En cierta ocasión, llegó a la Ciudad de los Adelantados una promoción de estudiantes de Química de la Universidad de Barcelona, dándosele la bienvenida con un almuerzo en un restaurante en pleno campo, y al que acudió el alcalde de la ciudad, Lupicinio Arvelo; en los postres, al que venía al frente de la expedición catalana no se le ocurrió otra cosa que pronunciar un pequeño discurso de agradecimiento en catalán. Entonces Lupicinio, ni corto ni perezoso, se levantó y le contestó al verres, quedando el otro desconcertado.
Anécdotas como la narrada se repitieron miles de veces en otro tiempo en San Cristóbal de La Laguna. Por iniciativa de la Asociación de Vecinos del Casco Histórico de dicha ciudad, hace dos años en el popular bar “Casa Micaela”, habitualmente asociado por los laguneros a su rica gastronomía en forma de albóndigas y arroz a la cubana, fue el escenario de la primera reunión oficial para comenzar organizar el primer congreso mundial de hablar “al verres”, o lo que es lo mismo, el arte de hablar al revés, con la idea de recuperar tan original costumbre. Tal vez algún día llegue a celebrarse.
Llegado a la Ciudad de los Adelantados en torno a 1913, parece ser que su origen coincide con la llegada a la referida urbe de unos ingenieros catalanes que, todo hace indicar, intervinieron en los trabajos de construcción del teatro Leal. Al comunicarse entre ellos en su lengua vernácula, despertó la curiosidad y, por encima de todo, el ingenio del lagunero, quien, para no ser menos y hacerles ver que ellos también disponían de una lengua propia, comenzaron a hablar al revés. A su vez, parece ser que esta costumbre provenía del lunfardo argentino. No obstante, hay quien opina que este arte es originario de La Laguna y, desde esta ciudad, fue exportado al Argentina y al Uruguay.
Pero el verdadero centro de difusión del arte de hablar al revés fue la barbería de Fariña, su propietario, en la que se acreditó como consumado especialista y en la que fue partícipe de diálogos “históricos” con los “gomas” que cada día acudían a su local procedentes del Monte de las Mercedes – los ámbitos rurales lo asimilaron y lo practicaron con mayor celeridad que los ámbitos urbanos-. Con el paso del tiempo, la lengua de Aguere fue perdiendo su vertiente criptográfica para devenir finalmente en mera curiosidad y actividad lúdica.
Sir Winston Churchill dijo una vez que el humor había que tomárselo muy en serio. Los pasados días 9 y 10 de junio, el Museo de Historia y Antropología, en su sede de la Casa Lercaro, asistió al ingenio y al buen ambiente que transmite esta práctica, original como pocas ¡Hablemos al verres… pues al principio no nos entenderán… pero todos se nos acercarán!