Es muy probable que los sombreros de palma se usaran desde tiempos muy cercanos a la colonización, dada la abundancia de materia prima, pero con características muy diferentes a las que estamos tratando. Sus copas, generalmente cilíndricas, abarcaban el diámetro de la cabeza, y en algunos casos tenían considerable altura con una pequeña cinta de color en la base.
Las mujeres cargaban sobre él, después de haber colocado en su interior un paño enrollado en espiral llamado en algunas zonas «ruedo», para amortiguar el peso y equilibrar la carga. Seguramente este sombrero se fue reduciendo hasta adaptarse al tamaño del «ruedo», teniendo así, aparte de una finalidad estética muy peculiar, otra puramente funcional. Además de servir para albergar el «ruedo», el sombrero tenía, en la mayoría de los casos, unas dimensiones tales que lo hacían perfectamente apto para proteger (junto con el pañuelo) la cabeza de los elementos atmosféricos.
Es curioso constatar como en las fotografías más antiguas los sombreros eran mayores y con el paso de los años irán mermando su tamaño y variando sus formas ligeramente.
Solía ser de empleita o esterilla de palma, de menos de medio centímetro de ancho, y compuesta por 7 o 9 finísimas hebras de la hoja de palma, que posee buenas cualidades de flexibilidad y resistencia. La tapa o parte superior de la copa la constituía una perfecta espiral de finísima empleita, pespuntada con hilo de coser. Su forma era perfectamente plana y estaba reforzada por dentro con una cruceta de «pírgano» (nervio central de la hoja de la palmera). Su diámetro oscilaba entre los doce y catorce centímetros en los sombreros de adultas y menor en los de jóvenes y niñas.
El resto de la copa se hacía de esterilla más basta y ancha, al ir totalmente recubierta de terciopelo generalmente negro (menos frecuente es la presencia de otros colores oscuros). Su forma era cilíndrica siendo su altura variable, sobrepasando los cinco centímetros y sin llegar casi nunca a diez.
En uno de los laterales se disponía un adorno que muchas veces tenía forma de lazo de muy diferentes tipologías: planos, dobles, triples, asimétricos, etc. Otras veces, simplemente se doblaba y cosía el terciopelo formando una punta de flecha que cubría parte del ala. También los había con alguna parte del adorno que sobrepasaba la altura de la copa y para ello se recurría a armar el terciopelo con papeles de periódicos doblados. Existía la costumbre de llevar engarzadas en el terciopelo algunas agujas enhebradas con hilos de diferentes colores para remediar cualquier incidencia inoportuna.
El ala se hacía también de fina esterilla, con la peculiaridad, en este caso, de que su cara interna estaba recubierta por otra ala cosida a la exterior, configurando así una sola doble, rematada en el borde con terciopelo. Sus dimensiones variaban según el tipo: de cuatro o cinco centímetros para los modelos de ala corta y de ocho a diez para los mayores. Su forma describía una curva, lo que permitía volverla hacia arriba o abajo según el gusto de la portadora o para dosificar el sol y la luz en la cara. En la unión de la copa con el ala se cosían dos cintas para sujetarlo a la cabeza.
Existían dos tipos principales de sombreros pudiéndose afirmar que otros modelos más comunes eran variantes de estos. Un primer tipo de copa baja y ala ancha y, un segundo, de copa más alta y ala más pequeña.
La mujer se tocaba con el sombrero con el ruedo en su interior prácticamente durante toda la jornada, lo que le permitía cargar a la cabeza en cualquier momento. Esto obligaba a llevarlo siempre centrado en la parte superior de la cabeza.
Lo empezaban a usar desde niñas y lo seguían haciendo durante toda la vida. Se solía tener dos o más, el más deteriorado para diario y otro más nuevo y limpio para las fiestas.
El Museo de Historia y Antropología de Tenerife en su sede de la Casa de Carta, en concreto en la Sala dedicada a los Trajes Típicos de Canarias, tiene un espacio dedicado a la exposición de siete ejemplares diferentes de este tipo de sombrero de finales del XIX y del XX.
Bajo el título “¿Sabías que…?”, presentamos esta sección que incluye curiosidades, anécdotas, particularidades de algunos objetos, piezas o especímenes; referencias a antiguas expediciones; resultado de los trabajos de investigación y demás temas vinculados con Museos de Tenerife.