En el Intemporal del CEDOCAM de esta semana hemos seleccionado un poema satírico del interesantísimo Fondo Estévanez, un fondo constituido fundamentalmente por documentación manuscrita de tipología diversa y contenido heterogéneo que se refieren a los aspectos vivenciales de Nicolás y Patricio Estévanez así como de su entorno social, político y cultural y que constituyen una fuente primaria de información. El poema está firmado por Juan Verdades, seudónimo que se atribuye a Juan de Urquía y Redecilla, un militar, político y periodista canario. En 1900, fundó el diario La Patria. Fue diputado por el Partido Conservador en las elecciones por la isla de El Hierro en las elecciones generales de España de 1923.
Transcripción del poema
Carta abierta
Carta que puede leer
todo el que quiera saber
como se vive en Canarias,
pues tiene noticias varias
y hay tela donde escojer [sic]
Mi querido don Patricio:
yo estoy ya fuera de quicio
y el día menos pensado
me arrojo en un precipicio
o me tiro de un tejado;
pues gano cincuenta duros
al mes, y son mis apuros
tan grandes y continuados
que siempre tengo seguros
los aumentos de mis fiados.
Le estoy debiendo al casero
tres meses, y el muy grosero,
que es un hombre decidido,
me dijo ayer: caballero,
o me paga o lo divido.
Después llegó la lechera
y me armó una escandalera
de las de marca mayor,
diciéndome que saliera
para hablarle a un celador.
Luego vino un dependiente
del comerciante de enfrente
que me venía fiando,
y me dijo: es muy urgente
que me pague o lo demando.
Con tipos de este jaez,
todos a cual más soez,
yo no gano para sustos,
y si me llevan al juez
van a matarme a disgustos.
¡Cuántos apuros, Dios mío!
Metido en un feo lío
estoy sin saber qué hacer.
Todos dicen: no te fío,
y no tengo que comer.
Yo no sé como estirar
el sueldo para pagar
a tantos acreedores,
y ¡cualquiera va a lograr
contener a estos señores!
Mi mujer dice asustada
que no trae la criada
la comida más precisa
(y es una muchacha honrada
que no conoce la sisa)
Las pescadoras ladinas
ya no venden las sardinas
sino a dos por perra grande.
Quite usted después espinas
y se queda muerto de hambre.
Creí que «La Pesquería
de Tenerife» sería
la que diera tan barato
el pescado, que algún día
no lo quisiera ni el gato;
mas no se lo que ha pasado
con el dichoso pescado
del vivero. Mi criada
va a comprarlo en el mercado
y siempre vuelve… sin nada.
Los carniceros no dan
el peso en la carne. Están
creyendo que somos necios,
y todos los días van
aumentándonos los precios.
Los huevos de Mogador,
aún sin ser de lo mejor,
pueden irse consumiendo;
mas cuando falta un vapor
de esos que los van trayendo
¿quién se atreve a consumir
huevos, si le han de pedir
una peseta por cinco?
¡Señor, esto no es vivir,
es ayunar con ahinco!
Sin la leche ni el asado,
sin los huevos ni el pescado
¿cómo se puede comer?
Estoy ya desesperado,
sin saber lo que he de hacer.
¿Para qué hablar del jamón,
del queso y del salchichón?
¡Eso ya son gollerías!
Comeré cherne, escaldón,
tollos y otras… chucherías.
¿Quién comete el desatino
de atreverse a beber vino
a nueve perras cuartillo?
Sería perder el tino
o hacer la guerra al bolsillo.
¿Y el carbón? ¿Por qué razón
hoy es más caro el carbón?
¿No le cuesta al carbonero
lo mismo? ¡Pues ganas son
de sacarnos el dinero!
Del plátano y el tomate
considero un disparate
decir algo; pues sería,
Don Patricio, gran dislate
cometer la tontería
de pedir a los señores
cosechero-esportadores [sic]
que vendan en esta tierra
sus frutos, sin son mejores
los precios en Inglaterra.
Ante una libra esterlina
se acaba toda mi inquina:
si yo tuviera dos mil
no estaría ahora en berlina
esperando… un alguacil.
Y no hablo aquí de otras cosas,
muy malas y muy costosas,
porque sería una lata
de esas tristes y espantosas
y metería la pata.
Creí que El Independiente
al escribir diariamente
tratando de susbsistencias,
conseguiría realmente
un cambio; mas son demencias
pensar en la solución
del problema. La opinión
del público en este asunto
es aguantar el sofión
y no ocuparse del punto.
¿Qué se queja usted? ¿Y qué
saca con quejarse usté,
si nadie lo ha de escuchar?
Aquí por lo que se ve
nos tenemos que callar.
Yo estoy más que convencido
de que en el primer descuido
que tenga, voy a comer
a la cárcel, pues no olvido
las amenazas de ayer.
Don Patricio, le suplico,
aunque poco significo
en esta culta ciudad,
que todo lo que aquí esplico [sic]
diga usted que es la verdad;
porque pudiera ocurrir
después de tanto sufrir
que me arrimasen un palo
por atreverme a decir
que aquí todo está muy malo.
Es cuanto por hoy le digo,
y no se enfade conmigo
porque hable con claridades
pues sabe tiene un amigo
en el pobre
Juan Verdades