Desde el CEDOCAM les invitamos a leer esta interesantísima poesía que el CEDOCAM ha seleccionado para su sección «Intemporales» de esta semana. El poema es de Nicolás Estévanez (1838-1914) y pertenece al Fondo Estévanez del Centro. Fue escrita en Cascais (Portugal) en 1874.
Nicolás Estévanez nació en el seno de una familia burguesa. Tuvo tres hermanos (Francisco, Diego y Patricio) y dos hermanas (Cristina e Isabel). La temprana muerte de sus padres, en 1862, y del resto de sus hermanos y hermanas, entre 1866 y 1867, supuso un duro golpe para Nicolás y Patricio quienes, después de ello, forjaron una estrecha relación, que se mantuvo a lo largo de los años y en la distancia a través de numerosa correspondencia.
Transcripción
Capricho de verano
Nada el gallego en el Miño,
el astur en el Nalón,
el castellano en el Duero,
y en el Océano yo.
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Cada cual prefiere el río
en donde aprendió a nadar;
unos el Guadalquivir,
otros el Guadalaviar.
Cada cual ama su río,
el río de su lugar,
el que riega su campiña
el que ve desde su hogar.
Yo que tengo por familia
a toda la humanidad,
y por patria el Universo,
y por religión Amar,
con el pensamiento fijo
en mi sublime ideal,
adoro todos los ríos
que acoge en su seno el mar.
………………………………..
Cada cual prefiere el río
donde a nadar aprendió:
el Tajo los portugueses
y los vascos el Nervión.
Huyendo del despotismo
me tuve que refugiar
en los bosques solitarios
de una sierra sin igual.
En aquella inculta sierraencontré la libertad
y perspectivas agrestes,
y una existencia frugal.
Hoy recuerdo con delicia
la noble hospitalidad
que los bravos montañeses
me dieron sin vacilar,
las zagalas que corrían
del arroyo al colmenar,
y aquel apacible encanto
que en la agreste soledad
entre la tarde y la noche
impulsábame a cantar
¡Bendita sea la sierra
y maldita la ciudad!
Pero lo que más recuerdo,
lo que no quiero olvidar,
lo que vive en mi memoria
más que la hospitalidad,
más que la fruta sabrosa,
más que el ambiente sin par,
y más que las zagalillas
que corrían con afán
del colmenar al arroyo
del arroyo al colmenar,
es la [gruta] misteriosa
donde en un laurel están
mi nombre y el tuyo escritos
al borde de un manantial
Zaragoza tiene el Ebro,
Sevilla el Guadalquivir,
Toledo tiene su Tajo,
y Granada su Genil.
………………………….
Muchos ríos llevan oro
y arenitas los demás,
¡quién sabe lo que se oculta
en los abismos del mar!
………………………………
En sus abismos el mar
con ser inmenso y poblado,
no guarda tantos secretos
como el corazón humano.
…………………………………
Suelen vivir mucho tiempo
y no se olvidan jamás,
el serrano del torrente,
ni el isleño de la mar.
……………………………
Hay diques para las olas;
para los golfos hay barcos;
pero no hay barcos ni diques
para el arroyuelo manso
de una idea que se apoya
en la fe y el entusiasmo.
Huyen de la tierra esclava
los ríos hacia la mar,
y yo voy como los ríos
en pos de la libertad.
En el Océano libre,
libre como el huracán,
no hay leyes ni soberanos
que opriman la voluntad.
El murmullo de las olas
y la agitación del mar,
los rompientes, las espumas
y la ronca tempestad,
semejan las convulsiones
de la turba popular,
y el espectáculo hermoso
y la augusta majestad
de los pueblos que combaten
sin ceder ni vacilar.
Bellas son las orillas nebulosas
del caudaloso Rhin;
encantadora la florida margen
del rápido Genil;
deliciosas aguas trasparentes
del dulce Yumurí
pero ninguno de las musas gloria
como el Guadalquivir.
El anchuroso Plata, que fecunda
la América feliz;
el inmenso Amazonas, verdadero
monarca del Brasil;
los que enriquecen la corriente vasta
del gran Missisipí,
no inspiran al artista y al poeta
como el Guadalquivir.
El anchuroso Plata, el Amazonas,
el blando Yumurí,
el caudaloso Rhin con sus baladas,
el plácido Genil,
el que habitan los genios y las musas,
veloz Guadalquivir,
cual leves gotas de la mar se pierden,
en las ondas sin fin.
Mis dolores y alegrías
a la postre acabarán,
como el Tormes en el Duero
y como el Duero en el mar.
…………………………………….
Aníbal el africano
en el Tiber se bañó,
y en el misterioso Nilo
el primer Napoleón;
en el Rhin, de limpias ondas,
Julio César vencedor;
en el Gránico, Alejandro;
en el Betis, Scipion;
de Méjico en las lagunas
Cortés el conquistador;
del Sena las libres aguas
más de un tirano enturbió,
y las del Neva y el Tajo,
y el Danubio, y el Shanon;
pero las del Manzanares…
las del Manzanares, no.
