Registro de salida: «Silla de montar»

Registro de salida

Este término, muy habitual en el argot del mundo de los museos para indicar que las piezas se mueven (del almacén o las salas expositivas hacia otro lado), lo usamos ahora desde el Museo de Historia y Antropología de Tenerife para hacerte llegar digitalmente algunos de sus fondos.
 
 

«Silla de montar [23.2014.117]»


Se trata de una silla de montar femenina (de estilo amazona como llegó a denominarse en Francia) con asiento acolchado blanco, cornetas con pletinas de hierro -redondeadas y forradas de cuero, para evitar que la amazona resbale- y bolsillo en el canto. El faldón izquierdo combina en su decoración piel repujada con motivos vegetales y florales acolchados y pespunteados. Sostiene la cincha del estribo de zapatilla, donde iría el pie izquierdo, con las hebillas bajo el faldoncillo de estribera. Entre las dos cornetas se fijaba la pierna derecha, evitando que la mujer se deslizara y cayera. El faldón derecho oculta el resto de latiguillos y cinchas, decorado con iguales motivos vegetales y florales que la parte izquierda. Presenta las iniciales JLL de N, bordadas con hilo de plata, alusivas a que la silla perteneció a Juana Llarena y Westerling, VI Marquesa de Acialcazar y Torrehermosa casada con Tomás de Nava y Grimón y Pérez de Barradas, VII Marqués de Villanueva del Prado. Fue adquirida en Londres en el siglo XIX, a la casa Wholesale M. and Harnens M. en Fenchurch Street.

Este tipo de silla mantiene en su diseño la idea original (que data aproximadamente del siglo XVI) de que la única manera en la que las mujeres podían montar a caballo, era hacerlo con ambas piernas a un mismo lado: a la izquierda, juntas y no a horcajadas. Socialmente estaba mal visto que montaran como los hombres y usaran pantalones como ellos, pues la “honestidad” y “virginidad” de muchas quedaría en entredicho, atendiendo a las normas y la moral que imperaban en la sociedad del siglo XIX.

Un número reducido de mujeres, vistiendo de una determinada manera, eran las que podían montar a caballo en esas fechas.  Revistas de moda femenina de los años treinta del siglo XIX dejaban constancia de cómo era la indumentaria apropiada. En esencia, copiaban parte de las prendas de la parte superior de los atuendos masculinos: sombrero de copa al que se añadía un largo velo, camisa, chaleco, corbata y chaqueta, pero no así los pantalones, pieza que hubiera sido fundamental para la movilidad sobre el caballo y estar expuesta a menor riesgo en caso de caída. En cambio, la parte inferior del cuerpo femenino se vestía con la misma falda de gran tamaño y mucha tela que formaba parte de la vida diaria de la mujer, impidiendo que se vislumbraran los pies de su portadora y, mucho menos, los tobillos. En las últimas décadas del siglo XIX se introduce el uso de pantalones debajo de una falda elaborada con mucha menos tela para facilitar doblar las rodillas en la montura. A estos cambios se une el uso de botas como los hombres. No tardará en llegar el momento en que la falda desaparecerá, decaerá el uso de la silla de montar femenina y la mujer hará uso del pantalón y de la silla de montar masculina, desapareciendo así el estilo amazona.

Guardada, conservada y custodiada por su último propietario D. Fernando Monteverde Ascanio, fue en el año 2014 cuando pasó a formar parte de nuestras colecciones, engrosando las numerosas donaciones de particulares que el museo recibió ese año.