Yo te adoro, mi bien; tú eres mi vida,
desde el instante en que te vi te amé;
por ti olvidé mis sueños de fortuna,
por ti los mares con afán surqué.
Deberes santos que llenar quería,
propósitos que ardiente concebí,
todo al mirarte lo olvidé, bien mío,
todo, mi Concha, lo olvidé por ti.
¡Y cómo no olvidarlo si te quiero
con inmensa gigántica pasión,
pasión ardiente como tú nacida
en la serena tropical región!
Yo te adoro, mi bien; tú eres mi vida,
desde el instante en que te vi te amé,
por ti olvidé mis sueños de fortuna,
por ti los mares con afán surqué.
Y mi existencia, Concha, olvidaría,
y olvidaría mi mortal dolor,
si me quisieras como yo te quiero,
con gigantesco inextinguible amor.
Sevilla, 1867