Momia masculina que tenía entre 15 y 19 años de edad en el momento de su muerte y cuya estatura era 1,76 m.
Datación: 381 AD – 643 AD. Es la momia más antigua de las datadas, hasta el momento, de las que se encuentran depositadas en las colecciones del Museo Arqueológico de Tenerife.
Fue hallada el 11 de enero de 1956 al realizarse unas obras para la construcción de una atarjea o acueducto. Diego Cuscoy (1957) nos relata las circunstancias de su hallazgo. El obrero encargado de abrir una zanja para colocar los explosivos descubrió una covacha en cuyo interior pudo observar la parte inferior de un cuerpo humano cubierto de pieles. El capataz de la obra avisó a la Guardia Civil del puesto de La Cuesta, que a su vez lo transmitió a la Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas, que excavó el yacimiento a las pocas horas.
La cueva estaba ubicada a unos 450 m de altura sobre el nivel del mar y a unos 20 m de altura sobre el cauce del barranco. Según Diego Cuscoy la covacha del Barranco del Brezo o de Jagua es solamente la parte más profunda de una cueva de mayores proporciones, desaparecida por el derrumbamiento progresivo de las estribaciones de una colina de conglomerado volcánico.
La momia carece de las extremidades inferiores a partir de los muslos. Se encontró depositada sobre unos tablones en posición de decúbito supino y el cráneo descansaba sobre dos lajas. El tablón ha sido datado y corresponde a la misma época de la momia. La envoltura de piel animal de la cabeza es independiente de la del cuerpo; los brazos están envueltos junto con el tronco y las piernas están cubiertas de modo independiente.
Se le han realizado estudios de dieta y también radiológicos, tanto rayos-X como escáneres. No presenta marcadores que indiquen carencias nutricionales.
Sánchez-Pinto y Ortega Muñoz durante el Proyecto Cronos (1990-92) analizaron los materiales que aparecían depositados en la momia y encontraron que estaban constituidos por: un 95% de tierra muy fina, picón rojo y piedra pómez en pocas cantidades, acículas de pino canario, pequeños fragmentos de tallos de gramíneas, semillas de plantas crucíferas, granos de polen de brezo, vestigios de sangre (savia) de drago canario, pequeños trozos de madera carbonizada, grasa animal solidificada (manteca), piel y pelo de cabra, trozos de pìel cosidos con fibras de origen animal y restos de tendones y fibras de origen animal. También aparecían restos de lagartos, perenquenes y huesos y excrementos de ratón. Asimismo se encontraron restos de insectos relacionados con la descomposición cadavérica. Según Diego Cuscoy en el fondo de la cueva aparecían muchas cabezas de lagarto que nada tenían que ver con el enterramiento y si con ser el lugar elegido por las rapaces para consumir sus presas.
Junto a la momia aparecieron más restos humanos correspondientes a un adulto y un niño, así como más huesos que estaban destrozados.
Mercedes Martín. Técnico Instituto Canario de Bioantropología.
MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología