a veces almidonada. Desde entonces, la ropa interior se hizo más atractiva con abundantes bordados y encajes en los cuellos, mangas y bordes.
Acabando la centuria se comienzan a utilizar otros materiales en su fabricación, como la seda o la lana. Más tarde se comercializó el punto de algodón y, en 1890, la “viyela” ?tela mixta de lana y algodón?, usada, en un principio, solo para ropa de hombre.
Como cada mes, el museo oferta esta actividad con la finalidad de acercar la colección de textiles e indumentarias al público adulto, a partir de una selección de piezas particulares, únicas o especiales que se mostrarán y explicarán en el propio almacén de textiles.
Con la inestimable participación del experto en la colección de indumentaria y textiles ?Juan de la Cruz Rodríguez−, sin el cristal de una vitrina que nos aleje de lo observado y en un entorno habitualmente cerrado al público, como es el almacén de textiles, los participantes podrán estrechar sus vínculos, pudiendo incluso tocar algunas de estas piezas.
Y como si de un encuentro de amigos se tratara, el café, el té y las pastas no faltarán en esta cita entre telas.