La Gaveta es un nuevo proyecto de difusión e investigación cultural y de animación a la lectura emprendido por el Centro de Documentación de Canarias y América que pretende ofrecer a todos los interesados y, al público en general, una amplia variedad de textos e imágenes de temática variada de índole canario-americana. Tales materiales proceden fundamentalmente del Centro. Esta primera entrega, dedicada al Carnaval, recoge anécdotas, curiosidades, testimonios históricos e imágenes sobre esta fiesta tanto en Canarias como en América.
El Carnaval llegó a Tenerife con los nuevos pobladores a raíz de la conquista. Desde entonces se convirtió en una de las fiestas de más arraigo popular en la sociedad a pesar de las prohibiciones eclesiásticas. En el siglo XVIII comenzó su institucionalización en bailes celebrados en salones de las clases altas de la sociedad, de las que derivarían en el XIX los casinos y sociedades recreativas. Como fiesta de transgresión del orden establecido, se exhibían en ellas todos aquellos aspectos y extroversiones que no eran tolerados en la vida diaria, tales como los hombres vestidos de mujeres, las máscaras, las burlas y escenificaciones sobre aspectos cotidianos y críticas con el poder, las tapadas que permitían a las mujeres de todos los estratos sociales, y especialmente de los más acomodados divertirse y comunicarse con los bajos. En el Antiguo Régimen, daban comienzo desde el 8 de diciembre y finalizaban el miércoles de ceniza con la irrupción de la Cuaresma que se mofaba ese día con la quema de un muñeco que daba por finalizado el período de exaltación de la carne. Pero desde comienzos del XIX, irrumpió con la piñata en la etapa cuaresmal, al tiempo que la navidad se convertiría progresivamente en una fiesta hogareña y cuaresmal. La emigración a Cuba originó en las primeras décadas del XX influencias como el mata culebras o la vestimenta de los indianos.
Tras la caída de la Segunda República y el comienzo de la Guerra Civil Española (1936-1939), se vetó por el nuevo régimen el carnaval, prohibición teórica que se mantuvo hasta la muerte del Dictador. Sin embargo, a partir de 1945, los tinerfeños comienzan a celebrar el Carnaval de forma clandestina en sus casas, aunque tanto las autoridades civiles como el Clero siguen prohibiendo su celebración, aunque hubiera cierta tolerancia. En 1965 se acordó solicitar que bajo el eufemismo de Fiestas de Invierno se permitiesen con cierta apariencia de legalidad y se declarasen de interés turístico, por lo que dos años más tarde, en 1967, el Carnaval se convirtió en Fiestas de Interés Turístico Nacional. El nombre de Fiestas de Invierno se mantuvo hasta 1976, año en que de nuevo, y ya sin las censuras que caracterizaron la dictadura franquista, adoptaron la denominación de Carnaval.