No hay río en el Universo
que no tenga su rival:
de Almendares, Yumurí;
de Amazonas, Paraná;
del viejo Ganges, el Yndo;
del Níger, el Senegal;
como del Ródano el Sena,
y el Támesis, el Tay,
y del turbio Manzanares…
el arroyo Abroñigal.
Por las áridas llanuras
de Castilla y de la Mancha,
se desliza lentamente
el arenoso Guadiana
convidando a los manchegos
con sus cristalinas aguas.
Pero allí beben los hombres
en la fuente de la parra;
las candorosas mujeres
ni las manitas se lavan;
los labradores cultivan
únicamente patatas,
y nadie toma del río
ni una triste gota de agua.
Sintiendo el Guadiana undoso
la ingratitud de su patria,
se oculta bajo la tierra
en espumosa cascada.
Por las incógnitas vías,
por las sendas subterráneas
que abrió la Naturaleza
en justísima venganza,
corren perdidas las puras
linfas del fresco Guadiana.
……………………………….
También el Ariguanabo
bajo una ceiba se oculta,
para no ver los horrores
que aniquilarán a Cuba.
Desde la loma del Gallo
desciende, blanco de espuma,
rebosando de alegría,
de abundancia y de frescura;
y al contarle sus afluentes,
los que la patria fecundan,
que vienen ensangrentados
por la más infausta lucha,
que hay privilegios de raza,
que a los débiles se insulta,
que es ley el asesinato,
que es el derecho una burla,
se oculta cabe una ceiba,
cabe una ceiba copuda.
Cuba puede ser esclava;
el Ariguanabo ¡nunca!
Por falta de agua en el mundo
no nos podemos quejar:
habitamos un planeta
que es líquido por demás.
El hombre, como es de tierra,
supone en su vanidad
que es también de tierra el mundo
siendo este mundo ¡la mar!
Aguas cubren nuestro globo;
la tierra es lo escepcional;
los llamados continentes
son islas y nada más;
y las más extensas islas
son escollos de la mar.
Se disolverá la tierra
como en el agua la sal,
aunque piense de otro modo
la mísera humanidad.
Para escarmiento del hombre,
que nunca escarmentará,
y castigo a su soberbia
ambición y necedad,
debiera regirse el mundo
por sufragio universal
entre todos los vivientes
de la tierra y de la mar.
Las primeras elecciones
si podían hacerse en paz,
darían la presidencia
con toda seguridad,
a alguna ballena, como
la que se tragó a Tomás.
Al morir en las playas vizcaínas
el claro Bidasoa,
se confunden sus aguas cristalinas
del turbulento mar entre las olas.
Lucha un momento con el golfo el río
entre desnudas rocas,
y se pierde, cual gota de rocío,
del verde mar en las saladas ondas.
Así también, para alcanzar la muerte
y merecer la gloria,
debe luchar la humanidad que es fuerte
como débil combate el Bidasoa.
Al morir Bidasoa en las rompientes
de la escarpada costa,
fecunda con su vida otras corrientes;
que no muere ninguna de sus gotas.
Lo mismo el hombre al fin de su carrera,
cuando su muerte lloran,
empieza a disfrutar en otra esfera
eterna vida de infinitas horas.
Cada cual prefiere el río
en donde empezó a nadar;
el Guadalquivir los unos,
los otros el Llobregat;
quien el Támesis o el Elba,
quien el ronco Paraná
este las linfas del Volga,
aquel las del Senegal;
pero yo que vine al mundo
en la ribera del mar,
entre vastos horizontes
que no se tocan jamás;
yo que amaba desde niño
su infinito más allá
y entendía su lenguaje
antes de saber hablar;
yo que el mundo he recorrido
con el insaciable afán
del que busca en esta vida
lo que no puede encontrar,
prefiero a todos los ríos
que sobre la tierra van,
una playa a donde lleguen
los borbotones del mar.
Ni el pacífico Mondego,
ni el sangriento Potomac,
ni los nacientes de Aguirre,
ni el Niágara singular,
ni los hielos de los Alpes,
ni el lago de Michigan,
ni los marullos del golfo,
del golfo de Samaná,
mi espíritu fortalecen
como las olas del mar
cuando se agitan rugiendo
en la inmensa soledad.
He recorrido la tierra
y he vivido en alta mar;
he visitado mil pueblos
en la guerra y en la paz;
he observado las naciones
que forman la humanidad,
y es la opinión que yo tengo
opinión universal:
que en Oriente y Occidente,
como en la región polar,
hay muchos montes y valles
de riente amenidad,
hay muchos y hermosos ríos,
pero solo existe un mar:
el mar que meció mi cuna
y mi tumba cubrirá.
[Cascais, 1874]