El neologismo que hemos utilizado como título para el proyecto de dinamización de la Casa de Carta, «abrazopatías», está compuesto de abrazos, acción de abrazar, en su acepción de «comprender, contener, incluir» y el sufijo –patía de su raíz griega «sufrir», «experimentar», «sentimiento», «afección».
Podría parecer que el título de esta programación, que pretende tener continuidad a lo largo de los próximos meses, tiene cierta connotación de padecimiento. Sin embargo, «Abrazopatías» surge desde un posicionamiento optimista, pensando y remirando estos tiempos extraños que nos han situado en una distancia física que, desde el museo, nos resistimos a reconocer como de obligada distancia social.
Las personas, que tanto necesitamos del contacto con nuestros iguales desde el momento mismo del nacimiento, hemos visto truncados muchos abrazos y otras muestras de afecto cercanas e íntimas, para ir descubriendo el poder de consolar, querer, acariciar, expresar… a través de la mirada o de nuevos gestos que irrumpen en nuestros códigos de un lenguaje que parece tener que reinventarse.
Así, cada cual podría reconocer en sí mismo esa abrazopatía, tan plural y diversa como nuestras diferentes experiencias o maneras de ser, pero lejos de vivenciarlas desde la idea del padecimiento de las ausencias de los abrazos, pretendemos brindarnos la oportunidad de abrazarnos juntos, al aire libre, a través de la música, el teatro, los cuentos y talleres de variada naturaleza. Y así, en una suerte de metáfora, recuperar parte de los beneficios neurofisiológicos de sentirnos abrazados por el poder sanador de la cultura.
Con «Abrazopatías» queremos hacer referencia a la gran diversidad de experiencias relacionales que se dan en los museos, incluso interacciones afectivas, entre el público y los variados contextos expositivos y formas de representación, fomentando así nuevas prácticas y narrativas más sensibles con la participación ciudadana y el compromiso social. En palabras de Fernando Estévez, «el museo, ese lugar donde el sentido burgués del tiempo monumental se construye sobre esas ruinas, sobre esos desechos de la sociedad de consumo, es también el lugar para la continuidad de la vida, de las vidas, de las cosas».