El público podrá contemplar y tocar los ejemplares que se exhiben en el Museo de la Ciencia y el Cosmos hasta el 20 de abril El Museo de la Ciencia y el Cosmos, centro dependiente del Organismo Autónomo de Museos y Centros (OAMC) del Cabildo de Tenerife, inaugura hoy [martes 18] una muestra titulada Meteoritos, que dará la oportunidad a los visitantes de acariciar con sus propias manos varias de estas «piedras del espacio». La exposición consta de una parte didáctica y otra expositiva, protagonizada ésta última por tres grandes meteoritos de alto valor científico, cuya antigüedad se sitúa en 4.500 millones de años, pertenecientes al OAMC y descubiertos en el Sáhara.
La parte didáctica de la exposición ha sido cedida por el museo Miramón de San Sebastián, y cuenta con una veintena de módulos explicativos en los que se repasan con detalle las características de los meteoritos. Esta información se acompaña de tres ejemplares auténticos adquiridos por el organismo de Museos del Cabildo y que se exhiben por primera vez al público. Uno de ellos está considerado como uno de los más interesanes y de más valor de cuantos se hayan encontrado hasta ahora.
La mayoría de los meteoritos son fragmentos de asteroides, que después de vagar durante miles de años por el espacio interplanetario acaban chocando con la atmósfera terrestre, cuya fricción las convierte en bolas incandescentes. En este último tramo del viaje los meteoritos pierden casi 4/5 partes de su masa. Cuando caen a la superficie de la Tierra acaban mezclándose con las rocas de nuestro planeta dificultando su detección. Sin embargo a los ojos de un experto, los meteoritos son inconfundibles pues tanto su composición química como sus características físicas delatan su origen extraterrestre.
Estos fragmentos de asteroides están presentes en el cinturón orbital situado entre Marte y Júpiter desde la formación de nuestro Sistema Solar hace unos 4.500 millones de años, que al colisionar salen despedidos a grandes velocidades y cuyas orbitas pueden interferir con las de otros planetas. En el caso de la Tierra, al llegar a la atmósfera, a unos 100 kilómetros de altura, las ondas de choque y la gran velocidad que traen (15-20 km./seg.) hacen que se funda la superficie, dando el aspecto de una bola de fuego y formándose unas estructuras características (regmaglyfos, corteza de fusión) ya que se alcanzan temperaturas de varios miles de grados. Si el tamaño del meteorito es lo suficientemente grande, no se fragmenta en pequeñas partículas, alcanzando la superficie terrestre y formando un cráter de impacto, unas 20 veces superior al diámetro del meteorito.
Hoy en día, se sabe que la caída de meteoritos se debe a procesos naturales del Sistema Solar, pero en el pasado constituían fenómenos inexplicables. En algunos casos fueron interpretados como una intervención divina por las autoridades públicas, mientras que otros los consideraban fantasías, fruto de la histeria colectiva. El misterio en que estaban envueltos produjo muchas historias exageradas, algunas de las cuales han llegado hasta nosotros. En no pocos casos, los meteoritos fueron considerados objetos religiosos en diversos continentes, incluso en Norteamérica, y preservados en iglesias, monasterios, templos, santuarios y cámaras mortuorias.
Por suerte, gracias a muchos años de estudio y a la rápida difusión de la información relativa a los nuevos meteoritos encontrados, su caída se considera actualmente un fenómeno natural, que se produce a lo largo de todo el año y en todas partes. Ningún científico pone en duda que puedan caer piedras del cielo, pero pocos se dan cuenta del valor que tienen para el progreso de la Ciencia.
Según la composición, los meteoritos se clasifican en tres tipos básicos: Sideritos ( metálicos (85% de hierro y 15% de niquel); Condritos (rocosos, con un 20% de hierro); y Litosideritos (mixtos, metálicos y rocosos).
Ejemplares del Museo de Ciencias Naturales
Desde el año 1985 se llevan a cabo continuas expediciones al Sur de Marruecos, Sáhara, Mauritania y Senegal (el enclave macaronésico continental) por parte de miembros del Museo de Ciencias Naturales del Organismo Autónomo de Museos y Centros (OAMC) del Cabildo de Tenerife. Fruto de ello es el valioso material científico colectado en dicha región, que ha servido para estudiar las relaciones biogeográficas entre nuestro archipiélago y la franja costera del vecino continente.
Pero es a partir de los dos últimos años cuando se puede decir que el Museo cuenta con una importante colección de meteoritos, la mayoría colectados y adquiridos en el Sáhara y Mauritania, destacando entre ellos tres extraordinarios ejemplares de gran valor museístico y altísimo interés científico, que son los que se muestran en esta exposición de manera destacada en sus módulos correspondientes:
En el primer módulo se expone un meteorito metálico (siderito) de forma plana cóncavo-convexa, de 232 kilogramos de peso, presentando las huellas de fusión producidas al contacto con la atmósfera terrestre bien visibles y profundas (regmaglifos y corteza de fusión). Este tipo de meteoritos metálicos se supone que formaron parte del núcleo de un gran asteroide que por colisión con otro se fragmentó dando lugar a múltiples meteoritos, de diversos tamaños y formas, despedidos a gran velocidad y cuya trayectoria pudo interferir con la órbita terrestre y atravesar la atmósfera sin desintegrarse, dadas sus grandes dimensiones, hasta impactar, en este caso en el desierto del Sáhara hace unos 70 años. El tamaño y características de este ejemplar permiten catalogarlo entre las mejores piezas de los grandes museos del Mundo.
En el segundo módulo se exhiben dos meteoritos pétreos (condritos) de 55 y 16 kilogramos de peso, de forma paralelepipédica, presentando ambos las huellas de su paso a través de la atmósfera terrestre: los regmaglifos, llamados vulgarmente impresiones de dedos y la corteza de fusión, de color negro y de 1 mm. de espesor. Estos meteoritos rocosos parece que formaron parte de la corteza de grandes asteroides que por colisión se fragmentaron y ahora se encuentran vagando en el espacio con diferentes órbitas en el cinturón de asteroides, situado entre Marte y Júpiter. Su antigüedad se estima en 4.500 millones de años, época de la formación de nuestro Sistema Solar, mucho más antigua que las rocas más viejas encontradas en la Tierra.
El condrito de 55 kilos, al igual que el siderito de 232 kilos, fue analizado por el doctor Anguita, profesor de Geología Planetaria en la Universidad Complutense de Madrid y experto en meteoritos de la Antártida, en cuyo informe asegura que se trata de un condrito brechoide, formado tras varias colisiones, de altísimo interés científico dada la rareza de su composición (contiene minerales que no existen en la Tierra) y estructura. Presenta el 95% de su superficie cubierto por la corteza de fusión y agrietamiento producido por la erosión diferencial durante el tiempo que permaneció a la intemperie en el desierto.
Según palabras de este experto, se trata de un ejemplar excepcional, en su tipo, por su tamaño y conservación, que puede ser considerado como uno de los meteoritos más interesantes y de más valor de cuantos se hayan encontrado hasta ahora. Su antigüedad (4.500 millones de años) y composición química permitirá a los astrofísicos y geólogos planetarios avanzar en el conocimiento del origen y evolución de nuestro Sistema Solar y del Universo.
Conferencia
Como complemento a la exposición, el próximo viernes 21 de febrero, a las 19:30 horas, tendrá lugar, en el Museo de la Ciencia y el Cosmos, la conferencia «Meteoritos y Astrobiología», impartida por Jesús Martínez Frías, Jefe del Laboratorio de Geología Planetaria del Centro de Astrobiología, inaugurado recientemente en Madrid.